Capítulo treinta y dos. Convencida.

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Vale, admito que besa jodidamente bien. De acuerdo, sí, admito que me encanta como sus dedos trazan círculos en mi espalda. Que sí, que sí, que adoro como me abraza. Está bien, también admito que me gustan sus besos. ¡Me encantan los malditos besos de Marcos!

Sí, admito que estoy en problemas.

¿Por qué tiene que haber siempre problemas románticos en la vida de una persona? El amor está sobrevalorado y debería desaparecer. Y es irónico que lo diga yo, que soy una romántica empedernida. Pero en serio, resulta un fastidio cuando pasan cosas como estas. ¿Por qué tenía que haberme besado? Yo estaba tan sumamente feliz con el recuerdo de los besos de James y él viene ahora y lo complica todo. No me malinterpretéis, sigo queriendo a James y sigue gustándome y sus besos siguen volviéndome loca, pero vamos... ¿Qué se supone que debo hacer con Marcos? Porque es obvio que también me gusta que sus labios estén sobre los míos, sino no le estaría devolviendo el beso.

Demonios. Estúpidas hormonas. Estúpidos chicos. Estúpido mundo.

¡Yo ya no tengo edad para estas cosas! No soy una adolescente enamoradiza y que tiene muchos problemas amorosos en su cabeza, debatiéndose si irse con el chico malo o el bueno. Esa fase ya la pasé. En la cual, he de decir, que no viví ninguno de esos falsos clichés. La vida amorosa de una adolescente no es tan interesante a no ser que te vayas enrollando con cualquier chico, entonces sí.

O quizás simplemente cojas una enfermedad de trasmisión sexual por ser... En fin, no voy a decir palabrotas que ya tengo bastante con tener que lidiar con estos suaves labios.

El beso se rompió por falta de aire en nuestros pulmones. No quería abrir los ojos, es más, los apreté más fuertemente al igual que mis labios. No quería afrontar la realidad, de acuerdo, era una estupidez porque era consciente que en algún momento tenía que enfrentar todo esto pero... ¡No quería! No sabía que me había pasado ni que me había impulsado a seguirle ese beso, solo sabía que... Me había cuidado tan bien estos últimos días... Se había preocupado tanto por mí... Estuvo ahí. Lo tuve a mi lado. Quizás Marcos era el típico gracioso de turno pero cuando se tenía que poner serio y animar a una persona, lo hacía. Había conocido su lado dulce también y... Sorprendente. Nada más que añadir.

Jugueteé con mis dedos y suspiré profundamente. Tenía que dar la cara ante esta situación, no tenía ni la menor idea de qué sentía o qué me pasaba, pero al menos tenía que quedarle claro eso. Debía aclarar mis confusos pensamientos y sentimientos en primer lugar, pero antes de todo eso, tenía que salir de aquí. Huir al apartamento y no salir de mis cuatro paredes hasta que hubiese sacado alguna conclusión.

Y va a ser difícil.

¡Ni si quiera sabía que quería probar los labios de Marcos! Yo solamente me había fijado en él por su comportamiento bipolar, aunque bueno, tengo que admitir que es guapo. Muy guapo. ¡Pero eso no tiene por qué importarme! Yo quería a James. Me gustaba James. Adoraba al chico que odia las orquestas pero... ¿Entonces por qué anhelo ya otro beso del chico que tengo delante?

Todo el valor, motivación y mentalización que me había dado a mí misma quedó olvidada cuando abrí mis ojos y vi el rostro ilusionado, feliz y anonadado de Marcos. Tenía sus mejillas sonrosadas, sus labios hinchados, sus ojos brillaban y me lanzaban miradas de esperanza y satisfacción aunque podía visualizar un poco de miedo. Era evidente que ahora, yo debía ser la primera que hablase. O no, ¿sería creíble que sufriese un mareo?

Sería peor. Tendría que venir al médico conmigo y me sacaría las respuestas cuando estuviese somnolienta o bajo el efecto de algún estupefaciente.

—Yo... —la voz tartamuda del moreno hizo que saliese de mis divagaciones mentales y que volviese a prestarle atención. Él no sabía que decir. Yo no sabía que decir. Él no se movía. Yo no me movía.

Creo que me he enamorado... (Terminada).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora