PARTE SETENTA Y TRES

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"Homo homini Lupus".

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Leo tenía frío.

La madrugada estaba cerca y el calor de la habitación bajo de repente.

Su cuerpo yacía en el piso, sin ataduras y desnudo. Estaba solo en la oscuridad.

Hace unos minutos dormía pero el ruido extraño de voces lo sacaron del trance. Se cubría con los brazos el pecho, abrazando lo poco que le quedaba de dignidad. Se incorporó solo para arrepentirse, ese punzante y lastimero dolor en la entrepierna lo hicieron soltar un gemido.

Se palpo con las manos todo lo que representaba ahora su cuerpo, estaba lleno de costras de sangre en brazos y piernas. Su cara estaba hinchada desde el pómulo hasta la boca que le ardía por las mordidas salvajes de su verdugo.

"In Soo", pensó y tembló.

Won Sik ya le había platicado de él pero solo de manera escasa. Nunca llegó a completar sus narraciones con respecto a lo que representaba en su pasado, aunque estaba seguro que era el culpable de su presente.

Un escalofrío recorrió su columna.

No podía distinguir si seguía en su cuarto o estaba en otra parte de la casa, pero debía cubrirse.

Se arrodilló y con sumo cuidado, se levantó. La espalda lo mataba y estirarse implicaba que todo el daño se sintiera con mayor intensidad.

El menor de sus problemas era la vejación que sufrió, si no el no poder dejar de pensar en lo que Won Sik estuviera pasando. Su imaginación lo llevo a lugares oscuros y terribles.

Caminó despacio con las manos estiradas para evitar golpearse en los muebles. Llegó a la cama y se sentó con cuidado, agradeció que el imbécil del matón usara su semen como lubricante. Eso ayudo mucho a que solo tuviera un posible desgarre en vez de una terrible fisura.

Se cubrió con la sábana y la sintió húmeda.

Se quedó pensativo, y terminó por no tenerse lastima y pensar la manera en la que podría salir de esa situación.

Tranquilizó la sensación de ansiedad y respiró profundo, se levantó y sin prender la luz, se vistió de forma cómoda para salir huyendo si era necesario. Las rodillas le crujían cuando las doblaba.

No había ningún ruido, pero su casa era enorme por lo que si hubiera gritos en el sótano, jamás lo sabría.

Se acercó a la puerta y con todo el valor que pudo juntar, la abrió despacio. El pasillo estaba oscuro y seguía sin escuchar nada. Salió con el pecho hecho un nudo y las manos temblorosas. Debía ser cuidadoso y salir antes de encontrarse a alguien. No sabía realmente cuantas personas invadieron su hogar por lo que ser cauteloso era necesario.

Bajó las escaleras hacia la puerta principal pero un ruido extraño lo detuvo. Se oía como alguien gruñendo, eran sonidos guturales, provenían del cuarto que tenía la ama de llaves.

Pensó en Won Sik y no quiso irse de ahí sin antes encontrarlo.

"El haría lo mismo por mi". Pensó mientras caminaba a paso decidido hacia la habitación.

Toco el picaporte y sin mucho escándalo lo giró. Abrió un poco la puerta para que cupiera su cara, el cuarto estaba a oscuras y no podía distinguir nada. Se metió un poco más arriesgándose mientras los ruidos de una garganta seguían siendo cada vez más fuertes.

Movió la mano hacia el interruptor de la luz pero se detuvo. Desconfío.

El ruido había cesado.

TORTURADonde viven las historias. Descúbrelo ahora