4- Negación

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Esa mañana nos tocó clase de deportes. Nos pusimos por parejas y por primera vez en mucho tiempo no me quedé solo. 

-¿Vienes conmigo? -Me preguntó Mateo con esa sonrisa que no se le borraba nunca de la cara.

-Claro -dije al instante.

Estuvimos haciendo estiramientos de mierda asistidos el uno con el otro. Me sentía a gusto cada vez que me tenía que sujetar los brazos o las piernas. Su piel era áspera pero agradable, se notaba en sus extremidades que hacía deporte.

"Tiene unas piernas bonitas aún que sean de chico" -pensé sin darme cuenta. 

Le tenía cogido por los pies mientras él hacía abdominales. Los pantalones que llevaba eran tan anchos que des de mi punto de vista y en la posición en la que estaba se le veía un huevo. No habría podido apartar la mirada de allí aun que quisiera. Era todo tan raro, ¿por qué sentía de golpe tanto interés por un chico?

Pero lo más raro pasó después, en los vestuarios.  Había sido al ver a Mateo a mi lado, ver como las gotas de agua le recorrían todo el torso desnudo hasta los pies. Su polla gruesa estaba caída con elegancia. No podía negar que todo el era bonito, de los pies a la cabeza. Y sobretodo su presencia, el calor que desprendía cuando estaba cerca de mí,... Y aún así me negaba a mi mismo que era imposible que me gustara un chico.

De vuelta a clase por los pasillos del instituto se encontró con su novia. Era mucho más guapa en persona, era como la chica perfecta para él.  Antes de despedirse los vi besarse, entonces me di cuenta. Si a esa chica le gustaba Mateo, ¿por qué no podía gustarme a mi también?

Aun así me lo seguí negando. Me lo seguí negando hasta ésa tarde en la que quedamos para hacer el trabajo. Nos encerramos en mi habitación para que nadie nos molestara. La mesa de mi escritorio no era muy grande, así que nos sentamos apretados. Él estaba leyendo los anunciados del trabajo, pero yo no podía dejar de pensar en lo cerca que estaba de mi. Nuestras cabezas estaban a dos palmos y no podía dejar de mirar de reojo como sus labios se movían al ritmo de lo que iba diciendo. 

-¿Lo entiendes? -Me dijo poniéndome una mano en la espalda.

-Sí -mentí. La verdad es que ni lo había escuchado.

-Pues yo no -dijo esperando a que se lo explicara.

-No me encuentro muy bien. ¿Lo podemos dejar para otro día?

-Claro. 

Se puso la gorra y me dijo que me cuidara antes de irse. Observé por la ventana como se alejaba calle abajo. Luego me tumbé en la cama y dirigí mi mano encima de mi erección.

Secretos De Un Heterosexual [En revisión]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora