Donde un mutante y una mutante pelean pero todo termina peor de lo que imaginan.
Alana, una joven mutante, hija del poderoso Sebastian Shaw, fue criada para controlar el mundo si así lo quisiera.
Erik, otro joven mutante que vivió su vida cegado por...
Otro maldito día más en este lugar. Estaba volviéndome loco. Hacía años que no veía el sol. Que no hablaba con nadie. Y lo peor es que no había manera de escapar. Todo era plástico, hasta las armas.
Pensar en mi antigua vida me traía angustia.
Un mediodía, un guardia lanzó mi comida por un conducto. Al tomarla, encima de la bandeja, encontré una nota que decía
Cuidado con el vidrio.
Lo mire sin entender a lo que se refería. Colocó sus manos en el vidrio que me aislaba y a los segundos, una lluvia de cristales rotos cayó. Utilicé mis brazos para subir.
-En unos tres segundos la puerta va a abrirse y van a matarnos. -Dije.
-Lo tengo todo controlado. -Dijo sujetándome.
-¿Qué haces?
-Te preparo para el latigazo.
Y al instante, entraron unos 20 guardias con armas en mano.
El joven del cabello gris, corrió hacia el ascensor sosteniéndome. Ahora todo tenía sentido. El joven del cabello plateado tenía el don de correr a la velocidad de la luz. Una vez dentro del ascensor, me sostuve de la pared. Mi cuerpo no estaba preparado para moverse a tal velocidad. Me dijo que le pasaba a todos al principio.
-Debe ser grave lo que hiciste. ¿Qué hiciste? ¿Qué hiciste? ¿Quée hicisteee? -Cielo santo, deseaba que se calle.
-Maté al presidente. -Dije al fin.
A los segundos, las puertas se abrieron y apareció quien jamas hubiera imaginado, Charles. Estaba con otro hombre. Al verme, me dió un golpe en la cara que me tiró al piso.
-Es bueno verte, mi viejo buen amigo. Y caminando.
-No gracias a ti.
-Créeme, eres la persona que menos imagine ver aquí.
-No estaría aquí si no fuera necesario.
Me advirtió que si íbamos a salir de allí, iba a ser a su manera, sin violencia. Me dijo que ya no podría controlar mi mente, lo que no entendí.
Entraron mas guardias que nos apuntaron.
-Charles... -Dije y cuando note que no hacía nada, comencé a mover los instrumentos de cocina presentes para asustarlos. Nos dispararon y las balas cayeron lejos nuestro, los guardias se pegaban entre ellos, no entendía nada hasta que vi al joven veloz en la otra esquina.
Le agradecimos al joven y subimos a un avión a Francia.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.