ANABELLE:
Cuando te acostumbras a pasar cada día de tu vida con la persona que amas, su ausencia es como un vacío en la habitación que no te permite concentrarte en nada más. Como si lo único que existiera fuera el recuadro de suelo bajo tus pies. Ya nada a tu alrededor tiene un verdadero significado salvo tú. Eres lo único que queda con la misma importancia de lo que perdiste.
La mitad que no se fue.
Tras terminar de escribir la última página de mi primer capítulo, miré el reloj encima de mi cabeza y me levanté de la silla, dirigiéndome a mi nuevo armario con prisa. Saqué de él un vestido escogido al azar y un abrigo. Usé medias, botas y una bufanda porque era un día frío. Ya era lunes y tendría mi primera cita con el psicólogo. Los días anteriores los había pasado en mi habitación encerrada escribiendo o saliendo a comer a la calle con Drago, viendo películas o compartiendo juntos de alguna forma. Aún no me acostumbraba a él ni estaba cerca de perdonarlo por haberme abandonado, pero era un buena compañía.
Lo encontré leyendo el periódico en nuestra sala. Estaba sentado en el sofá, las piernas dobladas, humedeciéndose la punta del dedo para pasar página. Usaba un polo y jeans, la misma ropa que usaría Loren para salir, y se veía bastante bien.
─Ya estoy lista ─dije aferrándome a la correa de mi bolso.
─Bien, pensé que tendría que sacarte en contra de tu voluntad. Nunca pensé que te gustaría tanto tu habitación. ─Una sonrisa tiró de sus labios mientras encajaba su brazo con el mío─. Luces hermosa, ángel. Me alegra ver que estás volviendo a florecer.
─Tengo el presentimiento de que lo más frío del invierno ya pasó ─le respondí devolviéndole la sonrisa lo más ampliamente que pude, una pequeña curvatura apenas perceptible por el ojo humano, mientras cerraba el apartamento con llave─. Estamos en esa época del año donde la primavera está derritiendo la nieve, los pétalos luchando contra su capullo, viviendo las secuelas, pero sintiendo la calidez de respirar sabiendo que sobrevivimos a lo peor.
Papá se detuvo para mirarme.
─Debiste haber sido una niña muy interesante ─murmuró, sus ojos verdes fijos en los míos─. Cuando tu mamá y tú iban al supermercado o hacían alguna cosa juntas, ¿de repente te ponías a soltar poemas? ¿Algo dedicado al rojo brillante de los tomates? ¿A las semillas de la sandía? ¿O veías a un perro pasar y le escribías algo solo porque te parecía tierno?
Mi sonrisa creció.
─Mamá quemaba mis cuadernos con mis historias. ─Drago se detuvo abruptamente de nuevo, pero lo insté a seguir caminando, algo que hizo a regañadientes─. Bien, no los quemaba, pero los escondía. No quería que me ilusionara con la idea de un príncipe azul. Me decía que tenía que trabajar más en formar un hogar y atenderlo que consiguiendo al amor de mi vida.
No dijo nada hasta que estuvimos dentro del auto, con el cinturón de seguridad puesto, y arrancó en dirección al hospital. No sonaba destruido, pero sí afectado.
─Tu madre no era así.
─¿No? ─pregunté con genuino interés.
No había conocido a otra versión de Sophie.
─No. Ella solía amar las películas románticas. Usaba vestidos como los tuyos y me arrastraba a todos los parques de atracciones con los que nos topábamos. Cocinaba lasaña cada vez que llegaba a casa. Jugábamos ajedrez frente a la chimenea hasta quedarnos dormidos. Reía con cualquier idiotez que saliera de mi boca así fuera el sujeto menos gracioso sobre la faz de la tierra. Te veía como si fueras su mundo entero. No te dejaba sola en ningún momento. ─Le bajó volumen a la radio─. No quiero que la odies, Anabelle. Es tu madre. Sé que no es una persona fácil y que te hizo pasar un infierno mientras crecías, pero... pero ella te ama y si decides odiar a alguien, ódiame a mí. Yo fui el que la convirtió en esto dejándolas. Ninguna de las dos tiene la culpa de nada.
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Deseos prohibidos © (DESEOS #3)
Ficción GeneralLoren Van Allen no es de los que se enamoran de cualquier cosa a primera vista; no compra un par de zapatos hasta probarlos, no cambia su sabor favorito de helado para experimentar con otro y definitivamente no altera el orden de su vida por una muj...