PARTE SETENTA Y DOS

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La vida es bella...

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Leo colgaba de sus brazos atados a la cabecera de la cama. Seguía boca abajo pero con las caderas levantadas y su trasero al aire. Ya no llevaba pantalones ni ropa interior, solo su camisa totalmente desabotonada dejando a la vista su abdomen plano y ahora lleno de pequeños rasguños.

Sus rodillas ya no soportaban el peso de In Soo a sus espaldas empujando con fuerza en su interior ese asqueroso pene que minutos antes tuvo que meterse hasta la profundidad de su garganta.

Ya no sentía nada, solo miraba la almohada y percibía como se le despellejaba la piel de las muñecas por el trato tan rudo que estaba teniendo.

El dolor había dejado de ser algo real. Flotaba dentro de una burbuja imaginaria que lo llevaba a través de sus recuerdos con su pequeño Won Sik, alejándolo de ahí.

Los ojos le ardían en fuego por el coraje, la desesperación y el asco que le provocaba lo que pasaba. No podía creer que le estuvieran haciendo eso. El tormento de saberse ultrajado, jamás se lo imaginó.

Estaba menos que preocupado por las rasgaduras en su ano, en la poca sangre que se escurría de sus muslos y en los gemidos de su verdugo detrás de él, gozando de la dulzura de su piel.

Miraba la almohada como para saberse que aún vivía, que aún había esperanza.

Unas uñas se enterraron en sus caderas trayendolo de vuelta. El ardor y sensibilidad pudieron haberlo hecho gritar por lo doloroso que era, pero se mordió los labios en un intento por no perder el juicio.

Un par de gemidos más.

Una última penetracion.

In Soo salió despacio del cuerpo del chico después de terminar nuevamente llenándolo de su espeso semen.

Se quedó de rodillas viendo como se combinaban y escurría en ese trasero, la sangre y su líquido blanquecino.

Estaba exhausto pero seguía exitado. Amaba violar a chicos así, podía hacerlo toda la noche si se lo proponía. Este niño rico sería un buen recuerdo, nunca estaba de más oler un cuerpo perfectamente perfumado y blando.

Se había pasado con él, no midió sus fuerzas cuando lo ato a la cama o cuando lo golpeó en el rostro hasta que cediera para abrir la boca.

Se dejó caer en la esquina del colchón y miro al techo mientras sentía como temblaba la cama ante el cuerpo violado que tenía a un lado.

Leo se desplomó cerrando con cuidado sus piernas, estaban adormecidas y casi no le respondían. La garganta la tenía seca.

Cerró los ojos con fuerza mientras la respiración se le iba llenando de jadeos de sufrimiento.

In Soo volteó a verlo. Ese precioso trasero seguía expuesto para el, estiró una mano y le sobo las nalgas.

El tacto inesperado lo hicieron reaccionar volviéndose contra la cabecera y hacerse un ovillo. Se atrevió a mirarlo acostado boca arriba mientras lo veía con una sonrisa tan perturbadora que podría hacer gritar a cualquiera.

-Eres perfecto. -Soltó el matón.

Leo desvió su mirada. El sentimiento de derrota e impotencia se volvieron a apoderar de él, se abrazo a sus piernas y oculto su rostro entre las rodillas mientras sus manos atadas sobre su cabeza le ayudarán a esconderse más.

La cama se movió y supo que su verdugo se acercaba a él.

Respiró con fuerza.

-Eres precioso. -Escuchó muy cerca de él.

TORTURADonde viven las historias. Descúbrelo ahora