ANABELLE:
Después de que lo has arruinado con una persona, si aún lo mantienes en secreto sientes que él o ella descubrirán lo que has hecho con solo mirarte cuando en ocasiones ni se lo pueden imaginar por lo mucho que confían en ti. En este punto disimular y escapar de la culpa se vuelve lo más difícil en la vida. Es como desviar la atención de alguien que observa fijamente el elefante que te tatuaste en la frente. A pesar de que no lo sepan en concreto, es casi imposible que no se den cuenta de que algo va mal por tu actitud. Tienen que ser muy idiotas o muy descuidados para no percibirlo.
O ser ambas.
O ser Brandon, lo que viene siendo lo mismo.
Cinco días y un centenar de llamadas ignoradas después, acepté una cita para almorzar en uno de los restaurantes del aeropuerto de Brístol el día que llegó de Brasil. Lo hice porque al final no fui mejor que él y porque quería un recordatorio de los motivos por los que seguíamos juntos. Si fueran tantos, ¿por qué también caí ante la tentación? ¿Por qué ambos lo hicimos? Sé que de mi parte fue en un momento vulnerable directamente relacionado con su engaño, pero la traición no tiene justificación.
Media hora esperándolo bajo la mirada llena de lástima del mesero, aprieto la mandíbula al verlo entrar al local arrastrando su pequeña maleta como si pesara una tonelada. El ambiente del sitio es lujoso y moderno. Él siempre se reúne en lugares así con sus amigos, con su saco de miles de libras y pelo engomado, pero así no son los lugares a los que me invita. Me lleva a restaurantes donde sabe que no se encontrará con las personas de su círculo social porque se avergüenza de mí, o eso es lo que deduje tras tantas negativas a acompañarlo a las cenas de negocios como novia trofeo. Estaba de suerte, por otro lado. Cinco minutos más y habría encontrado una silla vacía: estaba lista para irme cuando llegó.
─Hola ─dijo sentándose frente a mí como si nada.
─Buenas tardes ─gruñí.
─¿Cómo estás?
─Estoy bien, ¿tú?
Suspiró─. Cansado como no te imaginas. Necesito una buena siesta para recuperarme de esto. Tengo mucho trabajo que hacer después. ─Tomó el menú que le ofrecía el mesero. Lo evaluó con una arrogante ceja arqueada─. ¿Qué eliges, bebé? ¿Has visto algo interesante aquí?
«Por desgracia no», respondió mi subconsciente pensando en Loren.
Sus músculos eran su nueva definición de interesante, al parecer.
─Déjame revisar ─respondí con las mejillas sonrojadas.
Brandon frunció el ceño─. ¿Qué hiciste mientras estuviste esperando?
El hombre con el chaleco tosió. Me estremecí. Ese era el estúpido tono demandante de nuevo. Lo usaba conmigo para «hacerme entrar en razón o corregirme» como si él fuera algún tipo de maestro de la vida, pero ahora me daba cuenta de que era más que eso. Él no era mi padre y ciertamente no lo contraté como mi profesor, era mi novio, así que ese tono iba mayormente destinado a cuestionar mi inteligencia y a hacerme sentir mal más que a otra cosa.
A posicionarme por debajo de él, quién aparentemente tenía todas las respuestas y trucos bajo la manga.
Alcé la barbilla─. ¿Debía hacer algo a parte de esperarte, Brandon?
Ignoró el sonido de aprobación del mesero y le restó importancia al asunto con la mano, como si mi defensa fuera un berrinche que se solucionaría en casa, pero vi cómo su mirada se llenaba de sorpresa. No era ajena a ese sentimiento. No sabía qué me pasaba. Últimamente sacaba fuerzas y la agilidad que antes no sabía que tenía para hacer muchas tareas pendientes: mandar a la mierda a mi madre, ponerme en contacto con uno de mis hermanastros, fijar una cita para hablar con Lucas acerca del efecto Van Allen y aceptar salir otra vez con las chicas.
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Deseos prohibidos © (DESEOS #3)
General FictionLoren Van Allen no es de los que se enamoran de cualquier cosa a primera vista; no compra un par de zapatos hasta probarlos, no cambia su sabor favorito de helado para experimentar con otro y definitivamente no altera el orden de su vida por una muj...