LOREN:
Llegué a casa a las dos y media de la mañana. Mi Lamborghini se encontraba aún estacionado donde Ryan. A penas sus esposas comenzaron a llamar preguntando a qué hora llegarían, media hora después de que Marie volviera del recital de Suzanne y sacara la mierda fuera de mí por dejar a Anabelle sola en el hospital, John y Nathan me trajeron antes de volver con sus familias porque estaba tan malditamente borracho que no podía sostenerme sobre mis propios pies. Me ayudaron a entrar en el departamento y a subir las escaleras para alcanzar habitación, la cual se sentía en el otro extremo del planeta. Mientras me empujaban para llevarme al segundo piso, maldecía en mi inconsciencia cualquiera que haya sido mi pensamiento cuando pedí hacer los escalones tan jodidamente extravagantes. A penas recobrara al completo mis capacidades mandaría a construir una rampa.
─Maldición, Van Allen ─gruñó el marido de mi hermana cuando por fin llegamos a la puerta de mi alcoba─. Pesas demasiado.
Debilucho.
─Deberías ir al gimnasio con nosotros ─continúo John─. Mañana tomaré un panfleto para ti. La pasamos bien allá. Debes ver a Ryan bailar ─se burló─. No sé por qué no te lo habíamos preguntado antes.
Nathan empujó la puerta con su hombro.
─Porque no sabíamos que estaba tan gordo.
─¿Loren? ─Su linda voz soñolienta consiguió que moviera uno de mis dedos. Había olvidado que ella estaría aquí─. ¿Nathan? ¿John? ─La luz encendida hizo que parpadeara. Sus pasos aproximándose solo lograron que mis músculos se tensaran. Mi cuerpo la quería cerca, mi corazón lejos y mi mente estaba ausente. No sabía cómo jodidamente reaccionar. No podía hacerlo, de todos modos. Borracho como estaba a penas lograba entender lo que decían─. ¿Qué pasó? ¿Qué hora es?
─Son casi las tres de la mañana ─respondió John empujándome dentro de la cama─. Tu hombre está casi inconsciente de alcohol, pero no lo culpamos. Está pasando por un momento difícil.
─Yo... ─empezó a decir, pero Nathan la cortó.
─Sé buena con él, Ana. En verdad está destruido.
─Intentaré arreglarlo. ─La desolación en su voz me llenó de deseos de protegerla, lo que solo logró que me molestara conmigo mismo por tener tan poca dignidad. Era el maldito perro faldero de Anabelle─. No sé cómo lo haré, pero lo conseguiré. Lo amo.
─Lo sabemos, chica ─la animó John─. Estamos de tu lado.
Nathan tosió.
─Admito que no tenía tanta fe en ustedes cuando empezaron. Pensé que Loren sería un idiota y te rompería el corazón en algún momento. ─Hizo una breve pausa─. Nunca me vino a la cabeza que sería al revés. ─Abriendo uno de mis ojos, vi cómo ambos se despedían abrazándola. Enojado con Anabelle o no, me habría molestado como la mierda si no supiera cuán enamorado estaban de sus propias mujeres. Llevaba a mi hijo. Ella seguía siendo mía─. Si necesitas algo de ayuda puedes llamar. Estaremos aquí en un segundo. ─Apretó su hombro─. Cerraremos al salir. Adiós, chica.
─Hasta pronto, Anabelle ─se despidió John.
Los escuché irse después de eso. Segundos o minutos luego, sentí sus manos trabajar en mi cinturón y luego bajar mis pantalones. Mi erección no ayudó en lo absoluto. Se tardó un poco con ellos por lo grande que yo era en comparación a ella, pero le fue mucho más fácil con mi camisa y saco. Una vez estuve desnudo, mi pene duro apuntando hacia el cielo por sus atenciones, lo que odié por lo débil que eso significaba que era, el colchón se hundió junto a mí. Sus dedos viajaron a mi cabeza. La arrastró, forzándome a moverme para no ser decapitado, hasta que la posó sobre sus muslos. Sus dedos cepillaron mi cabello. Mi garganta se contrajo. Habían pasado meses desde que Anabelle me había tocado así. Desde que tenía una pequeña dosis de esta versión de ella que adoraba. De la dulce, transparente y preciosa chica que me robó el aliento.
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Deseos prohibidos © (DESEOS #3)
General FictionLoren Van Allen no es de los que se enamoran de cualquier cosa a primera vista; no compra un par de zapatos hasta probarlos, no cambia su sabor favorito de helado para experimentar con otro y definitivamente no altera el orden de su vida por una muj...