Capítulo 23 "-¡Díganme la verdad!"

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-¡Emma! -exclama mamá -¡Tienes dieciocho años y ni siquiera sabes hacer agua hervida!

Pongo los ojos en blanco.

-Claro que sé -me defiendo -Pongo el agua en el congelador y ya.

Río para mis adentros mientras ella se desespera por mi estupidez y empieza a regañarme. Claro que sé hacer las cosas, es solo que me da gracia verla desesperarse por estupideces.

-¿Y tú por qué llevas bufanda con estos treinta grados de calor? -nos interrumpe papá entrando a la cocina.

La bufanda... Me vi obligada a usarla, puesto que cuando me miré al espejo esta mañana pude observar sin complicaciones unos escandalosos chupones. Tendré que hablar seriamente con Adam...

-Es moda, papá -me obligo a mentir -No puedes juzgar a una adolescente por la moda.

Papá simplemente ríe y asiente para luego sentarse en una silla del comedor.

Suspiro. Se lo creyó.

Me dirijo hasta él y me siento a su lado.

-Papá, dijiste que me enseñarías a conducir -aleteo las pestañas inocentemente.

Él frunce el ceño con confusión y luego sonríe como si lo hubiese recordado.

-Te había dicho que te inscribiría en clases de conducción, no que te enseñaría yo.

Pongo los ojos en blanco y me levanto.

-Es lo mismo -balbuceo -Por cierto, hoy voy a salir -anuncio.

-¿A dónde? -me interroga papá.

-Aún no sé donde iremos -alego con un pie en las escaleras.

-¿Con quién? -ahora es mamá quien pregunta mientras corta las verduras.

Inhalo una gran bocanada de aire.

-Con un chico -suelto.

Ambos dejan lo que están haciendo, escucho el sonido del cuchillo caer al piso y dos pares de ojos se posan de manera incrédula sobre mí.

Siento que me encojo en mi lugar por sus intimidantes miradas.

-¡No me miren así! -exclamo -Tengo dieciocho años, puedo empezar una relación si quiero.

Papá alza las cejas con sorpresa.

-Así que ya están en una relación... -murmura.

-No exactamente -respondo.

-¿Lo conocemos? -habla mamá.

-No lo creo -respondo -Él es algo... Especial.

Observo en silencio cómo ambos se lanzan una mirada cómplice que expresa evidente desagrado.

-Queremos conocerlo -dice mamá rompiendo el silencio.

Abro los ojos como platos.

-¡¿QUÉ?! -grito y ambos me miran mal -¡Pero acabamos de empezar lo que sea que tenemos! ¡Se asustará!

Papá suspira con cansancio y mamá pone los ojos en blanco.

-Si realmente siente algo por ti, vendrá -alega papá con tono autoritario.

-Sino, no vale la pena -lo apoya mamá.

Gruño ante sus palabras y sin decir nada subo a mi habitación refunfuñando como una niña caprichosa.

Mi tiro en la cama y me quedo un largo tiempo en silencio observando el techo.

Me sobresalto al escuchar el timbre de la casa, sin embargo, me rehúso a moverme. Mamá o papá pueden abrir la maldita puerta.

ADAM (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora