ANABELLE:
Me separé de Loren solo cuando su cabeza estuvo desplomada sobre la almohada, sus ojos cerrados y sus facciones relajadas. Acaricié un poco el costado de su rostro antes de ponerme de pie y bajar a la primera planta donde Marie y papá me esperaban. Me apreté contra mi suéter de lana mientras la sorpresa de verlos jugar videojuegos en el salón de juegos de Loren. FIFA. Compartían un sofá y varias cervezas, por las botellas que había en la mesa. Salté cuando Marie metió un gol y se levantó, celebrando, lo cual se acabó cuando me vio.
─Lo siento, tu visita fue inesperada y en la emoción de verte olvidé mencionar que Lena estaba aquí ─dijo sin ningún rastro de culpa, una sonrisa tirando de sus labios carmesí.
Eso pensé, pero no pelearía con ella por Lena.
Después de todo lo que había hecho me lo merecía.
─No te preocupes.
─Manejaste a la perfección la situación. Por primera vez en tu vida. ─Marie estrechó mi hombro─. ¿Él está bien? Desde que todo esto pasó siempre uno de nosotros se quedaba a hacerle compañía, pero estás de vuelta, así que supongo que puedo ir a casa.
─Estamos bien ─murmuré─. Solo un poco cansados. ─Miré a papá─. No quiero ser desagradecida, pero Loren me necesita. Me quedaré unos días con él antes de regresar a casa.
─Si es que regresas ─gruñó abrazándome, lo cual acepté a regañadientes. No tenía nada en contra de ambos, pero lo que más quería en este momento era subir y acurrucarme junto a mi chico─. Cual sea el resultado que saques de esto, nuestra casa siempre será una opción para ti, ¿de acuerdo? ─Asentí mientras besaba mi frente─. Por cierto, toma. ─Me tendió el sobre que había estado en uno de los canastos─. Imagino que ahora quieres leerla.
Acaricié el borde de papel con mis dedos, negando.
─Puede esperar hasta mañana. La leeré con él o, mejor aún, le pediré que la lea para mí. ─Me centré en Marie, quién por alguna razón me miraba con preocupación. Intenté tranquilizarla─. No te preocupes por Loren. Cuidaré de él.
Marie separó los labios para hablar, pero fuera lo que fuera que iba a decir lo consideró mejor y decidió guardarlo para sí misma.
─Sé que está en buenas manos contigo ─se limitó a decir antes de tomar su abrigo y seguir a papá hacia la salida─. Nos vemos por allí, Anabelle. Me alegra que hayas vuelto a tus cabales. Lo lamento mucho por tu pérdida. Me habría gustado que los resultados fueran diferentes, pero hay cosas que simplemente no podemos controlar. ─Besó mis mejillas cuando nos acercamos a la puerta─. Adiós.
─Adiós ─susurré antes de cerrar y dirigirme a nuestra habitación.
De camino a la cama me quité los zapatos y pantalones. Dejé el sobre encima de la mesita de noche y me acosté lo más cerca que pude de Loren, mi rostro presionado contra su pecho, mi brazo rodeando su cintura, inhalando su aroma como si fuera la última vez que tuviera la oportunidad de hacerlo. Mis piernas enrolladas en las suyas. Lentamente, al cabo de unos minutos de simplemente disfrutar el hecho de estar cerca de él, mis ojos empezaron a cerrarse. Por primera vez en meses y aunque era demasiado pronto, considerando que mi segunda pérdida había sido tan solo un par de días atrás, realmente dormí sintiéndome como alguien preparado para enfrentar el mañana. Solo que cuando abrí mis ojos el mañana no era nada como esperaba.
Los rayos de sol entrando por su ventana fueron lo que me despertó, pero mis ojos se abrieron por el hecho de extender la mano y no encontrarlo. Una sonrisa tiró de mis labios y salté de la cama, el olor de su loción de afeitar llamándome desde el interior de su armario. Cuando entré, mis pasos livianos, lo encontré atando una corbata alrededor de su cuello. Usaba un lindo traje gris hecho a la medida y zapatos de vestir, su rostro completamente afeitado. Se miraba en el espejo mientras lo hacía. No pude evitar perderme en el profundo gris de sus ojos, un tono entre la tormenta y la noche que me hacía perder la cordura.
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Deseos prohibidos © (DESEOS #3)
General FictionLoren Van Allen no es de los que se enamoran de cualquier cosa a primera vista; no compra un par de zapatos hasta probarlos, no cambia su sabor favorito de helado para experimentar con otro y definitivamente no altera el orden de su vida por una muj...