Capítulo Cuarenta y Ocho: La Neblina Desaparece

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Annie

Un mes después...

-¡No!- gritó

-Quiero hacerlo- espeté -No puedes impedirme que lo haga-

-No entiendes que verla hará que te vuelvas a sentir como la vez en que te dejé en el baño sola- negó -No te lo voy a permitir-

-Quiero hacerlo- lo miré molesta

-No. Ni creas que voy a dejar que entres a ese lugar con mi hijo-

-Pero Andrew...- susurré -¡Eres imposible!-

Grité y caminé de nuevo hacia mi habitación cerrando la puerta con seguro para que él no pudiera entrar porque estaba muy segura de que él lo querría hacer.

-Abre la puerta- espetó

-Quiero verla- espeté -Es lo único que te pido-

-No-

-Entonces quédate allí afuera-

-Bien- espetó

-Bien- dije yo

-Pero no me vuelvas a pedir algo así-

-¿A qué te refieres?- susurré

-Puedes ir...- susurró

Me quedé callada mientras escuchaba como él pegaba su cabeza a la madera de la puerta y se quedaba allí.

-Solo quiero dos cosas a cambio-

-¿Qué son?- pregunté

-La primera es que me prometas que pase lo que pase, no dejarás que las palabras de esa mujer vuelvan a hacer que te pierdas...- musitó -Sabes cuánto nos costó recuperarnos de esto-

-Lo sé...- susurré -Te lo prometo-

-Bien-

-¿Y la segunda?-

-Es que me dejes ir contigo...-

-¿Para qué?- musité -Sé que no quieres ir-

-Quiero hacerlo, tú y mi hijo estarán allí y no puedo permitir que a ambos les pueda pasar algo-

-¿Estás seguro?-

-Bastante- lo escuché suspirar -Cometí un error al dejarte sola antes, no voy a hacer lo mismo ahora, no puedo confiarle a alguien más tu seguridad y la de nuestro hijo. No cometeré el mismo error dos veces-

Abrí la puerta y lo vi abrazarme con todas sus fuerzas al igual que yo. Ambos sabíamos lo que hacer esta visita implicaba, pero quería hacerlo, quería disipar aquella neblina que me atormentaba desde hace años.

Por un mes entero tuvimos que hacer muchas cosas para que yo pudiera olvidarlo todo.
Cada noche soñaba con pesadillas acerca de mi secuestro, a veces me sentía tan triste y me perdía en mis pensamientos hasta que ya nadie me lograba sacar de ellos más que Andrew.

Él era el único que podía hacerme olvidar. Ni siquiera el psicólogo que me trató después del secuestro fue capaz de hacerme residir un poco el daño que me embargaba en mi cabeza. Solo Andrew podía hacerlo.

Recuerdo las miles de noches que me cuidó hasta que me quedé dormida, no dejaba que me mirara al espejo porque sabía cuanto me dolía al ver las marcas en mi cuerpo. Me sentía una inútil y débil persona sin sentido alguno.

Ni siquiera la ilusión de mi pequeño me hacía olvidarme de todo el dolor que embargaba mis pensamientos a cada momento.

Andrew me cuidaba, me tenía paciencia y más que eso. Esperaba y me ayudaba para recuperarme de todo el trauma que viví en los días en que ella me hizo dudar de mi vida.
Me hizo dudar de muchas cosas, pero nunca de él, jamás me harían desconfiar de él.

Amor Por Contrato ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora