Capítulo 6 "Él me curó"

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Una semana. Nunca he estado tanto tiempo sin mis padres, nunca pude sentirme libre de decir lo que quiera, vestirme como quiera y hacer lo que quiera. Esta es una oportunidad innegable.

Abro la puerta de mi habitación y salgo al pasillo con una enorme sonrisa.

Estoy con ropa interior y una camiseta azul que me queda enorme, por encima de mis rodillas para ser exactos.

Me dirijo a las escaleras y me subo en el barandal, mi corazón se acelera pero eso solo me incentiva aún más, sin tener tiempo de pensarlo más, me deslizo como una niña de cinco años.

-¡¡AL INFINITO Y MÁS ALLÁ!! -grito.

Sin embargo, a la mitad del camino pierdo el equilibrio y caigo al suelo desde una altura considerable.

-¡Mierda! -exclamo cuando mis codos heridos chocan con el suelo.

Me quedo un momento en el frío suelo.

-Esto era mejor cuando tenía cinco años -me levanto a duras penas.

Miro mis codos y veo que ambos volvieron a sangrar, ni siquiera puedo enderezar mis brazos.

Me dirijo a mi habitación nuevamente para desinfectarlos por segunda vez. Al buscar las gasas, ya no están donde las dejé, las busco por todas partes y no las encuentro, como si la tierra se lo hubiese tragado.

Suspiro exasperada, poniéndome dos simples banditas y bajo a la cocina.

Escucho a mi estómago rugir con fuerza.

-Haaaaammmmmbreee -protesto para mí misma.

Abro el refrigerador y me quedo quieta en seco. Siento que alguien está a mis espaldas, que alguien me está observando, puedo sentir sus ojos clavados en mí. Tomo una gran bocanada de aire y volteo rápidamente para ver quien podría ser.

Nada. No hay nadie.

Respiro hondo y saco un pote de helado del congelador. Me dirijo a la encimera y me subo en él. Abro un cajón, saco una cuchara y finalmente me pierdo en el sabor del helado de frutilla. Mi favorito.

Creo que me estoy volviendo bastante paranoica. Sí, sé que cuando era pequeña odiaba estar sola en algún lugar porque pensaba que vendrían espíritus a perturbarme. Pero ahora ya soy una adulta, es ridículo temer en mi propia casa y es aún más ridículo pensar que hay espíritus que me persiguen.

Tomo todo el pote de helado y observo la hora en mi celular, las diez de la noche.

-¡¿Qué?! -exclamo -Qué rápido pasa el tiempo...

Me bajo de la encimera, arrojo el pote de helado vacío en el basurero y me dirijo a mi habitación.

Creo que voy a explotar, estoy tan satisfecha que a penas puedo dar pasos hacia arriba en las escaleras.

-No debí haber tomado tanto helado...

Llego a mi habitación y me tiro en la cama. Mi camiseta sube hasta mi abdomen y lo dejo así, pues no hay nadie más en casa.

No me había dado cuenta del sueño que tenía hasta ahora. Todo el cuerpo me exige dormir, mis ojos a penas logran mantenerse abiertos y mis piernas se rehúsan a hacerme caso, sin embargo, las obligo a caminar para apagar la luz y así finalmente lanzarme en la cama de nuevo. Me estiro un poco para prender la lámpara que tengo en la mesita de noche.

Nunca duermo en la oscuridad. Supongo que es una manía que tengo desde niña.

Finalmente cierro mis pesados ojos y dejo que el cansancio de todo el día se apodere de mi cuerpo.

ADAM (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora