Capítulo veintinueve. Confusión.

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Narra Anastasia.

—Se te ve mucho mejor. —La voz de Marcos me sobresaltó por unos segundos.

James me había dejado sola porque Álex había requerido su presencia con urgencia, forzándonos a que nuestra sesión de besos quedase pospuesta para más adelante. En ese momento sentí unas inmensas ganas de estrangular al moreno por haber interrumpido un momento tan especial y único, en que los dos nos habíamos armado de valor (mayormente él) y nos habíamos declarado mutuamente. Al principio me cogió bastante sorprendida, no podía llegar a creerme nada de lo que ocurría y menos esperaba una revelación tan minuciosa de sus sentimientos en unos momentos como estos. Yo simplemente había ido con la idea de hablar, de apoyarle y alentarlo a que todo se solucionaría, y vi una oportunidad en recordar viejos tiempos, pero nunca esperé que me fuese a declarar que le gusto. Ni si quiera sabía que le gustaba.

A ver, me lo imaginaba, pero no hasta este punto. Era consciente de lo que él sentía por mí porque podía percibirlo en sus gestos, en sus actos y en cómo reaccionaba su cuerpo cuando estaba cerca de mí, básicamente porque lo mismo que estaba experimentando en él en esos momentos, lo estaba haciendo yo. Aunque era indudable debido a los besos. Sí, definitivamente esos besos eran demasiado reveladores.

Todos los besos lo son, pero nuestros besos... Podía jurar que conseguíamos tocarnos el alma a través de ellos. Y no es ser cursi, es ser realista y ceñirme a los hechos.

—¿Se me ve mejor? —Repetí confusa la frase de Marcos. No entendía a qué se refería con ello. ¿Acaso se me ha visto mal en algún momento?

—En tu cara quedaba reflejada angustia y pavor. —Aclaró tomando asiento a mi lado. —Puedo deducir que es por esos enrevesados pensamientos que tienes sobre si James sentirá algo por Ana cuando la vea.

Y la realidad me sacudió por completo. Esos descabellados pensamientos habían sido sustituidos por los besos, caricias y declaraciones que James me había ofrecido anteriormente, dándole una patada a aquellas sandeces que inundaban mi cabeza. Pero, de nuevo, volvía ese inmenso cosquilleo agitando todo mi ser. Pero no uno de esos cosquilleos que deseas tener siempre, de felicidad y amor, sino uno de miedo. De terror de que James pudiese sentir algo por Ana. Es decir, no era una idea tan descabellada. Ellos tenían una historia juntos, muchos recuerdos, muchos momentos compartidos, sonrisas y abrazados como regalos de buenos días y... Bueno, vería lógico que aún sintiesen cosas el uno por el otro. Las lágrimas de James cuando se enteró de lo que le pasó a Ana reflejaron que aún dolía. No tenía la tristeza de un solo amigo, sino de que su corazón aún le pertenecía. Entonces otra idea aún más disparatada apareció por mi mente consiguiendo acoquinarme.

¿Y si el corazón de James siempre iba a pertenecer a Ana? Quizás no conseguía enamorarlo de la misma manera que ella lo hizo y mucho menos hacer que saliese de su cabeza. Tampoco es que quiera que se olvidase de ella por completo, fue un amor fuerte e infatigable, y todo lo que han vivido no podía ser olvidado. Es más, eran recuerdos que ni yo ni nadie tenían el derecho de arrebatárselos a James. Se los merecía. Todas las personas merecemos tener los buenos recuerdos con nosotros y sería egoísta por mi parte querer hacerlo.

Pero, en cierto modo, quería. Puedo pecar de egoísta o quizás de exagerada al estar dramatizando todo y que esos pensamientos estuviesen acechando en mi mente, agobiándome y comenzando a embarrullarme. Pero, ¿cómo se supone que debía actuar? Era consciente y tenía en cuenta cómo James me había quedado claro y había sido conciso en lo que sentía, pero la historia que ha vivido con Ana no se borra de un plumazo.

—Oye, ¿estás bien? —Estaba tan ensimismada en mis pensamientos que no fui consciente de que agua salada caía por mis mejillas en forma de lágrimas.

Creo que me he enamorado... (Terminada).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora