♡ Leer escuchando la canción ♡
LOREN:
Si creí que verla llorar me rompería el corazón, no tenía ni idea de lo que me esperaba cuando la metí en el auto. En lugar de estarse quieta, Anabelle empezó a patalear y dar golpes con sus manos contra el cristal de la ventana, gritando como si estuviese siendo torturada. Intenté sostener una de ellas y hacer que se detuviera, pero el llanto solo se volvió más fuerte y casi perdí el control del auto. Eventualmente se agotó y su cabeza quedó guindando hacia adelante, sus hombros temblando. Un par de minutos después estaba estacionado frente a emergencias. Cuando alcé su mentón para mirarla a los ojos murmuraba incoherencias y tenía la mirada perdida. Vacía. Ida. Pánico es poco al lado de lo que sentí.
No podía jodidamente manejar esto.
Habíamos estado tan cerca de estar bien, tenido una probada. Tan jodidamente cerca que aún saboreaba la felicidad en mi paladar.
─Nena, llegamos, déjame llevarte dentro.
─Lo siento ─decía─. Lo siento, debí quedarme acostada, no debí moverme. Lo siento, Loren. No debí ser una estúpida y alterarme. Maté a nuestro bebé.
Santa mierda.
─No es tu culpa, Anabelle. No vuelvas a decir algo como eso. ¿No te has visto en un espejo, nena? Eres la cosa más adorable que existe. ─Se dejó tomar con suavidad. Mientras la llevaba a través de las puertas, probablemente luciendo como dos personas que acaban de escapar del infierno, presioné mis labios contra su frente hasta que un par de camilleros nos alcanzaron. La deposité con delicadeza en la camilla─. Nunca matarías a nadie y, definitivamente, nunca matarías a nuestro bebé.
Su barbilla tembló.
─Lo hice. No lo mantuve dentro de mí, soy débil, ¿me dejarás? Ese día dijiste que lo harías si no lo mantenía. Él era lo único que nos mantenía juntos ─sollozó, lo que hizo que los camilleros me miraran como si fuera la peor mierda e incrementaran la velocidad de camino a los doctores, dejándome atrás.
Lo peor del asunto era que sí lo había dicho.
Y no tenía ni idea de cómo retractarme.
Y que de tenerla Anabelle no la oiría en lo absoluto.
Joder.
No, lo peor era que había estado fanfarroneando por allí mientras Anabelle perdía a nuestro bebé estando en su estado más vulnerable. Un estado durante el que yo debía haberla cuidado. Era una jodida mierda de hombre. Me senté en la sala de espera, malditamente resistiendo las ganas de irrumpir en la habitación a dónde se la habían llevado, ya que no me dejaron pasar por no ser familia.
El doctor de guardia, mientras llegaban Sophie y los demás, tuvo la decencia de informarme que Ana estaba siendo preparada para un legrado y que estaba recibiendo sangre para solventar la pérdida por la hemorragia que había tenido, lo cual también tratarían. La habían tenido que sedar.
En conclusión, habíamos perdido a nuestro bebé.
Por mi maldita culpa.
Y no estar junto a ella en ese momento, incluso en el quirófano donde ningún familiar podía entrar, fue lo más duro a lo que me había enfrentado jamás. Era un mundo completamente distinto a estar de espectador o internado. Había tenido una probada de ello antes, no la tomé lo suficientemente en serio y aquí estábamos. Pagando las consecuencias de mi estupidez. Ahora entendía por qué Anabelle no me había dicho la primera vez. Si este hueco en el pecho era lo que sentías por días, meses, tal vez años, yo también habría hecho hasta lo imposible por evitárselo.
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Deseos prohibidos © (DESEOS #3)
Ficción GeneralLoren Van Allen no es de los que se enamoran de cualquier cosa a primera vista; no compra un par de zapatos hasta probarlos, no cambia su sabor favorito de helado para experimentar con otro y definitivamente no altera el orden de su vida por una muj...