Epílogo 2: Nollan.

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Cornwall, Inglaterra.

Dos años después.

LOREN:

Veintinueve semanas.

Eso era muy poco tiempo.

Mis manos no dejaban de sudar mientras esperaba en la sala de espera del hospital local. Mike y yo seguíamos en pijama. Se suponía que haríamos un viaje en auto en un par de días en Brístol para que pudieran tratar con ella al momento del parto de la mejor forma, con la mejor atención para ella y el bebé. Veintinueve semanas era muy poco tiempo. La pregunta de si sobreviviría o no me mataba por dentro. El médico local nos había dicho que esto podía suceder. Había traído a Mason desde Brístol y él nos había dicho que esto podía suceder. Había interrumpido un momento muy importante en la vida de Patrick, medio secuestrándolo y trayéndolo a nuestro hogar, y me había dicho que esto podía suceder de nuevo, pero que tuviera fe.

Tuvimos fe.

La fe nos había llevado a creer que esta vez podríamos.

Marcamos semana tras semana. Hicimos las cosas bien. Anabelle, muerta del terror, ni siquiera se movió de nuestra cama por los primeros cuatro meses. No era justo. Después de que pasó el periodo de peligro máximo, creímos haber estado bien.

Injusto era una palabra demasiado pequeña para lo que estábamos viviendo.

─Papá, ¿el bebé No estará bien?

Era un niño. Se llamaría Nollan. Mike, Anabelle y yo habíamos pasado toda una tarde escogiendo su nombre. Mike seguía viviendo con nosotros de lunes en la tarde a viernes por la mañana. Los viernes por la tarde, sábados, domingos y lunes por la mañana se iba con Lena. Hasta el momento parecía no querer cambiarlo y estar a gusto con todas las personas nuevas en su vida. Había cuidado de Belle tanto como yo. Una vez regresaba del colegio pasaba horas con ella viendo documentales, leyendo libros y hablando de cualquier cosa, pendiente de lo que su hermano podría o no querer o necesitar. Habíamos trabajado tanto, desde el miedo que sintió Belle cuando descubrió que su método anticonceptivo había fallado de nuevo al hecho de estar pendiente de su cuidado durante cada segundo, que me parecía una mierda de la vida el hecho que tuviera que responder esa pregunta.

Se suponía que Nollan sería un milagro.

─Esperemos que sí.

Mike se acurrucó a mi costado mientras asentía. Era una cesaría difícil, por lo que no me habían dejado entrar. Papá y mamá venían en camino. Mis hermanas estaban tomando un avión en este momento. Un montón de personas llegarían, como siempre, a ayudarnos, pero nada sería lo mismo si esta vez terminaba igual que las demás. Que volviéramos a creer sería casi imposible.

Mi corazón saltó fuera de mi pecho cuando el doctor salió del quirófano y nos miró, una sonrisa en su rostro mientras se acercaba y su mano estrechaba la mía.

─¿El esposo de Anabelle Van Allen?

Asentí─. Loren Van Allen.

─Bien. ─Miró a Mike─. La señora Van Allen se encuentra bien. ─Un peso se deshizo de mis hombros─. El bebé también está bien por ahora. Es muy prematuro y aún falta que sus sistemas maduren, en especial los pulmones, pero su desarrollo iba lo suficientemente al día como para que podamos intentarlo. No se desanime. ─Apretó mi hombro─. Hay bebés que han nacido a la semana número veintiséis en este hospital y que han sobrevivido sin ningún tipo de complicación más allá del hecho de ser prematuros. Con la atención adecuada y el amor de sus familiares Nollan saldrá adelante. Anabelle ha sido trasladada a una habitación, pero aún no despierta. Podría llevarlo a ver a Nollan antes de ir por ella.

Mi barbilla tembló mientras asentía. Quería negarme y esperar a Anabelle para ir a verlo, pero sabía que ella se molestaría si no tomaba la decisión de ir con nuestro hijo.

─¿Podría ser ahora mismo?

El médico asintió mientras nos conducía a mí y a Mike hacia la unidad de cuidados intensivos de neonatos. Mi chico estaba tan reticente a dejar a Nollan solo, le dijo al doctor que había sido paciente de leucemia y que sabía lo mal que se sentía estar internado, así que nos dejaron pasar a ambos.

Mi corazón se dividió en tres partes cuando lo vi.

Era pequeño y su piel estaba muy roja, pero lucía exactamente igual a como pensé que lo haría, solo un poco más pequeño, y respiraba por su propia cuenta. Era un luchador. Mike sonrió cuando una de las enfermeras se acercó y nos permitió meter las manos en su nave espacial, como dijo él, y acomodó con suavidad el gorro que estaba sobre su cabeza. Me quedé sin respiración cuando toqué sus dedos con el índice y lo apretó de regreso.

Esto era lo que ambos habíamos querido por tanto tiempo.

Ahora, sin embargo, me daba cuenta de que lo bueno de los sueños era cumplirlo junto a las personas que amabas. Apreté a Mike mientras veíamos a Nollan batallar desde el primer momento que llegó a este mundo. Mike no se separó de él, así que tuve que esperar que mamá llegara para que se quedara con los chicos para ir a ver a Anabelle, quién ya estaba despierta, lágrimas en sus ojos, cuando entré. Lucius la abrazaba.

─Loren ─sollozó─. ¿Cómo está él?

─Está bien, Anabelle, es un espartano. ─Besé sus lágrimas─. Me hiciste papá otra vez. Gracias, muñeca.

Luciendo aliviada, escondió su rostro en el arco de mi cuello y lloró, esta vez con felicidad. Llamamos a un camillero para que pudiera ir a verlo en una silla de ruedas que empujé hasta la unidad, haciéndolo a un lado, donde la ayudé a colocarse el traje quirúrgico que pedían para entrar. Después de que nos cambiamos y mamá salió, los tres rodeamos a Nollan, dándole más calor del que una incubadora podría proporcionarle.

─Te enseñaré a tocar el piano, Nollan ─le decía Mike─. También te enseñaré a andar en bicicleta, a navegar, lo importante que es el ecosistema y cómo la pureza del aire puede afectar en la salud.

Puse los ojos en blanco. Anabelle rió.

─Es muy pequeño ─murmuró tocándolo con suavidad, lo cual lo hizo arrimarse más hacia ella, probablemente reconociendo su voz.

─Es perfecto.

─No tiene cabello aún, papá, ¿crees que sea pelirrojo como Anabelle? ─Una sonrisa diabólica se instaló en su rostro─. Bebé Nollan, ¡haz que tu cabello crezca rojo! ¡No quiero seguir siendo el único diferente en esta familia!

─Bebé Nollan será moreno ─gruñí, aunque mis labios no paraban de sonreír, los de Anabelle tampoco.

No tenía idea de cómo sería su color de cabello, si sería pelirrojo o moreno, si se parecería a mí o a Anabelle. Si disfrutaría más de tocar el piano que de salir a jugar futbol. Si amaría el rosado sobre el azul. Si le gustaría Ed Sheraan, como a Anabelle, o el rap o el rock. Si preferiría leer a ver películas. Si comería con las manos, si tendría buenos modales, si sería travieso y pícaro o grosero y prepotente. Si tendría mis problemas de egocentrismo o las inseguridades de Anabelle.

Lo único que sabía era que fuera como fuera, lo amaría.

Y pasaría cada día de mi vida agradeciéndole a Anabelle y a la vida por concederme el deseo de tenerlo. De tener a Mike. De formar nuestra pequeña familia. 

Deseos prohibidos © (DESEOS #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora