Capítulo 48: Él.

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Dos días después.

LOREN:

¿La cafetería junto al hospital? El maldito mejor lugar del planeta tierra desde que descubrí que servían cerveza. En la que quedaba dentro del hospital solo había buenos sándwiches, buena comida en general. Después de que el laboratorio me entregó los resultados de la prueba de paternidad de Mike, pedí un par y ocupé una mesa al fondo. El sobre blanco estaba frente a mí, llamándome para ser abierto, torturándome y generando un conflicto interior en mí como nunca nada lo hizo en esta vida.

Deseaba que fuera mi hijo. No lo negaba.

La parte más humana de mí quería que fuera mío y no del maldito de Paul, Mike no se merecía a esa escoria como padre, pero la otra, mucho más humana que esa, estaba aterrada sobre lo que podría sentir de serlo y esperaba que todo fuera un juego, que ese dolor le perteneciera a alguien más. Ya había perdido dos bebés con Belle. Con uno no tuve la oportunidad de llorar su partida. Perder el otro me había destruido, llevándome a tomar decisiones de mierda que lastimaron y alejaron a la mujer que amaba, y esto no dejaba de tener el riesgo de que sucediera lo mismo. Mike estaba críticamente enfermo. Podría desaparecer en cualquier momento, dejándome con la culpa de no haber estado allí en sus peores y mejores momentos. Solo había sido capaz de separarme de él para ir por el sobre con los resultados, pero solo porque se durmió. De otra manera estaría sentado junto a él como lo había estado desde que Anabelle se fue, convirtiéndose en el único motivo por el que no estaba hundido en una botella de alcohol.

Tomé un sorbo.

Tomé otro.

Tomé hasta que creí que no sería capaz de leer, pidiendo cinco más, pero aún así lo fui y leí.

Positivo.

Y leí y leí y volví a leer hasta que las letras hicieron un torbellino que luego se convirtió en oscuridad. Para cuando volví a mis cabales estaba en emergencias para adultos, Ryan inclinado sobre mí con una expresión de lástima en el rostro.

─Hey ─lo saludé desde la camilla.

─Loren. ─Afirmó mientras se cruzaba de brazos─. Por favor, haznos un favor a todos y no seas un Paul 2.0. No me importa si su madre se acostó con todo Cornwall o si la situación es muy difícil, o si tu novia por fin se dio cuenta de que es demasiado buena para ti y te dejó. Sé bueno para el niño. No me hagas patearte el culo ─gruñó mientras apretaba mi pierna con fuerza. Demasiada fuerza─. Prométeme que esta será la última vez que bebes hasta perder la consciencia solo porque una mierda parece imposible de resolver. Él necesita un mejor ejemplo.

No ser egoísta.

No ser egoísta.

No ser egoísta.

Belle me había pedido que no fuera egoísta. Eso sonaba un poco como lo que Ryan me pedía.

Giré el rosto, cerrando mis ojos por la molestia de la luz, preguntándome cómo me encontró y qué estaban suministrándome por vía intravenosa. ¿Habían inventado un remedio para la resaca? ¿Qué había de algo para el dolor en el corazón? ¿Para la sensación de una lanza atravesando tu pecho?

¿Para levantarte y seguir luchando contra una montaña?

─Lo prometo ─susurré antes de caer en la oscuridad de nuevo.

Cornwall, Inglaterra.

Dos meses después.

Miércoles, 8 de junio de 2017.

Deseos prohibidos © (DESEOS #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora