Capítulo Cuarenta y Nueve: Un Nuevo Amanecer

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Annie

Cinco meses después...

-¡Corre Andrew!- grité

-Ya voy señora Wilde- sonrió -¿Ansiosa?-

Vi como bajó los escalones de nuestra casa mientras que aún intentaba acomodar el moño de su esmoquin. Cuando llegó a mi lado plantó un beso en mis labios y luego uno en mi barriga enorme, justo donde estaba nuestro pequeño ángel.

-Hola pequeño- sonrió

-Siente- sonreí al sentir las pataditas de mi pequeño bebé

-Serás un excelente jugador- dijo felíz y volvió a besar mi barriga -El número uno de papá-

-Basta- reí -Deja que él decida que es lo que será-

-Sé que le encanta el fútbol como a su padre-

-¿Y si no lo hace?-

-Bueno- suspiró -Siempre está el fútbol americano-

-Calla- reí y golpee su hombro -Sabes que yo amo el fútbol americano-

-Tienes que aceptar que él será tan guapo como yo- sonrió -Así que tendrás que aguantar que se parezca a mí en todo-

-Espero que no- reí

-¿Por qué?- sonrió pícaro -Yo te amo-

-Y yo a ti- sonreí y besé sus labios -Pero no podré soportar a dos como tú, sería una guerra de poder en la casa-

-No lo creo- sonrió -Ambos cuidaríamos de ti-

-Claro- ironicé -Si a cuidar le llamas celar hasta del aire-

-Es que eres mía- dijo y me tomó de la cintura -Mía-

-Tuya- sonreí y lo besé -Pero llegaremos tarde si sigues con esto-

-¿Y qué?- sonrió con picardía mientras besaba mi cuello -Las bodas siempre comienzan tarde-

-Pero resulta que los padrinos nunca llegan tarde- reí -Así que vámonos ya

-Bien- suspiró -¿Cómo te sientes?- me miró sonriente y besó mi nariz

-¿Cómo quieres que esté?- reí -Después de que creí que era gay por todo un año-

-Aún no puedo creerlo- sonrió -¿Cómo?-

-Ni yo- sonreí -En la cena que tuvimos cuando volvimos de nuestra luna de miel creí que me presentaría a su novia, pero no, me dio su título-

-Recuerdo tu cara- dijo felíz -Te veías tan felíz por él-

-Es como mi hermano- dije y acomodé su moño una vez más -Obviamente iba a sentirme muy felíz y orgullosa de ver como se convertía en todo lo que quería. ¡Se graduó!-

-¿Quién imaginaría que se casaría?- rió -Bueno, con una mujer-

-Ya- reí -Déjalo en paz-

-Bien- asintió -Vamos que los novios esperan-

-¿Y el regalo?-

-En el auto-

-¿Los anillos?-

-En el auto-

-¿Tu saco?-

-En el... ¡Demonios!- rió -Ahora vuelvo mi cielo-

Sonreí mientras lo veía caminar de nuevo hacia las escaleras en busca de su saco y eso que aún faltaba media hora para que llegaramos a la iglesia. Ya íbamos tarde, sabiendo que el rancho estaba a unos veinte minutos de la ciudad y que el hotel de la boda estaba en el centro, tendríamos que ir a una velocidad récord para llegar a tiempo.

Amor Por Contrato ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora