Especial Luca - III

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Me levanto temprano, Laura duerme en mi pecho, me llena el alma saber que a partir de hoy, estaremos juntos, que tanto ella como la princesita que tiene por hija van a estar conmigo para siempre.

Observo a Laura durante un rato. Decido que hoy me toca a mí hacer el desayuno para ella, cada vez que me quedo, despierto cuando ya lo tiene todo hecho. Me levanto con cuidado de no despertarla, me dirijo al baño, me doy una ducha rápida, recordando la noche que tuvimos ayer, la forma en cómo se entregó a mí. Salgo y me seco con la toalla que había dejado preparada con anterioridad, me pongo únicamente los bóxers, salgo del baño y observo como Laura aún duerme. Salgo de la habitación, y paso por el de Leire. Al acercarme me doy cuenta de que la pequeña ya está despierta, comiéndose sus deditos. Es simplemente hermosa, no puedo creer la suerte que he tenido al encontrar a Laura y a la princesita que ahora mismo me mira con una sonrisa. La cojo en brazos y ella ríe de felicidad. Esta niña me llena el alma tanto como su madre. Me tienen loco entre las dos, una porqué es la razón de mi existencia, y esta pequeña porqué es clavada a su madre. Son como dos soles para mí.

Decido llevármela conmigo en pijama, pero primero le cambio el pañal. Una vez lista, nos dirigimos a la cocina.

La siento en su trona, y, mientras me dispongo a empezar el desayuno, unas manos rodean mi cintura y unos labios suaves y calientes me besan la espalda.

- Pensaba que ibas a dormir más. Quería prepararte el desayuno y llevártelo a la cama.

Siento más besos en la espalda y sus caricias en mi abdomen.

- Si, me hubiese encantado, pero anoche no prepare los biberones de Leire, y a no ser que puedas darle el pecho, creo que es un trabajo solamente para mí.

- Pensaba que ya no tomaba pecho, pensaba que era solo leche en polvo de la normal.

- Ya bueno, por las mañanas es un poco tiquismiquis, le gusta la leche materna, por eso suelo preparar al menos uno antes de irme a la cama, para luego no estar con el dolor de pecho todo el día. Le gusta solamente recién levantada, durante el día suele alimentarse de potitos y papillas, pero cuando se levanta por la mañana me toca trabajar.

Veo que se dirige a la pequeña y la coge en brazos, la sigo, no suelo ver a una mujer amamantar seguido, así que me pica la curiosidad. Veo cómo se acomoda en el sofá, y la pequeña va directa a su pecho sin dejar que Laura se acomode, veo que intenta agarrar una almohada, me acerco y se la doy, ella me agradece mientras encuentra la postura adecuada. Se baja una parte de la camisa de dormir y se saca el pecho. Rápidamente Leire se engancha y veo a Laura hacer una mueca de dolor.

- ¿Estás bien mi amor? - Me preocupa que la bebé le haga daño.

- Si, es normal, aprieta más que cuando estaba recién nacida, pero tranquilo. - Me regala una maravillosa sonrisa.

Y me quedo allí, como un bobo, viendo como la mujer de mi vida alimenta a la princesa que tiene en sus brazos.

Se me cae la baba con esta escena. Laura es increíble.

- Mi reina. ¿Qué te parece si hoy vamos a casa de mis padres y te presento a mi madre?

Laura parece pensárselo un poco, pero al final me sonríe y asiente con la cabeza.

- Bien. Voy a terminar con el desayuno mientras tú acabas con la pequeña.

Me acerco a ella y le beso esos labios rosados y carnosos. Me separo cuando siento a Leire removerse entre los brazos de su madre. Me dirijo a la cocina y decido hacer una ensalada de fruta con zumo natural y café.

Después de desayunar, nos vestimos y estamos listos para irnos a mi casa, tengo muchas ganas de que mi madre conozca a Laura y Leire.

Mis dos reinas van vestidas hermosas. Subimos a mi coche y nos dirigimos hacia mi casa.

He avisado a todo el mundo de que Laura ya sabe que somos licántropos, pero que llevamos a una pequeña que no conoce este mundo, no quiero que la asusten.

- Laura, no te asustes, por nuestros lados, hay ocho licántropos siguiéndonos, son de la manada, así que no te preocupes. Simplemente están asegurándose de que llegamos bien y que nada nos pase.

- No lo había notado, pero gracias por avisar. - responde con su maravillosa sonrisa.

Observo cómo controla a Leire que va sentada en la parte de atrás con su sillita nueva.

Al cabo de una hora, llegamos por fin a la entrada de la manada. Laura observa todo a su alrededor. Hay varias personas jugando por la calle y en los parques, muchos niños, algunos convertidos en lobeznos, corretean de aquí para allá. Leire se quedó dormida en algún punto del trayecto. Aparco el coche enfrente de mi casa, y mientras nosotros salimos del coche, mis padres abren la puerta de casa y salen a recibirnos. Laura coge en brazos a Leire, yo cierro la puerta detrás de ella y cargo con la mochila de la pequeña.

- Hola mamá, hola papá. Ella es Laura y la pequeña dormilona es Leire. Laura, ellos son mi madre Sofía, y mi padre Emmanuel, aunque a él ya le conoces. - Hago las pertinentes presentaciones, observo que muchas personas del pueblo nos miran.

Un pequeño niño, convertido en lobezno, se acerca a Laura. Ella, con mucha facilidad y maestría, se agacha y le saluda, el pequeño, al que reconozco como Mathew, mueve la cola feliz, pero se acerca con cautela hacia Leire, que abre los ojos en aquel mismo momento. La pequeña acerca su mano al cachorro y le acaricia la cabeza. Laura le enseña que tiene que hacerlo con mucho cuidado y suavidad para no lastimarle. Mathew le lame la mano y Leire se echa a reír.

Nos dirigimos a dentro de la casa, mamá lleva a Leire en brazos, y la pequeña está encantada con ella. Mi madre ya ni se diga, ya está completamente enamorada de la princesita. Otra persona mas que ha caído en las redes de la pequeña Leire.

Pasamos una tarde de lo más normal, entre risas y recordando vivencias. Al cabo de unas horas, llega mi hermano de trabajar. Cuando ve a Leire, rápidamente se la roba a mi madre de los brazos, literalmente, y le da muchos mimos.

Y así, termina de transcurrir el día. Comemos con mis padres, nos pasamos la tarde recorriendo la manada y presentándole a la gente que vive aquí a Laura. Los niños se acercan a ella, la saludan e incluso a Leire, todo el mundo la acepta, y a la pequeña también.

Cuando cae la noche, decido que lo mejor es que se queden a dormir, es martes, pero Laura tiene una excedencia en el trabajo por el tema de la niña.

Nos dirigimos de nuevo a casa, le indico a Laura que habitación ocupara la pequeña, que está al lado de la mía, donde dormiremos los dos.

Esta noche, la pasamos solamente durmiendo, sin hacer nada más. Solamente descansamos después de un día genial.

Mañana será otro día.

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