Capítulo 25: Estoy aquí.

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LOREN:

Ver a Lena llorar sobre uno de los asientos de urgencias del hospital me hacía sentir enfermo. Estaba empezando a odiar los hospitales. No podía evitar recordar y revivir la angustia que sentí con Anabelle tan solo días atrás. Era una mierda. Mike, su hijo, tenía leucemia. Los desmayos eran frecuentes, me explicó el doctor cuando Lena me pidió que la acompañara a hablar con él cuando llegamos, pero últimamente lo habían sido más. La quimio al parecer no estaba haciendo nada por él y, ya que no encontraban donantes para un trasplante de médula, su doctor aumentaría la dosis, dejándolo sin energías para vivir la vida de niño normal que se merecía.

Esa era mi nueva definición de injusticia.

¿Qué había hecho Mike para merecer esto?

¿Lena?

Viéndola encorvada sobre sí misma, a ella, la misma chica que pateaba la mierda con la misma fuerza con la que yo lo hacía con una sonrisa, me sentía impotente. Lo más jodido del asunto era que ella tenía el dinero para cubrir su tratamiento. Yo tenía dinero para prestarle si lo que quería era llevar a Mike con el mejor especialista, pero eso ya lo habían hecho, sin éxitos, así que... ¿de qué valía tenerlo todo si con ello no podías conservar a la gente que amabas? Si perder a un bebé que ni siquiera tuve la oportunidad de conocer y nombrar me hizo sentir como la mierda, ni si quiera me podía imaginar por lo que estaba pasando. Ella estaba tan sola. Mike era lo único que le quedaba. Al menos Anabelle y yo nos teníamos entre sí para compartir nuestro dolor, aunque no me lo permitiese, y un montón de gente atrás cuidando de nosotros. Llámenme cursi, pero era consciente del amor de mi familia y amigos aunque no lo demostrara todo el tiempo. Era algo que apreciaba bastante.

Fui por dos cafés ignorando las llamadas de Nathan, Ryan y John. Les había enviado un mensaje diciéndoles que estaba bien y que algo había surgido, que los pondría al tanto luego, pero los tres estaban hambrientos de detalles, así que lo apagué antes de dirigirme a la chica con la que solía hacer el mundo arder en mi adolescencia. Aunque de alguna manera a pesar de las ojeras bajo sus ojos, la palidez de su piel y la desaparición de su look rockstar, era el infierno de mujer que siempre supe que un día sería. No podía imaginarme a ninguna mamá atravesando por esto que no lo fuera.

─Toma. Pensé que querrías uno ─dije tendiéndole el vaso de plástico. Lo tomó con manos temblorosas, deteniéndose un momento para verme con sus ojos rojos y facciones cansadas antes de beber de él─. Realmente me gustaría que hubiera algo que pudiera hacer por ti.

─Esto podrá sonar cliché, pero el hecho de que estés aquí ya es bastante. ─Lena de alguna manera se acurrucó a sí misma dentro de su suéter de pijama─. No he hecho tantos amigos desde que Mike y yo nos mudamos aquí. No es que tenga ganas o tiempo, tampoco. ─Su labio inferior empezó a temblar─. Paso todo lo que puedo con él en el caso de que...

Maldición.

─¿Por qué Brístol? ─la interrumpí.

─Es una ciudad grande sin llegar a ser molesta. Londres es demasiado y ninguno de nosotros, tanto Mike como yo, fue hecho para quedarse en Cornwall. ─Hice una mueca. Me pasaba lo mismo. Tanto como amaba mis raíces, las odiaba. No me veía a mí mismo viviendo en el viñedo nunca─. Además, su doctor está aquí. Tiene reconocimientos internacionales. Es uno de los mejores. Lo mismo que haría cualquier otro lo haría él. ─Bebió otro sorbo, pero esta vez sin agachar la cabeza, lo que me dejó tener un vistazo de sus impresionantes ojos azules─. Este simplemente se sintió como el mejor lugar al que venir. No está tan lejos de casa, pero tampoco completamente desierto como la finca de papá.

Deseos prohibidos © (DESEOS #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora