ANABELLE:
Mis párpados se separaron al escuchar el sonido de la puerta abriéndose y cerrándose junto con una sucesión de pasos viniendo hacia mí. Acomodé la sábana contra mi pecho y me enderecé, estremeciéndome cuando una corriente de aire me recordó lo desnuda que estaba por debajo de ella. Mis músculos dolían. Lentamente alcé la vista del colchón, viajando a través de sus piernas bajo un pantalón de pijama y su torso desnudo, hasta detenerme en sus ojos grises. Su mirada era oscura y traviesa, pero calmada como si de momento estuviera satisfecho y no tuviera en mente volver a atacar.
Lucía más bien como si estuviera planeando su próximo asalto, los engranajes dentro de su apuesta cabeza moviéndose con velocidad. Junté mis muslos. Anoche fue la segunda vez que realmente me dejé llevar y disfruté del sexo. Loren, en definitiva, tenía este efecto inhibidor que me empujaba a disfrutar de cada momento en el que termináramos envueltos.
─Te traje el desayuno ─dijo sentándose y colocando la bandeja sobre su regazo. Palmeó el sitio a su lado─. Ven aquí, Belle, te daré de comer.
Mis mejillas se sonrojaron mientras me movía con cuidado de no dejar caer la tela. Ninguna protesta sobre él alimentándome como su mascota tendría sentido ahora. Ya habíamos compartido cualquier nivel máximo de intimidad.
─¿Panqueques? ─Mi tono fue maravillado. No había comido unos, estos tenían el plus del jarabe de chocolate encima, desde esa mañana en su casa. Ya los extrañaba─. Gracias ─murmuré tomando unos tres y acurrucándome a su lado para devorarlos con una taza de chocolate caliente.
Tanto chocolate me haría daño después, pero era mi adicción. Simplemente no puedes poner un paraíso de él frente a una chica y torturarla esperando que no se lo coma todo.
Si simplemente estallaba en M&M's luego, culparía a Loren.
─Nunca me he sentido tan desplazado como ahora. Tomaré nota mental para después: no le des chocolate a tu chica si lo que quieres es tener un momento romántico. Te engañará con el maldito frente a tus ojos ─refunfuñó junto a mí.
«Mi chica», dijo.
Temblé. Sería absurdo negarlo. A estas alturas me sentía como su chica, pero no sabía qué hacer con ello.
─No es mi culpa que no sepas tan bien como él. ─Mi mirada bajó a sus labios. Nuevamente mis mejillas estallaron. El sabor de su boca competía con el chocolate, pero él no tenía que saberlo─. ¡Loren! ─chillé cuando me robó mi panqueque perfecto, un enrollado con jarabe, queso y mantequilla, devorándolo en dos mordiscos─. Te odio.
Preparó uno igual y lo colocó solo a centímetros de mi rostro─. No, no me odias. ─Mi respiración se atoró─. Muerde.
Despacio, dudando por un breve instante, hice lo que me pidió.
─¿Soy yo o sabe mejor que el que yo hice? ─hablé con la boca medio llena.
Loren soltó una carcajada baja─. Eso es porque te la di. ─Besó la cima de mi cabeza y me dio el resto para que me encargara yo sola. Lo tomé con cierto resentimiento que se desvaneció cuando me di cuenta de lo que estaba deseando: ser alimentada como su maldita mascota─. ¿Quieres hablar de lo que pasó anoche?
Me congelé. ¿Hablar acerca de qué? ¿De la forma en la que me arrojé a sus brazos? ¿De lo que hicimos? ¿De lo bien que se sintió? ¿De cómo ahora no podía verlo sin sonrojarme? ¿Sin recordar lo bien que se sentía tener sus manos sobre mí? ¿Tenerlo dentro de mí? ¿Siendo uno? Pues no, no me iba a hacer decir en voz alta los sucios detalles.
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Deseos prohibidos © (DESEOS #3)
General FictionLoren Van Allen no es de los que se enamoran de cualquier cosa a primera vista; no compra un par de zapatos hasta probarlos, no cambia su sabor favorito de helado para experimentar con otro y definitivamente no altera el orden de su vida por una muj...