Capítulo 8 "-¡MALDITO ADAM!"

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Antes siquiera de abrir los ojos, el martilleo latente en mi cabeza hace que frunza el ceño.

Mis párpados se remueven inquietos y lentamente los voy abriendo. El dolor de cabeza es indescriptible, siento que mi cabeza explotará en cualquier momento. Miro a mi alrededor, aún cegada por la luz del día que se filtra por la ventana principal. Me doy cuenta que estoy en el suelo, recostada por el umbral de la cocina.

¿Cómo llegué aquí?

Bajo mi borrosa mirada al suelo y veo una botella de vodka vacía a mi costado.

-Eso explica muchas cosas...

Me levanto a duras penas del suelo y cuando logro mantenerme en pie una punzada horrible de dolor atraviesa mi cabeza.

Me sujeto con fuerza del umbral hasta mantener completamente el equilibrio.

Una vez que todo está bajo control en mi sistema nervioso y mi visión se vuelve clara, respiro hondo y alzo la mirada hacia la sala de estar.

-Qué mierda...

Me quedo boquiabierta. Literalmente todo está un desastre. Las cortinas están en el suelo, el sofá tiene una rara salsa impregnada por él, hay vasos por toda la sala, la alfombra está manchada con algún líquido y....

-¡DIOS MÍO! -grito y voy corriendo hasta tirarme en el suelo.

¡El jarrón japonés favorito de mamá! Papá se lo compró cuando fueron de luna de miel al mismo Japón. Ella lo guardaba como una reliquia, es su tesoro personal y no solo eso... Es único en su fabricación. ¡Y ahora está hecho pedazos!

Nunca me importó este estúpido jarrón, pero ahora que está aquí, destrozado, me llena de nostalgia y eso sin mencionar que debo ir a reservar un lugar para mi tumba en el cementerio.

Mis ojos se llenan de lágrimas y siento un nudo en mi garganta que hace que respire de forma irregular.

De repente la música "Demons" suena muy despacio en la sala.

-¡Mi celular! -exclamo y me levanto de un brinco.

Trato de guiarme por el sonido, que raramente me lleva hasta el sofá. Alzo los almohadones pero no está allí. Guardo absoluto silencio y rápidamente me doy cuenta que el sonido proviene de debajo del sofá. Por lo tanto, empujo el sofá y saco mi celular. La música deja de sonar.

-Maldito número desconocido...

Guardo mi celular en mi bolsillo y vuelvo hacia el jarrón, me tiro al suelo de rodillas dramáticamente. Agarro algunos fragmentos del jarrón y los examino detenidamente.

Para mi sorpresa, encuentro un pedazo de papel entre los pedazos. Rápidamente lo agarro y lo desdoblo.

Mi Lucinda, mi Lucy...

Mis ojos se llenan de lágrimas al instante.

Porque nuestro amor será eterno, y siempre superaremos los obstáculos.

Gracias por ser la luz que extendió mi destello.

Te amo, mi ángel.

Frederick.

¡Oh, papá! ¡Eres tan tierno!

La culpa se enciende en mi pecho y las lágrimas empiezan a deslizarse lentamente por mis mejillas.

ADAM (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora