Capítulo catorce. Otro novio psicótico.

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—Creo que tienes una novia loca. —Dijo Marcos cuando íbamos en busca de Anastasia.

No sé si es que había decidido ponerse a correr, había cogido un atasco o se había esfumado por arte de magia (literalmente. Ya estoy dispuesto a creerme cualquier cosa) pero no la encontrábamos por ningún lado. ¿Cuánto tiempo la llevaríamos buscando? ¿Media hora? Cerca de una diría yo; y aún así no hay rastro de ella. Marcos estaba tan tranquilo pero yo empezaba a preocuparme de que le hubiese pasado algo. ¿Y si la habían secuestrado como Ana? ¿O la habían matado y dejado en un callejón oscuro?

Vale, quizás vea demasiadas películas, ¡pero si esas películas existen es porque pasa constantemente!

—¿Por qué me ignoras? —Escuché de nuevo la voz de Marcos que consiguió hacerme volver en sí. Bueno, su voz y los molestos golpecitos en el brazo.

—Estate quieto, pesado. —Contesté mientras que, de un manotazo, le apartaba la mano. —No te estoy ignorando.

—Pienso que, ya que estoy ayudándote a buscar a tu novia loca, la mejor opción sería ir a las tientas o los sitios dónde hagan brujería más famosos para así, poder encontrarla pronto e irnos a tomar algo a algún bar.

—¿Has venido a emborracharte o a solucionar los problemas que tenemos?

—A esta ciudad solo se viene a emborracharse. Tienen el mejor bourbon. —Añadió mirándome con una sonrisa y unos ojos de cordero en respuesta de la mala mirada que le había lanzado.

—Pues esta vez hemos venido a solucionar problemas más importantes que el de cómo quitarte una gran resaca. —Avisé entrando en un callejón.

—Álex y tú os preocupáis demasiado. La vida está para vivirla, pienso que si estas en una ciudad como esta, debes aprovechar y beberte hasta el agua de mas macetas.

—Porque tú eres un inconsciente.

—No, porque yo soy joven. —Dijo haciendo énfasis en la última palabra. —Vosotros os comportáis como si tuvieseis ochenta años.

—Nosotros vemos los problemas y los afrontamos, no huimos de ellos. —Corregí.

—Los problemas son como el constipado: si vienen solos, también se irán solos.

—Primero, esa comparación es una mierda. —Dije mientras que le señalaba. —Y segundo, si un constipado lo quieres curar bien, debes ir al médico para que te recete algo y así no volver a recaer de nuevo pronto.

—Tonterías. —Contestó, seguidamente por un ademán con la mano. Restándole importancia a mi argumentación. —Ir al médico por un simple constipado es ir a medicarte de forma innecesaria.

—Prefiero no tener fiebre, al menos yo. —Dije alzando mis cejas.

—Tú eres un quejica, por eso no aguantas nada. Así aguantarás el alcohol...

—Tienes un problema con el alcohol ¿eh? ¿Estás seguro de que no eres alcoholico? —Pregunté llevándome una mirada reprobatoria por su parte. —De acuerdo. —Dije alzando mis manos. —Pero lo pareces.

—¿A quién no le gusta una copa de vez en cuando?

—Una copa está bien. —Asentí. —Pero no una botella entera de vodka.

—No me regañes a mí, que yo recuerde en tus tiempos locos, también lo hacías. —Dijo sonriendo de una manera bastante perturbadora.

—Si le sonríes así a las chicas es normal que no ligues. —Bromeé. Sinceramente no me apetecía volver a mencionar el pasado. —Pareces un psicópata en potencia.

Creo que me he enamorado... (Terminada).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora