Capítulo 31 "-Te protegeré, Emma"

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No he podido dormir en toda la noche. No creo que pueda volver a dormir algún día.

Las palabras de Madison, el nuevo rechazo de Adam, la muerte acosándome, Daniel tratándome como una niña pequeña, mis padres mintiéndome y desapareciendo. ¿Qué más falta? Ahora me van a decir ¿que tengo un hermano perdido? Aunque no me sorprendería realmente...

Me he estado librando de los ataques, no sé si tomarlo como una buena señal, pero si no ocurren debe ser por algo.

No he comido en dos días, me he olvidado constantemente, no tengo hambre y eso se empieza a notar en mi piel. Los huesos en mi clavícula sobresalen, mis costillas son demasiado visibles, mis muñecas son delgadas al igual que mis piernas y tobillos, mis pómulos se ahuecan y mi vientre se está hundiendo hacia el interior. Es horrible...

Ya han pasado casi dos días desde que hablé con Madison. Ayer Daniel no me dejó salir, me empezó a regañar como si tuviera dos años. ¡No es mi papá para tratarme así!

Sé que debo hacer algo, sé que debo luchar por mí misma, ¿pero qué puedo hacer? ¿Cómo busco al verdadero hechicero? ¿Podré acaso salvarme a mí misma?

Aún no puedo creer que Adam haya golpeado a tres chicos porque tenían información acerca del hechicero, acerca de mi salvación.

¿Realmente se preocupa por mí?

Me pongo de pie y estiro mi cuerpo para evitar calambres.

Tengo solo una camiseta, digamos que ya me he acostumbrado a usar solo eso cuando estoy aquí. Daniel no me ha vuelto a mirar con otros ojos y se le agradezco bastante, pues sería muy incómodo si fuese de otra manera.

Me veo en el espejo y casi suelto un grito al ver mi apariencia de esa manera.

Tengo enormes bolsas negras bajo mis ojos, mis labios están de color púrpura, como si estuviese muerta y no me hubiese dado cuenta.

Me dirijo hacia la puerta. Debo decirle a Daniel que me asusta mi apariencia y que necesito una explicación del porqué me veo así.

Cuando doy un paso fuera de la habitación una punzada de dolor atraviesa mi vientre y caigo al suelo de rodillas.

Es un dolor horrible, ¡inhumano! Siento como si acabasen de meter una espada entre mis entrañas, y no estoy exagerando.

Trato de regularizar mi respiración, debo permanecer en calma. Llevo ambas manos a mi vientre y me las arreglo para ponerme de pie.

Todo mi cuerpo se curva hacia adelante y doy pasos hasta que el dolor se vuelve insoportable.

-¡DANIEL! -digo en un grito desgarrador.

Vuelvo a caer al suelo en seco. El dolor es antinatural. Mi cabeza empieza a sentir pequeños martilleos dolorosos y pido a Dios que no se intensifiquen, pero él no me oye.

Mi cabeza está a poco de estallar de dolor, y ya no sé si agarrarme la cabeza o el vientre.

-Morirás -escucho un susurro en mi oído.

Volteo rápidamente para ver quien es, pero no hay nadie en ese lado del pasillo.

-Te vigilamos -susurra otra voz en mi otro oído.

Volteo rápidamente y tampoco hay nadie.

Las lágrimas empiezan a agruparse en mis ojos, la impotencia me carcome y el miedo se inyecta en mis venas.

-Morirás pronto -ríe.

-¡NO! -grito y llevo mis manos a mis oídos.

Un estallido de risas burlonas estalla a mi alrededor y busco desesperadamente al emisor, pero no hay nadie. Sin embargo, cuando volteo hacia el pasillo oscuro, observo a algo arrastrarse por el suelo con dirección a mí.

ADAM (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora