Oscuridad. Dolor. Odio.
Eso es lo que siento ahora. Siento que la oscuridad me consume, me duele, más de lo que me dolería si me arrancaran una pierna, y odio, odio a quien puso el hechizo, odio a Alex Kanish pero más odio a quien haya ordenado el maldito hechizo.
¿Tanto me odiaban? ¿Tanto me odian? ¿Qué les he hecho yo? ¿Qué les pude haber hecho cuando era a penas una niña?
¿Disfrutan de verme sufrir? ¿Disfrutan del hecho de saber que estoy muriendo? ¡Malditos sádicos, enfermos!
Ya no puedo más. Cada día es más doloroso, cada día es peor y la luz no se asoma por ningún lugar, el final del sufrimiento y el tormento ni siquiera es visible.
Sé que quizás soy una cobarde por pensar en rendirme, pero deberían ponerse en mi lugar, el dolor es inhumano, inaguantable. Es como si todos los huesos de mi anatomía estuviesen siendo bañados en ácido, como si mi sangre se convirtiera en veneno y tenga mil agujas clavadas en el cerebro.
Ni siquiera puedo moverme, la piel me arde a tal punto de aparecerme ampollas con el primer movimiento.
No pensé que algo así sería posible, pero el dolor es tan agudo, tan intenso que preferiría mil veces que me clavaran una espada en el pecho.
Desde que desperté estoy así, hace dos días, dos días en los que he estado aquí, en la “casa" de Renata. Según ella me podrá cuidar mejor aquí, pero no creo que cuidar sea la palabra correcta cuando evidentemente estoy muriendo de dolor.
Las lágrimas se desprenden de mis pestañas y bañan mi rostro en silencio.
Recuerdo el momento en el que desperté y grité como nunca lo había hecho, grité de dolor, grité por la tortura en la que mi cuerpo estaba siendo sometido, grité y nadie pudo hacer nada.
Durante cuatro horas estuve gritando que me suicidaría e imploraba a que me mataran, suplicaba piedad, pero ellos solo me observaban, entonces amenacé que me escaparía y me tiraría de un puente o me pondría en medio de una carretera, desde ese momento decidieron no dejarme sola ni un solo minuto del día.
Beth es la que ha pasado más tiempo conmigo, es una persona increíble y ahora que estoy aguantando este dolor, no entiendo como ella lo hace voluntariamente. He visto a personas con epilepsia tener ataques, es horrible, ella es prácticamente una heroína para mí.
Justamente ahora sigue sentada a mi lado, leyendo un libro de la biblioteca con hojas amarillentas.
-¿Duele demasiado? -me pregunta con ternura y se acerca a mí para secar mis lágrimas.
Asiento incapaz de pronunciar una palabra.
Ella es la única que no me observa con lástima, ella me observa como si conociera el dolor pero supiera que yo saldré de esto, aunque no sea cierto, me reconforta.
-Mírame, Emma -dice y yo me limito a obedecer -Sé que el dolor es insoportable, sé que deseas morir antes que seguir sufriendo, pero escucha -suspira -Adam te ama. Sé que tus padres fueron unos idiotas, pero tienes a Adam, tienes a Daniel, me tienes a mí ahora.
Mis lágrimas siguen cayendo por mis intactas mejillas como si de un río se tratara.
-Adam no me ama -alego con la voz ronca.
-¿Que no? -se sobresalta Beth levantando ambas cejas -Ahora mismo está como loco buscando a Alex Kanish, después de gritarle muchas cosas ofensivas a Ren por no poder hacer nada para que dejes de sentir dolor. Dijo que haría lo que sea, hasta ofreció su sangre para hacerte una transfusión. Si eso no es amor, es lo que yo conozco...
ESTÁS LEYENDO
ADAM (EN EDICIÓN)
Fantasy-¿Quién eres realmente? -le pregunto mientras mis piernas tiemblan a penas sosteniendo mi peso. Sus ojos se iluminan y por un segundo creo verlos cambiar con un brillo dorado. Instintivamente retrocedo, pero él me sostiene de la cintura, evitand...