Capítulo 36: El plan.

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ANABELLE:

Mi estómago ardía, contrayéndose, cuando desperté, sumándosele a la desagradable sensación de mi cabeza a punto de explotar. La sostuve entre mis manos mientras me incorporaba sobre una cama que no era la mía, pero que conocía tan bien que incluso reconocería en otra vida.

─¿Loren? ─pregunté en un tono que sonó lamentable.

Lo extrañaba tanto. Lo quería tanto.

Mi labio inferior tembló. Probablemente mi llanto era producto de los efectos secundarios del alcohol que aún sacudían mi cuerpo. Era genuino, sin embargo, aunque me hacía sentir como una niña triste por haber perdido su juguete favorito, solo que en este caso en realidad estábamos hablando del amor de mi vida. Mi intención nunca había sido que me viera de esta forma. Rota. Loca. Alcohólica. Quería enseñarle la mejor versión de mí cuando nos reencontráramos directamente de nuevo, no esto. Lo había arruinado de nuevo.

─Al fin luces consciente ─gruñeron desde la puerta, sobresaltándome─. Han pasado a penas dos horas desde que te traje, pero es la primera vez que luces en tus cabales y me miras fijamente. Al parecer la idea de deslizarte por mi escalera en una tapa de cartón era más interesante que...

─¡Cállate! ─grité antes de tambalearme hacia él.

Su rostro lució en blanco, pero no mantuvo sus labios juntos.

─Mierda, pero creo que sigues ebria, ¿no es así?

Me paré frente a él, echándole un vistazo de arriba abajo con ninguna intención de esconder mi admiración. Usaba una sencilla camiseta de algodón y pantalones de pijama, sus pies descalzos. Lucía hermoso, lo cual no era ninguna sorpresa, solo que esta vez su apariencia me resultaba un poco tormentosa. La mirada en sus ojos no era completamente dulce, como antes, pero tampoco completamente indiferente. Podía ver que estaba luchando contra el mismo impulso que yo sentía, el de querer abrazarlo y nunca más dejarlo ir, en mis venas.

Pobre bebé.

Haría lo mismo que él y tomaría la mejor decisión para ambos.

─¿Anabelle? ─exigió, su voz tensa─. Respóndeme.

Mis labios se curvaron en una sonrisita.

─¿Cuál era la pregunta?

Sus puños se apretaron a ambos lados de su cuerpo mientras daba un paso hacia adelante, casi juntando nuestros rostros. Mi respiración se mezclaba con la suya y solo eso hacía que quisiera desmayarme de nuevo, pero fui fuerte y aguanté por ambos.

─¿Estás viendo fantasmas aún? ¿Todavía quieres lanzarte por mi escalera sobre una tapa de caja de zapatos?

Negué.

─No. En este momento hay otra cosa que prefiero hacer.

Su nuez de Adán se movió mientras tragaba.

─¿Qué? ¿Guindarte de un candelabro?

─No.

─¿Tomar un avión a Egipto? Estuviste hablando de eso en sueños.

Arrugué la nariz. ¿Por qué iría a Egipto?

─No.

─¿Entonces?

─Entonces voy a besarte, tonto.

Me puse de puntillas sin dejarlo responder, aplastando mis labios contra los suyos con fuerza, guindándome de su cuello cuando intentó apartarme. Cuando lo intentó por segunda vez murmurando mi nombre lo llevé al siguiente nivel saltando sobre él hasta que se dio cuenta de que si no me ayudaba a rodearlo con mis piernas las probabilidades de que terminásemos en el piso eran altas. Mientras me sostenía aproveché su momento de debilidad metiendo mi lengua dentro de él, insistiendo e insistiendo hasta que finalmente se rindió, besándome de vuelta.

Deseos prohibidos © (DESEOS #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora