Capítulo 29 "-¿Me estás siguiendo?"

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Estoy cansada.

Cansada de esta sensación de hundimiento, cansada del rechazo de aquel chico terco y orgulloso, cansada de humillarme por él, estoy tan cansada, sin embargo, sigo en la maldita monotonía de caer en sus redes, aceptando las migajas que me da cada vez que se le antoja.

No pienso pasar mis últimos días llorando y mendigando por amor, fue suficiente. Si me ama realmente, vendrá, y si es como él dijo, que no siente nada, pues lo mejor que puede hacer es alejarse de mí.

Estoy harta del tira y afloja, del te quiero y te odio, del te cuido y te lastimo. No estoy en condiciones de estresarme por esa mierda en estos momentos.

Estoy tirada en la cama con unas cuantas sábanas asfixiándome, con una sola camiseta y ropa interior puesta.

Sé que eso no ayuda con mis pensamientos, con todo lo que tengo que hacer, porque ya no pienso quedarme todo el día en cama esperando que un par de idiotas encuentren la cura a todo este embrollo. No voy a darme por vencida aún, yo misma buscaré al maldito hechicero si es necesario, y si al final del día muero, lo haré con dignidad, lo haré luchando. Ya no dejaré que otros luchen por mi vida, pues es MÍA.

Tiro las sábanas lejos de mi anatomía y me incorporo con brusquedad, ocasionando un mareo instantáneo.

Gruño cuando mi vista se torna con puntos negros y me quedo quieta un momento hasta que el malestar desaparece.

Me pongo de pie y me dirijo a la pequeña silla que se encuentra en la esquina de la habitación, en donde descansan mis pertenencias. En realidad, solo hay mi ropa. Daniel se había encargado de traerlo todo para acá.

Escojo unos vaqueros oscuros, una blusa azul sin mangas y una campera liviana.

Me saco la camiseta holgada que tengo puesta y me detengo en seco al agachar la mirada hacia mi cuerpo. Un enorme hematoma cubre casi todo mi vientre, es lila azulado y con una ligera inclinación al verde moho.

Trago saliva. Sé que esto es normal por el hechizo, así que decido ignorarlo por el momento.

Me visto con las prendas que escogí y una vez lista sujeto mi cabello desastroso en una coleta alta.

Pienso seriamente en dejar la campera, hasta que veo pequeños hematomas formándose en ambos brazos, por lo tanto me lo pongo de igual manera.

Dejo escapar un suspiro dramático antes de salir de la habitación en dirección a la sala de estar.

El pasillo nuevamente se siente angosto y yo solo trato de centrarme en salir de aquí, si llego a tener un ataque aquí, Daniel jamás me dejaría ir.

Llego hasta la sala con mucha cautela, y verifico el perímetro antes de dirigirme con puntillas hacia la puerta.

-¿A dónde vas?

Me detengo en seco al escuchar la voz de Daniel a mis espaldas. Respiro hondo un par de veces antes de voltear a encararlo.

-Quiero salir -respondo.

Sé que ésta es su casa y que él me está cuidando, pero no soy una niña de cinco años que debe estar pidiendo permiso.

-¿A dónde? -vuelve a preguntar mientras se acerca a mí quedando justo enfrente.

Pongo los ojos en blanco.

-No puedes impedir que salga -alego con seguridad.

Él sonríe ante mi gesto infantil y me agarra del codo con mucha delicadeza.

-No es un buen momento para salir -dice con ternura -Ven, preparemos algo de comer.

Hago un puchero y él vuelve a sonreír.

ADAM (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora