Propiedad Del Alpha

Capítulo 35

Hoy es Navidad, día de abrir regalos. Me despierto por la mañana, rodeada de los brazos de mi chico. Es hora de levantarse, así que poco a poco me voy deshaciendo de su abrazo y cuando creo estar por fin libre, vuelve a cogerme por la cintura y a acercarme a él, quedando debajo de su cuerpo y su prominente erección. Debo decir que mi deseo sexual ha aumentado significativamente, y solamente el hecho de notar su erección dura y preparada hace que mi sexo se lubrique al momento, preparándose para lo que será un muy buen despertar y la mejor mañana de navidad que podría haber soñado.

Después de un par de veces en la cama, terminamos los dos haciendo el amor bajo la ducha, donde se supone deberíamos estar limpiándonos y preparándonos para bajar al comedor. Después de un último orgasmo en la ducha, por fin somos libres para bañarnos y bajar a desayunar.

Al bajar puedo ver sonrisas pícaras, y es en ese momento, en el que mi cara se pone completamente roja. Todos deben haber oído la maravillosa mañana que he pasado en los brazos de mi marido, pero yo no sabía que se iban a quedar todos en casa, sino, nunca hubiese pasado.

Después de desayunar y de subir a vestir a mi pequeña con su disfraz de navidad, bajo para abrir los regalos.

(LOS REGALOS ESTARÁN EN LOS SIGUIENTES ESPECIALES)

Después de abrir los regalos de todos, decidimos que, mientras las cocineras se van a la cocina, los demás no quedamos en el comedor. Luca monta rápidamente el regalo de Leire y ella más feliz que nadie lo estrena.

Pasamos lo que creo que son horas, disfrutando al ver a mi niña pasarlo tan bien con todos, cuando siento un dolor punzante en mi barriga. Me la agarro y suelto un gemido de dolor que alerta a todos. No siento sangre deslizarse por mis piernas, por lo que no es un aborto. No sé si eso me relaja o me asusta más. Cuando Luca llega a mi lado y pone su mano en mi barriga, el dolor cesa de un lado, así que decido coger la otra y colocarla en el otro lado, y el dolor para por completo. Respiro aliviada y le pido a Luca que no se aleje hasta que mis niños estén tranquilos.

Pido que no llamen a Bruce, pues el dolor ha remitido y me siento bien de nuevo. Cuando siento que los pequeños lobitos que llevo en mi se han relajado lo suficiente, creo que es momento de sentarnos a comer. Como poca cantidad, pues mi estomago se ha cerrado un poco por el susto.

Me pongo a pensar en el porqué de ese ataque de mis pequeños no nacidos. Y me doy cuenta que todos estábamos prestando atención a la pequeña Leire, y, en el momento que me doy cuenta que podría ser ese el motivo, una risa escapa de mi, haciendo que todos callen y me miren como si me hubiese salido otra cabeza.

- Creo que ya se a que se ha debido ese dolor.

Miro a Luca que me mira sorprendido.

- Pues tú dirás amor, porque el susto que me he llevado no ha sido gratificante.

- Mi vida, creo que nuestros cachorros estaban celosos de que todos tuviésemos la atención puesta en la pequeña Leire.

Todos se paran a pensar en lo que he dicho, hasta que todos estallamos en risa al darnos cuenta de que el dolor a parado cuando Luca me ha hecho caso y hemos puesto sus manos en mi barriga.

- Vaya, así que tendremos unos cachorros la mar de celosos. Vaya, vaya. - Luca se acerca a mí, se arrodilla frente a mi barriga, y delante de todos les dice a nuestros futuros hijos - Mis niños, deberéis aprender a compartir, pues mami y papi ya tienen a un angelito con ellos que os va a querer mucho cuando por fin salgáis.

En respuesta recibe lo que son sus primeras pataditas, como diciendo que están de acuerdo con lo dicho por su padre.

Pasamos la tarde entre risas, pero todos mantienen un ojo en mi por sí mis hijos aún por nacer se ponen celosos de nuevo, pero parece que las palabras de su papá han hecho efecto porque, aunque se mueven, no vuelven a causar dolor. Por la noche, después de cenar y reír, todos decidimos irnos a dormir, pues se ha hecho bastante tarde hoy.