PARTE SETENTA Y UNO

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A In Soo siempre le ha gustado poseer a las personas con rostros bellos. Ama las pieles blancas y piernas largas.

Su obsesión lo ha llevado a cometer múltiples agresiones a personas que llenen sus ideales.

Es alguien muy peligroso e impredecible, nadie sabe en que momento se aferraría a alguien.

Y Leo no fue la excepción.

En cuanto lo vio se fascinó por esa cara.

Eso fue suficiente para perder el control.

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La casa se convirtió en un desastre. Los tres hombres de In Soo pusieron de cabeza todos los muebles buscando dinero y cosas de valor.

A ellos dos los ataron y pusieron en cuartos separados.

Ravi estuvo bajo la vigilancia de N.

In Soo no se despegó de Taek.

En ningún momento se imaginaron que se atreverían a invadir esa casa. Leo temía por la seguridad de sus padres si llegaban a volver.

Le taparon los ojos y lo acostaron boca abajo en el sillón de su propia habitación. Las luces se habían restablecido.

Podía oler la colonia de In Soo quien caminaba de un lado a otro mientras esa respiración pesada inundaba sus oídos.

Cuando supo que estaban solos ellos dos en su cuarto, la mente se le bloqueo por completo, el miedo se apoderó de él.

-Te doy todo el dinero que quieras pero déjanos ir. -Dijo en cuanto lo ayudo a sentarse y le quitó la venda de los ojos.

Vio al hombre de espalda ancha y sonrisa perfecta.

-Esto no se trata de dinero idiota, si no una cuestión de venganza.

El pecho se le oprimió de forma desagradable. Se le vinieron a la mente ideas retorcidas de lo que N le pudiera hacer a Won Sik.

Se tranquilizó lo mejor que pudo.

-¿Cuanto te están pagando? Yo lo duplico. No, lo triplico. Tu di una suma.

Tenía las manos atadas y agradecía que no las tuviera atrás, le sería difícil quitarse el sudor que caía de su frente. El amarre de los pies le lastimaba.

-No entiendes, el dinero me vale verga. Yo estoy aquí por dos razones y esas razones las obtendré solo de esta manera. No quieras pasarte de inteligente pendejo.

El matón se sentó a su lado, quedando muy cerca, sacó la pistola color plata y la puso sobre sus muslos.

-Tu casa está chingona, ahora veo por que la putita de Ravi se escapó contigo. Te has de pudrir en dinero.

El coraje no lo dejaba pensar, tenía ganas de levantarse, tomar esa pistola y dispararle entre los ojos.

-Lo que sea que estés buscando aquí, te va a atraer problemas, no puedes venir e invadir una propiedad sin que haya consecuencias. Te vas a arrepentir. N solo te manipula, déjanos libre, ayúdanos y te doy lo que quieras.

Lo volteó a ver. In Soo lo miraba atento, no se mostraba enojado o como alguien sediento de sangre. Se veía igual a un chico normal, vestido con jeans, tennis y una camisa, de su cuello colgaba una cruz y de sus manos pendian pulseras de plata gruesas y algunos anillos adornaban solo un par de sus dedos.

-A mi nadie me manipula. -Una de las manos gruesas se dirigió a la cara de Leo y le acarició el pómulo. -Estoy aquí por un trato. Tu rostro es precioso.

Lo vio perderse observando su cara, como si estuviera hipnotizado. Se pegó más a él y el dedo índice recorrió cada parte de su rostro hasta ir bajando a su mandíbula y continuar el camino hacia su cuello, deteniéndose en su pecho donde iniciaba su camisa.

Leo alzó las manos atadas y aventó la mano del matón quien solo rió.

-Comprendo el odio que te tiene N. Comparado contigo, él es un ogro. -Tomó la pistola y le apunto en la cabeza. Volvió a sonreír mostrando todos los dientes, y la imagen del "chico normal" desapareció, su cara se transformó en la de un psicópata. -Tu y yo nos vamos a divertir mucho.

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-Maldición N, haz perdido la cabeza. Ve lo que estás haciendo. No tienes ningún derecho a dañarlo a él. Dejalo ir por favor.

Ravi estaba atado fuertemente a la cama. N permanecía sentado en la orilla dándole la espalda. No le había dicho nada desde que lo separaron de su novio. Estaba ansioso por poder soltarse y correr en su ayuda, sabía de lo que era capaz el enfermo de In Soo y no quería ni pensar en el daño que le pudiera ocasionar a su dulce Taek.

-¡Contéstame! No te quedes callado. Termina esta locura y suéltalo, a él no lo quieres, es a mí. Déjalo ir.

-Ya cállate.

-¡No! No lo haré. Ya estoy harto de no poder vivir en paz, ¿Por qué no me dejas? ¿Por qué no te olvidas de mi y permites que continúe con mi vida? Ya estoy harto...ya no quiero sentir miedo de ti...ya no lo soporto...

Sus ojos se llenaron de lágrimas que cayeron pesadas sobre sus mejillas, impidiéndole ver a la larga figura que se levantó de la cama y se volteó.

N se subió encima de él, con sus dos piernas abiertas a los lados. Posó ambas manos en su abdomen y le levantó la playera para acariciarlo.

-No me toques maldito. Te odio. -En su voz se notaba la rabia que le tenía.

Eso le dolió a N.

-No sabes cuanto me arrepiento de lo mal que hice las cosas. Todas la noches me mortifico con el recuerdo cruel de mis acciones. Te hice daño, lo sé. Al mismo tiempo me lo hice a mi, pero sabes que cuando la relación cambio...

-No te quiero oír hablar de eso otra vez. Suéltame y déjanos libres.

La abrupta interrupción de su pequeño lo incomodó demasiado. Cerró la mano izquierda en un puño y la lanzó con fuerza sobre la mandíbula de Ravi.

El sonido del golpe seco fue placentero.

-...cuando la relación cambió fue en la época en que el imbécil de In Soo entro en nuestras vidas. Se que lo recuerdas, nos hizo vivir un infierno total, no quiero justificar que mi modo de cambiar contigo fue por culpa de él, aunque deberías estar consciente de que nos arruinó la vida a ambos.

La boca se le había adormecido por el golpe de N, sus lágrimas habían dejado de salir y solo quedaba el escosor en sus ojos.

Movió sus manos atadas a la cabecera de la cama en un intento por aflojar el amarre y safarce. Las cuerdas no cedían más que para lacerar su piel.

Se fijo en la cara de N, lo miraba fijamente sin ninguna expresión en el rostro.

-Por favor, suéltame. Déjanos libres.

El mayor suspiró de forma muy audible mientras levantaba la cabeza hacia el techo y cerraba los ojos.

-No mi pequeño. No lo haré, todos moriremos ésta noche.

TORTURADonde viven las historias. Descúbrelo ahora