PARTE CUARENTA Y SIETE

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"No te vayas"...

Las pesadas gotas de lluvia ocultaron su figura dentro de la oscuridad.

"Quiero morir"...

Su cuerpo se movió por impulso hacia adelante, corrió hasta la avenida cuando su chófer lo alcanzo con el auto y le cerró el paso, bajando para subirlo. Arranco y acelero hasta llevarlo a su casa, estaba asustado de verlo en ese estado.

-¡Detente! ¡Detente! -Le gritó a su chófer quien no le hizo caso y siguió conduciendo hasta la avenida y adentrarse a la carretera rumbo a la casa de Leo. -Necesito bajar yo... no... -Profundas y verdaderas lágrimas de dolor se amontonaron en sus ojos que ardían por el sufrimiento. Su cuerpo temblaba por el frío que azotó su cuerpo y el dolor del desamor.

"¿Cómo es que...?" Pensaba. "¿Cómo es que...?"

La cabeza le daba vueltas intentado explicarse lo que acababa de ver.

"¿Por qué?"

Tenía tan oprimido el pecho que le costaba trabajo respirar correctamente. No quería regresar a su casa a encerrarse en su cuarto y pensar en lo que vio...

-Llévame a la casa de los Lee. -Ordenó de repente.

Su empleado estaba asustado por el estado en el que se encontraba.

-Pero joven, esta usted, bueno, se ve muy mal. ¿Tiene una de sus crisis? ¿Lo llevo al hospital?

-No, llévame a la casa de los Lee.

El auto de repente dio una vuelta en la primer calle libre y se detuvo. El hombre al volante se volteó para mirarlo y le dio mucha pena, su joven patrón lloraba a chorros mientras que miraba sus manos aferradas a sus rodillas como intentando controlarse.

-Lo llevaré a su casa, necesita descansar.

-Maldición, no. Llévame a la casa de Hong Bin... necesito verlo, lo necesito... apresúrate, no me... no pierdas mas el tiempo. -La voz le salió entrecortada y en jadeos.

El chico levantó la cara y su mirada fiera lo atacó, el hombre regresó a su sitio y arrancó el carro en dirección contraria a donde se dirigían.

Leo se quedó quieto esperando ver las luces de la calle nuevamente y perderse en su luz, cegar su mente y borrar al menos por un momento, la terrible verdad:

"Won Sik no me ama..."




Bajó con cuidado, las piernas las tenia adormecidas.

Caminó hasta la entrada de la casa y se detuvo en el pórtico, mojándose mientras le abrían. El mismo mayordomo de toda la vida le abrió dándole la bienvenida e informándole que Hong Bin estaba en la sala de televisión en el sótano acondicionado para ser un pequeño cine.

No le contestó y camino directo hacia las escaleras, recargandose entre las paredes para bajar a tropezones con las piernas temblorosas.

Escuchó el ruido de un videojuego de acción, los balazos sonaban reales con aquel equipo de sonido. El volumen de la música aumentaba y disminuía por lo que el joven que jugaba no se dio cuenta cuando Leo entró y camino hasta él para sentarse a su lado en el enorme sillón.

Hong Bin no lo identificó al principio ya que solo vio una sombra por el rabillo del ojo y sintió el peso de un cuerpo sentarse a su lado, cuando volteó y supo quien era, se asustó de verlo ahi sin ninguna explicación y con cara de muerto.

Pauso el juego y giro todo su tronco para verlo, el cabello de su amigo chorreaba agua y la mirada se perdía en la oscuridad de la habitación.

-¿Leo? ¿Qué haces aquí? Me diste un susto. Me hubieras marcado o algo. ¿Estás bien?

Dejó el control a un lado y se acercó para poder verlo mejor. La poca luz que confería el gran televisor no ayudaba mucho.

-¡Hey! ¿Estás bien? -Volvió a preguntar.

Subió la mano derecha y lo toco del hombro, el ligero cabello negro semi largo le cubría la mitad de la cara tapando así sus ojos. Le apretó y empujo ligeramente pero no reaccionó. Con la mano libre le tocó la mejilla y trató de hacer a un lado el cabello de sus ojos. Leo seguía sin moverse o hacer algún ruido, hasta que las cálidas manos de Hong Bin le tocaron el rostro.

En un acto reflejo, puso su mano sobre la de su amigo que intentaba hacer a un lado su flequillo, y apretó con fuerza.

Hong Bin sintió la mano de Leo sobre la suya totalmente helada como si un cubo de hielo le estuviera tocando.

-Te resfriaras, traes la cara empapada en agua, afuera llueve a cántaros.

Hong Bin se dispuso a levantarse para traerle una toalla y que pudiera secarse, pero Leo no se lo permitió. Lo tenia tan fuertemente agarrado de la mano que no pudo levantarse.

Bin sintió una extraña mezcla de miedo y desconcierto.

-¿Leo?

-No es agua, son mis lágrimas.

Apretó aun mas la suave mano de Hong sobre su mejilla, olía a avellana.

-¿Leo? -Esta vez la voz le salió en un susurro. -¿Qué pasa?

Y fue ahí que levanto la cara para verlo, sus ojos chocaron y miraron la calidez de cada uno. Bin vio la tristeza enterrada en la profundidad de su alma, parecía como si en cualquier momento Leo se desmoronaria. Como si lo que viera fuera un fantasma que desaparecería dejando un halo de viento frío.

-¿Qué pasó? ¿Peleaste con Won Sik?

-¡Shhhh! No pronuncies su nombre...

-¿Entonces? ¿Qué haces aquí?

Los ojos de Leo se llenaron de lágrimas que cayeron como cascada sobre sus mejillas.

-No pasó nada. -Dijo con la garganta con un nudo. -Quería verte.

-Estas empapado, deberías cambiarte.

La sorpresiva confesión de su amigo le hizo un hueco en el estómago. Quitó con delicadeza su mano sobre la cara del otro que lo miraba con demasiado sufrimiento. Sabia que algo muy malo había pasado y que Leo no le diría nada si no quería, era mejor no molestarlo pidiendo que le dijera la verdad que no llegaría si lo presionaba.

-Ven, vamos a que te cambies.

Hong Bin se levantó y tomó de la mano a su amigo y jaló de el llevándolo nuevamente hacia la casa, subieron las escaleras hacia su cuarto y lo metió hasta el baño.

-Toma una ducha, ya es muy tarde, le diré a ti chófer que se retire, quedate a dormir, mañana nos vamos juntos a la universidad. ¿De acuerdo?

Sentó al perdido Leo sobre la hermosa tina de baño y salió cerrando la puerta tras de sí dándole privacidad.

Quedando solo y en silencio, un escalofrío recorrió su columna y el tan apabullante dolor lo abrazó dejándolo en las tinieblas.

"Won Sik no me ama..."

TORTURADonde viven las historias. Descúbrelo ahora