Capítulo Cuarenta y Siete: Al Final de Todo

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Annie

Estaba en recostada en la cama de mi habitación. Hace un par de horas que habíamos llegado a casa y justo ahora Andrew estaba consiguiendo que Cleo me hiciera algo delicioso para comer después de esa horrenda comida de hospital.

Siendo sincera, esa comida no sabía tan mal, pero no es lo mismo que la comida que tú haces o la que comes en casa. Esa comida no se siente tan familiar como esto, como la de Cleo o la mía. Tenía que aprender a cocinar aún más cosas.

Sabía que aún nos faltaban más cosas por vivir y que nuestro pequeño ángel era apenas el comienzo de todo esto.

Miré mi vientre y de inmediato sentí un hermoso orgullo al saber que ahí estaba mi pequeño ángel. Crecería ahí por lo que restaba del embarazo y que para mí se convertirían en los mejores meses de mi vida, dejando de un lado todo lo malo que nos pasaba, sabía que mi pequeño crecería sano y salvo.

Estaba cansada, pero aún así quise darme un baño, no quería seguir teniendo el olor de la camilla y de las sábanas estériles en mí. Quería hacer que todo se borrara, que todo el dolor por el que había pasado, por todo el trauma que viví y que todos los recuerdos se lavaran y se esfumaran de mi mente.

Quería descansar.

Me levanté de la cama con cuidado y entré al baño, al cerrar la puerta me quedé frente al espejo y me quité la ropa lentamente. Me deshice de cada venda que cubría mi cuerpo y hacía que me sintiera como una momia, como si intentara cubrir mis heridas con tan solo un pedazo de tela. Ocultar mi dolor.

Tuve miedo, pero aún así, me miré al espejo.

Lo primero que vi fueron las marcas de los golpes en mis brazos, en mis piernas y en mis tobillos. Todo mi cuerpo tenía hematomas como rastros de la golpiza que Brigite me había dado. Mi abdomen a penas y tenía un par de marcas rojas y me sentí la peor de todas las mujeres, si al menos hubiera estado enterada de mi situación no hubiera peleado como lo hice, hubiera cuidado de mi pequeño.

Cerré mis ojos y acaricié mi vientre con cuidado, sintiendo que mis brazos le daban calor para hacerle saber a mi pequeño que yo estaba aquí. Cuidando de él. Me dolía el pecho de tan solo pensar que por mi imprudencia pude haber perdido a mi bebé, a mi hermoso milagro.

Cuando abrí mis ojos me giré y vi con horror las marcas que estaban en mi espalda, parecía como si me hubieran desgarrado la piel con un cuchillo y que solo hayan dejado miles de cortes en ella y fue cuando comprendí la razón del dolor. Ahora mismo entendía el porque tenía tanto dolor en aquella zona.

Cubrí mi rostro con mis manos y lloré, lloré por todo y por nada a la vez, me sentía mal. Verme en ese estado me había dejado tan traumada, ver el color morado y verde en mi piel me causaba un terror inmenso y aún más cuando recordaba cómo se había presentado cada uno de ellos. Revivía el dolor en mi mente. Recapitulando los últimos días en los que pensé que moriría en aquella fría y oscura habitación.

Todo me hacía volver a ver en mi mente todo el dolor que aquella mujer plantó en mí, borrando la sonrisa de mi rostro y haciéndome dudar si es que de verdad saldría de ahí viva. Pensando que jamás volvería a ver la luz del sol, a mi padre o a Andrew, sintiendo como me desgarraba el alma con cada golpe que me daba.

Me había dejado marcada y dañada para que jamás olvidara lo que hice, lo que hizo y lo que ambas nos hicimos. El odio entre nosotras llegó a tal grado que a ninguna de las dos nos importaron las consecuencias y casi nos matamos la una a la otra.

Deseábamos lo peor para la otra.

Nos queríamos matar sin saber que si lo hacíamos nos estábamos destruyendo a nosotras mismas, destruyendo lo poco que quedaba de ella como ser humano y quitándome toda la felicidad del rostro a mí. Nos encargamos de marcarnos la una a la otra para que jamás olvidáramos lo que éramos.

Amor Por Contrato ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora