Capítulo 38: Miedo.

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LOREN:

En contra de todo pronóstico, perdí.

Después de estar con Anabelle en la pista de baile por alrededor de cuarenta minutos, sosteniendo su pequeña cintura en mi contra durante al menos cinco o diez canciones, aparté mi rostro de su lugar en el delicado arco de su cuello y me eché hacia atrás para poder quitar un mechón lacio de su cabello de su rostro, escomiéndolo tras su pequeña oreja de hada. Me fascinaba cómo le quedaba el cabello de esta manera. El vestido. Todo lo demás. Esta noche se veía hermosa y sexy como el infierno, había estado duro, molesto por la forma en la que otros la miraban y sin aliento a penas la vi entrar al salón de baile, pero no podía olvidar que su cuerpo aún estaba recuperándose. De no ser así ya nos habría llevado al baño o a una suite del hotel con el objetivo de reconciliarnos en todo el sentido de la palabra.

De recordarle a quién pertenecía, también.

Quién era el único que podía poner las manos sobre ella de cierta manera. No un dúo de pervertidos. Definitivamente no un doctor bonito que ya conocía el tesoro. Maldición.

Gruñí imaginándonos en la tarea en una cama.

No podíamos, pero lo quería tanto. Aún así había tantas cosas que se podían hacer sin forzarlo demasiado, mi mente estaba llena de ideas perversas... mierda. Lena. La había olvidado. Cuando nos dirigimos de vuelta a la barra, esta vez con Anabelle enrollada alrededor de mi brazo, sus ojos azules como el hielo brillaron.

─Loren, estaba preguntándome si me dejarías sola toda la noche ─mitad dijo, mitad se ahogó con el contenido de su copa─. Si hubiera sabido que no me prestarías atención me habría quedado en casa con Mike.

─Eh... ─Me rasqué la nuca mientras miraba a Belle. Había invitado a Lena en un ataque de ira sabiendo que Anabelle vendría y ahora no sabía qué hacer con ella. No quería hacerlo incómodo para mi chica, mi prioridad, pero tampoco me sentiría bien conmigo mismo si desechaba a Lena luego de haberla usado para poner a Anabelle celosa─. Lo siento. Puedo llevarte con mis hermanas si quieres. Ellas te sacarán conversación. Te lo aseguro.

Lena me miró como si me hubieran salido dos cabezas.

─Te alegrarán la noche ─añadió Anabelle con una sonrisita.

─No, gracias ─rechazó─. Estaba pensando en hacer algo más divertido. ¿Quizás bailar? ─Ignorando a mi chica hasta que estuvo frente a ella, cogiéndome del mismo brazo con el que mantenía a Belle cerca, le preguntó─. ¿Me lo permites por un par de canciones? Luego será tuyo de nuevo. Vine con la idea de bailar un poco y lo único que he hecho es estar de pie sin moverme.

Abrí la boca para manifestar mi oposición a ello ante la tensión el cuerpo de mi pelirroja, pero Anabelle me sorprendió asintiendo.

─No te preocupes. Baila con él toda la noche si quieres. ─Alzándose un poco de puntitas besó mis labios con suavidad, lo que correspondí─. Estaré con Rachel y Marie para cuando termines y quieras ir a casa. Estoy algo cansada. Aún no me recupero del todo.

Sintiéndome como la mierda por hacerla esforzarse tanto en todos los sentidos cuando su cuerpo no estaba al cien por cien aún, afirmé con mortal seriedad que iba más dirigida a Lena que a nosotros dos. No lo niego, me habría encantado quedarme, pero Anabelle lucía exhausta.

─Una o dos canciones más y vamos a casa.

Con una gigantesca sonrisa que golpeó mi pecho, Anabelle se dio la vuelta y se dirigió a la mesa en la que mis hermanas y sus maridos estaban sentados parloteando y cenando. Nathan estaba luchando contra una langosta mientras Ryan bebía el contenido de una copa sin parar, Marie limpiando las comisuras de sus labios tras cada trago y Rachel hablando por un intercomunicador con el ceño fruncido, seguramente al pendiente de todo el evento de recolección de fondos para el orfanato de niños autistas recién inaugurado por una de sus amigas. No aparté mi mirada de Belle hasta que se sentó junto a ella e inició conversación.

Deseos prohibidos © (DESEOS #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora