30- Pesadilla

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El tiempo pasaba demasiado lento en la sala de espera del médico. Con los resultados de mis pruebas casi arrugados entre mis dedos, y pese a que yo estaba completamente sano, seguía esperando a que se acabara el turno de Mateo.

Después de todo lo que había pasado en el apartamento no tardamos en volver al pueblo. Pero el sueño que se había convertido en pesadilla no había hecho más que comenzar. Pese al alivio que había supuesto que Nerea aceptara la condición sexual de su hermano, aun quedaban cosas que nos impedían vivir tranquilos. 

Lo que más me jodía era que Mateo había dejado de ser el chico que vivía sin preocupaciones que era antes. O a lo mejor lo que pasaba era que hasta ése momento yo no era consciente de los verdaderos problemas de Mateo y de lo graves que eran tanto para él como para mí. Porque a parte de lo mal que lo estuviera pasando él, yo me negaba a perderlo. 

Pero cuando por fin cerró la puerta de la consulta, supe que algo no iba bien. 

-¿Que te ha dicho? -me apresuré a preguntarle. 

-¡Mierda! -el grito se escuchó por toda la sala y con el puño golpeó la pared con tanta fuerza que era imposible que no se hubiera hecho daño. 

Cuando me percaté que toda la gente nos estaba mirando, cogí a Mateo por el hombro y recorrí con él los pasillos del hospital hasta que salimos fuera. Una vez allí él no decía nada. Yo tampoco podía decir nada. El silencio nos estaba consumiendo a una velocidad inimaginable, hasta que le pregunté:

-¿Estás enfermo verdad?

Mateo se puso en cuclillas mirando al suelo.

-Creo que sí,... 

Pese a que ya me estaba mentalizando des de hacía tiempo, no fue hasta en ése momento en que el corazón se me cayó a los pies. Y aun en ése estado en mi cabeza todo el rato resonaban las mismas palabras.

"Que no se muera".


Secretos De Un Heterosexual [En revisión]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora