Capítulo 43: Presente en el pasado.

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Londres, Inglaterra.

Dos años y medio antes.

LOREN:

Anabelle normalmente solía quedarse en Brístol cuando viajaba por trabajo, pero no porque yo no la invitara. Esa era una de las enormes diferencias que había entre su ex y yo. Siempre procuraba hacerla sentir bienvenida en cada aspecto de mi vida porque sabía lo mucho que le dolía sentirse excluida, pero ella se negaba a venir conmigo porque decía que solamente estorbaría y prefería quedarse en casa, compartiendo con los niños en el kínder. Lo respetaba. Tomaba vacaciones cuando despertábamos un día queriendo cenar en París o me mostraba cualquier destino que su pequeño corazón quería visitar, por lo que tampoco podía decir que en su trabajo era demasiado estricto. Una donación aquí, una donación allá, un arreglo, una suplente y podíamos tomar un avión tranquilos, pero con asuntos de la oficina era otra cosa, por lo que me sorprendió de la buena manera cuando Anabelle me pidió venir a Londres mientras estábamos en la campaña publicitaria del lanzamiento de una nueva cosecha.

─¿Puedes ayudarme? ─preguntó cuando terminé una llamada que me entró al llegar a la que antes era la antigua casa de Marie, pero que ahora me pertenecía, por lo que no había ido inmediatamente a la parte trasera del coche.

─¿Desde cuándo tienes que pedirlo en voz alta? ─respondí robando la maleta de su mano, dejándola en el suelo para sacar la mía y cerrar el compartimiento del coche.

─Desde que me dejas sola con una tarea de hombres.

─Estaba al teléfono. ─Mis cejas se unieron mientras le daba las llaves. Se veía hermosa. Usaba un sombrero rosa suave y un vestido del mismo tono con encaje bordado en el escote y al final de la falda, sus pies dentro de acogedoras botas de piel sin tacón, completamente bien para lo que vendría después de que dejáramos el equipaje dentro. Había estado de mal humor todo el viaje, cosa que atribuí a sus días rojos, pero la recordaba tan entusiasmada por venir que no se me ocurría ningún motivo más para sus cambios de ánimo─. ¿Pero en serio me estás sacando esto en cara? ─le pregunté cuando llegamos a la cima de los escalones del pórtico.

Anabelle se detuvo en seco de abrir la puerta para mirarme, sus ojos verdes lanzando fuego.

─¿Quieres saber qué me pasa?

Confundido, asentí.

─Sí.

─Vi cómo la azafata te miraba. No me agradó que estuviera pasando por encima de mí todo el tiempo, ofreciéndose a limpiarte la boca cuando te manchabas con pudín a propósito.

Puse los ojos en blanco.

─¡Hacía eso para que tú me limpiaras! ¡No es mi culpa que no entendieras la señal! ─me expliqué dando un paso dentro de la casa cuando finalmente abrió, escabulléndose de mí cuando me acerqué tras dejar las maletas en el recibidor─. Anabelle, por favor, corta el drama, nena, vámonos. Ya empezará la primera cata.

La seguí a la cocina.

─¿Entonces todo esto es mi culpa por no haberme dado cuenta de que querías que te limpiara la boca? ¿Eso es lo que intentas decirme? ─preguntó al borde de las lágrimas.

Me sujeté el puente de la nariz con los dedos.

¿Si quiera hay una maldita cosa por la que nos debamos sentir culpables? No recordaba nada de la azafata porque había estado todo el maldito viaje con mi computadora encendida, trabajando, y pendiente de ella, por lo que hasta ahora ni siquiera había sabido que había algo por lo qué molestarse.

Deseos prohibidos © (DESEOS #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora