41- El demonio

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Las olas chocaban con fuerza sobre las rocas que estaban bajo del acantilado, sólo de mirar hacia abajo se me nublaba la vista.

-¡Espera! -volvió a gritar Mateo-. ¿Entonces has sido tu y esos hombres los que se han dedicado estos últimos meses a matar a homosexuales?

-Llámalos como quieras, estáis todos mal de la cabeza, enfermos.

-El enfermo eres tu, que quieres matarnos. ¡POR QUÉ NI SIQUIERA TE HAS MOLESTADO EN ENTENDERME! -Exclamó Mateo.

-¡No tienes derecho a gritarme, Mateo! -era la primera vez que escuchaba a su padre levantar la voz. 

Estaba seguro de que esas palabras que decía Mateo no eran las más indicadas, que provocarían todo lo contrario de lo que queríamos, que de esa manera no nos íbamos a salvar. Quizá porque estaba convencido de que no saldríamos de esa. O quizá porque no podía controlar esa situación.  

-¡Y tu no tienes derecho a hacerme esto! No tienes derecho a hacerle esto a nadie y menos a tu hijo.

-Ya no eres mi hijo. Lo fuiste durante un tiempo, pero no puedo consentir tener un hijo que va en contra de la naturaleza. Porque ya sabes que esto es antinatural, ¿no? ¡Que esto debe ser algo relacionado con la enfermedad esta rara que tienes!

-No sabes ni lo que estás diciendo -nunca antes había visto a Mateo enfadarse de esa manera tan desesperada-. Lo que es antinatural es matar a alguien por como es, amarse indiferentemente de tu género, sexo, edad,... eso no tiene nada de antinatural. Antinatural eres tu, un monstruo capaz de cortar lazos con alguien de su sangre. Eres una persona asquerosa, un demonio. 

-Ya he tenido suficiente. 

-Nunca has sido mi padre. Siempre has ido a tu bola, con tus negocios de mierda. ¿Cuánto tiempo has pasado conmigo? Hasta durante las vacaciones nos abandonabas, porque nunca hemos sido importantes para ti, ni yo, ni Nerea,... ni siquiera mamá. Todo lo que has hecho ha sido para mantener tu imperio en pie. Si nos hubieras conocido mejor quizá habrías abierto más tu mente y ahora no estaríamos aquí.

-¡HE DICHO QUE SE ACABÓ!

Su padre me empujó hacia la raya que separaba el suelo del abismo. Hacía falta menos de un paso para caerme hacia adelante, el cuerpo no me respondía. 

Escuché a Mateo sollozar. Aun que no estoy seguro de si los confundí con mis propios sollozos. 

El borde del acantilado era el mismísimo borde de la muerte, no estaba ni a tan solo un paso. Ni siquiera me atrevía a mirar a Mateo por última vez.

"Pronto nos encontraremos en el más allá, si es que hay algo más allá de la vida"- pensé.

Lo siguiente que escuché fue una explosión. No, no fue una explosión, fue disparo. Las manos del diablo me soltaron, su cuerpo caía despacio a mi lado y me vi recogido entre los brazos inconfundibles de Mateo.

-Para ti yo era el futuro de tus negocios. Pero parece ser que para mí, tu nunca has sido nada -dijo mientras el diablo con una bala en el hombro caía precipicio abajo y chocaba contra las olas. 

Secretos De Un Heterosexual [En revisión]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora