Capítulo 4: ¿Sola?

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Una voz familiar se escucha cerca, la está llamando de forma dulce y cariñosa. "Oye dormilona, si te quedas así no vas disfrutar de la vida". El sol entra por la ventana y Norunn despierta, a su lado ve una silueta.

- Anciano, no hagas tanto escándalo en la mañana. Dice Norunn, pero al ver bien de quien se trata, se da cuenta que es Adrián.

- ¿Te sientes mejor Norunn? — Pregunta Adrián tranquilamente, pero ella recuerda lo ocurrido y comienza a llorar suavemente. El muchacho ve como las lágrimas de Norunn mojan la sabana, sin saber que hacer tan solamente sale de la habitación, tras cerrar la puerta escucha un doloroso grito.

Norunn estaba destrozada por la tristeza, presenciar los últimos instantes de Leónidas la marcarían de por vida. Ella no podía creer que el anciano que la cuido desde niña ya no volvería, aquel que se volvió un padre para ella y la crio de la mejor manera posible. Adrián regreso luego con un plato de comida, pero al entrar en la habitación solo vio que Norunn se había cubierto con las sabanas, poniendo el plato en velador salió nuevamente. Afuera lo espera el primer monje con el que hablaron, este se mostraba preocupado por Norunn.

- La señorita... ¿Aún no come nada? — Pregunto el monje y Adrián simplemente negó con la cabeza. — El funeral del archiduque será en la noche, entre todos los hermanos hemos hecho una tumba para él. – Le avisa aquel monje un tanto melancólico.

- Es muy amable de su parte, gracias por permitirle descansar en el lugar que tanto amo. — Contesta Adrián cortésmente, otro de los monjes apareció y se trataba del más anciano que vio.

- Solo le devolvemos todo lo que él hizo por nosotros, el archiduque siempre velo por este templo y el paso de las buganvillas. Chico aunque te permitimos entrar para visitar a la nieta del archiduque, no te puedes quedar... Sabes que tus acciones fueron muy deplorables. – Advierte aquel anciano.

- Lo sé muy bien, no tiene que decírmelo. – Adrián camino hacia las gradas y se fue del lugar.

- Padre, no cree que es muy cruel. Cualquiera de nosotros hubiera reaccionado de la misma forma o quizás peor. — Menciona el monje de antes, pero su superior le habla muy duramente.

- No hay disculpa para quitarle la vida a otra persona, él deberá cargar con ese pecado desde ahora. Además de que viendo sus ojos, puedo notar que no es la primera vez que ha matado, dentro suyo lleva un deseo muy oscuro... – El monje anciano camina tranquilo dejando a su discípulo inquieto por sus palabras.

Aunque Norunn estaba en la cama, las voces de afuera la hicieron pararse a escuchar, lentamente se alejó de la puerta. Por la ventana le pareció ver a Adrián llevando unas tablas, luego siguió llorando en la cama.

Adrián estaba martillando, cuando recordó algo del día de la tragedia. Los ladrones habían atado a Leónidas a un caballo, lo arrastraron todo el camino causándole gran agonía. Adrián no pudo contener su cólera, mato a cada uno de los bandidos usando sus dagas y con el agua de un arroyo cercano, destrozo sus cuerpos sin dejar casi ningún rastro, tomando a Leónidas en brazos este le dijo su última voluntad.

- En ver-verdad... eres una persona muy sentimental, aunque no-no lo parezcas... Siento un aire de tris-tristeza a tu alrededor... Es igual al que tenías cuando te vi... Pe-pero no lo expresas en tu rostro... En verdad... en verdad... ¿Te puedes entristecer así por alguien que... que casi no conocías? — Leónidas apenas puede hablar por las heridas de su cuerpo.

CAMINO: Hacia un cielo azul.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora