LENA:
Las personas que hemos sufrido demasiado en esta vida tenemos un grave problema: a veces olvidamos que los demás, aquellos que no han sufrido tanto como nosotros, sufren también. Me di cuenta de ello cuando vi el rostro de Loren al traer a Mike. Lucía deshecho. No había entendido el motivo, puesto que se fue tan pronto llegó, hasta que mi bebé me contó todo lo que había sucedido. La novia de Loren, la bonita pelirroja del kínder, se había enterado de la prueba de una mala manera. Mi corazón se arrugó entonces, mi mente castigándome por lo estúpida que había sido teniendo esa conversación con el laboratorio tan cerca de él. Les había pedido que me enviaran los resultados de la prueba de paternidad primero que a Loren para poder prepararme con anticipación para los resultados. Mike, tras oírme, se había escapado de casa para ir a verlo y preguntarle si era cierto porque ya no confiaba en mí para preguntarme.
¿Podía culparlo?
No.
No podía mentirle a Mike por más que lo intentara. Tampoco ocultarle cosas. Pasábamos tanto tiempo juntos, en nuestro día a día éramos solo nosotros dos, que ya sabía leerme tanto como si hablaba como si no. Dolía, sin embargo, ser madre de un niño tan maduro e inteligente que pudiera ver a través de la ingenuidad de la infancia. Pero no por mí. Por él. Me dolía no poder protegerlo del mundo adulto. De mí misma. De mis errores.
Por eso no lo castigué por haberse escapado.
─Mike, ¿en qué estabas pensando? ─le pregunté mientras me acurrucaba con él en su habitación. Las paredes las habíamos pintado juntos─. No puedes simplemente tomar tus cosas e irte. Aún eres muy pequeño para eso. Ni siquiera he conocido a tu primera novia ─bromeé con los ojos llenos de lágrimas.
─Quería ir con Loren ─respondió abrazándome─. Mamá, no llores por mi culpa, por favor. Por eso no te pregunté. Las chicas lloran todo el tiempo. Estoy cansado de verte llorar por mí.
─Los hombres también lloran ─murmuré posicionando mi cabeza sobre su pequeño estómago, inmediatamente recibiendo sus caricias en mi cabello y rodeándolo aún más con mis brazos.
─Loren no llora ─dijo.
Bueno, Loren era un idiota.
Había estado enamorada de él cuando éramos unos niños, aunque no niego que gran parte de ello fue atracción física y el deseo mutuo de rebelarnos a nuestros padres, pero eso había quedado en el pasado. Un buen pasado. Uno donde mi padre aún vivía. Dónde tenía una vida propia. Amaba a Mike con todo mi corazón, pero no era mentira que ese amor me consumía. No hacía nada que no girara alrededor de él, de su enfermedad, por el cotidiano miedo de no tener un minuto más con él después. Por eso fue fácil para mí consumirme en el recuerdo de tiempos mejores y añorar una dosis de ello, hacerme ideas con Loren, pero ya había quedado más que claro que era a su novia a quién amaba y eso lo respetaba. Había llegado demasiado tarde a una historia que ya había empezado y cuyo final no podía alterar. Lo único que podía hacer ahora era rezar para que Anabelle no me odiara si Mike al final resultaba ser hijo de Loren. Había sido un poco perra con ella, aunque no era que no me hubiese devuelto el balón, por lo que esperaba que a largo plazo al menos pudiéramos mantener una conversación. Quería hacerlo lo más fácil posible de asimilar para él.
Mi príncipe.
Cada vez que íbamos a una quimioterapia o era sometido a un tratamiento que lo dejaba a penas consciente de sí mismo, recordaba cuándo era más pequeño y conservaba sus risos rubios arena como el de papá. O cuando íbamos al acuario y pedía nadar con los delfines, su enfermedad a penas iniciando, cuando tan solo tenía tres o cuatro años. Recordaba el color bronceado que podía adquirir su piel en la playa de una isla. Cómo lucían sus rostro con las mejillas regordetas, no planas a pesar de lo mucho que comiera. Aún enfermo era precioso, un niño de ojos marrones que cuando te veía te hacía sentir incómodo, porque realmente lo hacía. Mike te analizaba antes de decidir si eras algo que valía la pena y entablar conversación. Mi padre, Peter, era su clon. Después de que Paul nos dejó ellos jugaban a llamarse a sí mismo padre e hijo, algo que no detuve pensando que su abuelo sería la única figura paterna que Mike tendría.
ESTÁS LEYENDO
Deseos prohibidos © (DESEOS #3)
General FictionLoren Van Allen no es de los que se enamoran de cualquier cosa a primera vista; no compra un par de zapatos hasta probarlos, no cambia su sabor favorito de helado para experimentar con otro y definitivamente no altera el orden de su vida por una muj...