ANABELLE:
La sensación de ardor en mi garganta fue lo que logró despertarme. Separé lentamente los labios, buscando agua, imitando el boqueo de un pez con mis párpados aún cerrados. Mi cuerpo se sentía liviano, sin dolor, pero extremadamente débil. Intenté levantar la mano y lo logré, pero me costó tanto que la dejé caer de golpe sobre la superficie en la que estaba acostada d nuevo.
─Anabelle. ─Mi nombre saliendo de sus labios fue lo que necesité para terminar de despertar. Abrí los ojos lentamente, adaptándome a la luz blanca de lo que parecía un cuarto de hospital, y luego a él─. Muñeca ─murmuró, su mirada acristalada. Mis músculos se relajaron. No lucía para nada como el hombre molesto que me abandonó en la fiesta hace unos días, sino preocupado a muerte.
─Agua ─gemí.
─Sí, ya vengo. ─Se fue y volvió con un vaso de papel que me bebí entero─. Gracias a Dios despertaste. Iba a perder mi mierda si decidías quedarte un solo minuto más así. ─Comenzó a pulsar el botón encima de mí sin cesar. Abrí la boca para decirle que probablemente las enfermeras tenían otros pacientes más graves que atender, recordando haberme desmayado en el baño, pero me detuvo presionando de nuevo sus labios contra los míos─. Tranquila. Un doctor vendrá a revisarlos a ambos.
Mi frente se arrugó. Luché por incorporarme. Lo único que gané con ello fue que su ceño se frunciera, adornando su expresión protectora, y me empujara suavemente hacia abajo. No entendía su actitud. Probablemente me enfermé con algo que comí y me desmayé por el vómito, no era para tanto.
Pero, de nuevo, él dijo ambos.
¿A mí y a quién más? Miré hacia los lados. Nada. No había nadie aquí además de nosotros dos. Ninguna cortina divisora. Ninguna segunda cama.
─¿A ambos?
Sus labios se curvaron en una sonrisa gigante, probablemente la más grande que haya visto jamás. Mi garganta se secó todavía más. No... conocía esa mirada tan bien. Era la de un niño que conseguía en navidad o en su cumpleaños el regalo que exactamente quería.
─Seremos padres, Belle. ─Esparció besos por todo mi rostro, ahogándome en su amor. Mis pulmones dejaron de llenarse de aire, pero no por su muestra de cariño. Lo hicieron por el coctel de sensaciones adueñándose de mí. Por el miedo, el pánico y, luego, por la felicidad, todas mezcladas y sin ninguna de ellas aceptar desaparecer─. Estás embarazada ─dijo con su nariz presionándose contra la mía. Sin poder evitarlo, una risita escapó de mí al ver sus ojos tan cerca de los míos. Sonrió más. Lo entendía. Teníamos meses sin estar así. Lo extrañaba tanto. De repente todo este tiempo se me vino encima. Como pude enrollé mis dedos en su cabello y lo halé más cerca. Presioné mis labios contra los suyos. Loren me besó dulcemente, sin prisa, sin importarle que probablemente mi boca tuviera el peor sabor de la historia luego del maratón de vómito─. En unos minutos vendrán a hacerte una especie de primer chequeo. Nos dirán cuánto tiempo tiene mini Belle.
De nuevo la risa escapa de mis labios.
─¿Por qué mini Belle y no un mini Loren?
─Creo que sabes la respuesta. ─Su rostro gritaba felicidad. Asentí. A pesar de ser más dado a George, su sobrino, Loren tenía esta obsesión con tener una pequeña niña pelirroja. Antes, cuando empezamos, solía decírmelo a cada rato. Una vez rechacé su oferta de irnos a vivir juntos una primera vez, bajó la intensidad con el asunto, pero siempre supe que el tema estaba ahí─. Maldición, Anabelle, estoy tan feliz. Quiero que los cuatro vivamos juntos. Amber, el bebé, tú y yo. Múdate a mi apartamento, cariño. Necesito cuidarte. ─Besó mi vientre─. Quiero poder estar ahí en cada etapa, Belle, por favor, no me lo niegues. No te voy a decepcionar. Cualquier problema que haya entre nosotros, lo solucionaremos, pero déjame estar ahí para el bebé y para ti, nena.
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Deseos prohibidos © (DESEOS #3)
General FictionLoren Van Allen no es de los que se enamoran de cualquier cosa a primera vista; no compra un par de zapatos hasta probarlos, no cambia su sabor favorito de helado para experimentar con otro y definitivamente no altera el orden de su vida por una muj...