Capítulo 5: Loren Van Allen.

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LOREN:

Las noches de los viernes eran mi especialidad. Culminar un sábado o domingo en un pub me parecía poco emocionante a menos que se tratara de una auténtica excepción de piernas largas, mientras que los viernes tenían ese no sé qué magnético que desataba al Conde Drácula en mí. Pasaron más de dos semanas desde la última vez que me tomé un respiro, por lo que después de dejar a Ana en el jardín y terminar mi jornada pasé por el departamento para cambiarme para visitar Genf. El club nocturno estaba en su semana de inauguración. Era uno de los únicos de Brístol que encajaba entre mis gustos, excéntrico y cómodo, que no conocía. En lugar de escoger un deportivo para trasladarme me descubrí a mí mismo entrando de nuevo en la Hummer. Supe la razón tras la elección de mi subconsciente al inhalar los restos de su suave aroma a manzanas y canela.

Suspiré.

─Maldita sea.

«¿Por qué no podía oler a algo más desagradable?».

A basura o perfume de abuela, por ejemplo.

─¿Tú eres? ─preguntó el guardia en la entrada cuando me negué a hacer la fila llena de adolescentes con identidades falsas. Rodé los ojos. Eran pocas las veces que los de seguridad no entendían el mensaje implícito en mis jeans y camiseta de marca. Joder. Yo podía comprar su culo si quería─. ¿Qué pretendes? ─Colocó sus manos en mi pecho. El imbécil aplastaba sus palmas contra mis pectorales como si eso representara una amenaza para mí─. Maldito idiota, ¿no ves que hay una fila?

Les eché un vistazo a las chicas que estaban entrando. Eran un siete de diez: demasiado jóvenes para mi gusto, de mirada inocente, pero probablemente más experimentadas que un ama de casa que no vivió su juventud en el siglo veintiuno.

«Puedo trabajar con eso», pensé pasando mi brazo por encima del hombro de una de ellas.

─¿No ves con quién vengo? ─Deposité un beso en su mejilla que la dejó sin palabras por el tiempo justo para pasar─. Gracias, preciosa. ─Me desprendí del grupo cuando oficialmente estábamos en el local. Para pasar a la sección VIP, una estructura de metal por encima de la pista, no tuve problemas─. Loren Van Allen ─dije y, a diferencia del gorila de la entrada, una atractiva mujer vestida como en la época romana sosteniendo un portafolio me dejó pasar.

¿Cómo no? Dionisio era un mito junto a mí. Un simple cuento nórdico.

Ser un magnate del vino, una verdadera leyenda en carne y hueso, tenía sus ventajas. Conseguir la mejor mesa del área, con vista a la pista y privacidad exclusiva, entre ellas.

─No me jodas ─murmuré viéndola entrar con su grupo.

«Orden de alejamiento cocinándose», pensé cuando su mirada se topó con la mía y no me quedó más remedio que saludarla interpretando el papel de acosador que últimamente se sentía como una segunda piel.

─¿Puedo sentarme contigo? ─preguntó una voz femenina a mis espaldas.

Antes de darme la vuelta vi cómo un sujeto moreno, probablemente su famoso novio, tomaba su brazo con delicadeza y la sumergía en el mar de personas en la pista abriendo paso para ella con su cuerpo. Solo cuando perdí el rastro de la fugaz melena rojiza me giré para encontrarme con la dueña de extensiones rubias mirándome con ojitos de cordero. Asentí. Quería bajar y sacar su pequeño culo a bailar, pero ese derecho no me pertenecía.

─Tenía pensado pedir un servicio de tequila, ¿te apuntas?

─¿Qué tal de ron? ─Tras su afirmación me encargué de hacer el pedido. Menos de cinco minutos después estaban sirviéndonos nuestro primer vaso─. ¿Cómo te llamas, encanto? Normalmente deberías ser así de atrevida... ─Retiré su mano con manicura de mi entrepierna─. Después de haber compartido tu nombre.

Deseos prohibidos © (DESEOS #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora