-¡Emma! -la voz de mamá retumba en mis oídos.
Agito mis párpados bruscamente y los abro para quedar momentáneamente cegada por la luz.
Gimo en señal de protesta y me siento en la cama. Tomo pequeñas bocanadas de aire, trato de mantener mis ojos fijos en la pared, pero lentamente estos se van cerrando nuevamente. Como si alguien me hubiera noqueado, vuelvo a tirarme en la cama y siento mi saliva esparcirse por mi mejilla.
Simplemente asqueroso.
Sin embargo, estoy demasiado somnolienta como para preocuparme por mi higiene o mi apariencia, ni siquiera me preocupa el hecho de que tenga clases. ¿A quién le importa? Solo me queda una semana en ese dichoso colegio. Estoy lista para empezar mi vida adulta, alquilar un departamento, conseguir un trabajo y apuntarme a la universidad. Aunque estar acostada cuando solo faltan minutos para empezar las clases no demuestra ningún signo de madurez, pero eso nunca fue lo mío, la madurez es solo una manera de esconder tu personalidad, mostrando una parte de ti que aparenta ser perfecto. ¿Yo para qué aparentaría? Jamás maduraré, eso requiere ocultar tus emociones y yo no me privaré de eso.
La puerta se abre con mucha fuerza y mamá entra echando humo de las orejas.
-¡Emma! -exclama tan alto que mis ojos se abren como platos y me obligo a mí misma a sentarme en la cama -¡Faltan solo quince minutos! ¡¿Qué haces ahí dormida?!
-Dormida estar no -balbuceo -¡No estoy dormida! -me retracto.
Me pongo de pie con mucho esfuerzo y me dirijo al baño, mientras mamá me persigue regañándome por todas las cosas de la semana pasada, incluso del mes pasado. Nunca la entenderé. Comienza regañándome por algo simple y al instante está diciéndome hasta los problemas que tuvo cuando estaba embarazada de mí.
Entro al baño y me apoyo por el lavabo, alzo la mirada y me veo en el espejo. Tengo unas horribles ojeras. Me quedé estudiando hasta la madrugada. Mis notas son impecables y lo seguirán siendo. Pero, ¿a qué profesor se le ocurre dar un examen una semana antes de terminar el colegio? Es ridículo.
Abro el grifo y veo el agua cristalina correrse lentamente.
-Concéntrate, Emma -me digo a mí misma.
En estos días me ha pasado más seguido. De repente las cosas normales como las hojas que caen de los árboles, el rabo de un cachorro o el agua del grifo, se vuelven más interesantes para mi consciencia y por algún motivo todo ocurre en cámara lenta ante mis ojos.
-¡Han pasado cinco minutos! -oigo gritar a mamá desde el otro lado de la puerta.
Pongo los ojos en blanco.
Friego mi rostro con la fresca agua, me lavo los dientes con prisa y me dirijo corriendo a mi habitación.
Siempre he sido bastante responsable con el estudio, mis calificaciones lo demuestran, pero solo falta una semana, ¡déjenme ser libre!
Me saco el pijama con mucha brusquedad, creo que lo desgarro, pero no me paro a verificarlo. Agarro el buzo que cuelga del espaldero de mi silla y la remera del colegio que está tirada en mi escritorio. Odio usar uniforme.
-¡Emma! -oigo los gritos de mamá.
-¡Voy! -le devuelvo el grito.
Agarro mi mochila y mis lentes del escritorio y salgo prácticamente volando de mi habitación.
En el comedor, papá está tomando un café mientras lee el periódico.
-Buenos días -lo saludo mientras agarro una tostada de la mesa.
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ADAM (EN EDICIÓN)
Fantasy-¿Quién eres realmente? -le pregunto mientras mis piernas tiemblan a penas sosteniendo mi peso. Sus ojos se iluminan y por un segundo creo verlos cambiar con un brillo dorado. Instintivamente retrocedo, pero él me sostiene de la cintura, evitand...