Capítulo Cuarenta y Seis: Residuos de la Tormenta

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Annie

Sentí como de a poco comenzaba a despertar. Primero sentí mis piernas y mis manos, ambas dolían, pero no me detuve ahí. Abrí mis ojos y me quedé ciega por unos instantes mientras que mis ojos se acostumbraban a la luz de la habitación en la que estaba.

Miré a mi alrededor y noté que estaba en otro lugar, una habitación demasiado blanca que parecía como si estuviera en un hopsital, y eso era. Me di cuenta hasta que vi mis manos y noté que en una de ellas estaba conectada una intravenosa.

Me quedé pensando e intentando recordar todo lo que había pasado, pero no recordaba nada después de que Brigite me haya golpeado.
Brigite...

¡Mi hermana!

De inmediato quise levantarme, pero un dolor tremendo en mis piernas y en mi espalda me hicieron detenerme, claro, había olvidado la golpiza que me dio aquella mujer.

-Ayuda...- musité con poca voz

Tomé el pequeño botón que estaba en mi cama y llamé de inmediato a una enfermera. Necesitaba saber que fue lo que pasó, porque estoy aquí y en dónde está Diane. Temía que aquella mujer me haya abandonado en un hospital mientras que se llevaba a mi hermana lejos, no.

-Ayuda- volví a decir y de inmediato una mujer entró

-¿Cómo se siente?- habló con una voz dulce

-¿Dónde está mi hermana?- dije desesperada -¿Quién me trajo aquí? ¿Dónde estoy?-

-Tranquila- sonrió -Su hermana está bien y ahora mismo su padre está con ella-

Al escucharla hablar de inmediato me sentí llena de calma y alegría de saber que ya estábamos a salvo. Que por fin la pesadilla había acabado.

-¿Cómo se siente?- volvió a decir mientras revisaba mi suero

-Bien- musité -Me duelen las piernas y la espalda-

-Por los golpes- musitó -Cuanto lo lamento-

Miré de nuevo a la habitación y sonreí mientras que miraba los cientos de arreglos florales que había en el lugar hasta que vi uno que me llamó en especial mi atención. Era un arreglo de violetas con rosas blancas que sabía a la perfección de quién eran.

-¿Quién más está aquí?- pregunté

-Si se refiere a si esposo, él está afuera esperando a que yo salga para que él pueda entrar a verla- sonrió

-Gracias- sonreí

-Regresaré con su comida en un momento- asintió -Dejaré que su esposo entre-

-Sí- asentí -Muchas gracias-

-No hay de qué- sonrió y salió de la habitación

Esperé dos segundos demasiado eternos hasta que vi a Andrew entrar por aquella puerta y correr a mis brazos. Yo lo recibí llena de felicidad y lloré por todo el dolor y la alegría que me daba de verlo.

Lucía demacrado, triste y se notaba que había pasado los peores días de su vida al igual que yo. Lo podía ver en su mirada triste y vacía que de inmediato se volvió alegre y brilló al verme.

Lo abracé y luego lo besé. No podía estar más sin volver a besarlo, sin sentir que él me devolvía el aliento con tan solo uno de sus besos. Lo había extrañado demasiado y había sufrido demasiado en ese encierro.
Lo había extrañado porque sabía que él era mi fuerza y sin él me sentía perdida, me sentí perdida en esos días en lo que Brigite me mantivo cautiva a mí y mi hermana.

-Yo...- susurré -Te amo-

-Te amo- dijo con algunas lágrimas en sus ojos -No tienes idea de cuánto te amo-

Amor Por Contrato ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora