capítulo 11

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Estoy sentada en el techo fumandome un porro; de los que tengo guardados en mi maleta, el humo entra en mi garganta, se queda adentro unos cuantos segundos para después sacarlo por la nariz, mi boca está agrietada y me cuesta pasar la saliva por el humo que quema mi garganta, veo el porro de marihuana que traigo en la mano, y no puedo evitar pensar la primera ves que probé uno.

                                       —

salte ya estoy afuera—decía aquel mensaje de Yahayra–ok—fue lo único que conteste.

Baje de mi cama de un salto, tome una chaqueta y una sombrilla; ya que estaba lloviendo—iré a caminar un rato con yahayra mamá—grite—no vuelvas muy tarde—fue lo único que alcance a escuchar de ella.

Me dirigí a la entrada de mi casa y ahí la vi una chica alta, delgada, con el pelo que le llegaba hasta la cintura–¿estás lista?—pregunto ella emocionada, yo levanté una ceja—¿para qué?—pregunte, mientras me cruzaba de brazos, ella sólo hizo una media sonrisa y en ese instante supe algo; era otro de sus grandiosos planes.

tenemos que correr —dijo ella, mientras me tomaba de la mano y me jalaba, una cuadra después, nos topamos con dos chicos—ellos son Jey y lee—dijo apuntando a cada uno con su correspondiente nombre, yo solo asentí con la cabeza en señal de saludo.

Me tomó de la mano mientras seguíamos a él par de muchachos enfrente de nosotros—¡yahayra! ¿A dónde vamos?—ella me miró, con esos ojos que te dicen; es una travesura pero créeme no es peligrosa.

Llegamos hasta la casa del par; una casa vieja y casi decaída, al entrar el penetrante olor de una hierba se podía sentir en el ambiente.

Nos sentamos en un sillón viejo y desgastado por los años, uno de los muchachos empezó a tomar un pedazo de papel y dentro de este puso cierta cosa, lo enrollo con facilidad y lo encendió, estiró su mano en mi dirección, voltee a ver a mi amiga y ella solo me sonrió—adelante para todo hay una primera vez—dijo.

Mire unos segundos más aquel trozo de papel enrollado, lo tome y en mis dedos se sentía una sensación caliente, mis dedos temblaban de los nervios—adelante—dijo ella.

Introduje aquel rollo en mi boca y lo succione—pasa el humo por tu garganta y sácalo por la nariz—dijo Jey, hice lo que me indicó y esos segundos fueron la ¡puta gloria!.

Me dieron lo que tanto necesitaba; una anestesia para ahuyentar las penas.

                                          —
Me río un poco, aveces extraño la libertad que tenía al ser más joven.—si mi madre supiera todo lo que he echo—suelto una sonrisa pesada.

El día está fresco; el viento que fluye me pega directamente, haciéndome sentir unos pequeños escalofríos.

Un ruido me saca de mis pensamientos, un grito agudo de una niña, por instinto volteo, veo la casa de aun lado— ahora que lo pienso nunca había visto a los vecinos—digo para mí misma, observó detenidamente y me doy cuenta que los que viven aún lado son una familia de tres; un señor que no a de pasar de los treintas está cargando a una niña que no pasa de seis y la mujer de unos veintinueve años le propina un beso en la mejilla a la pequeña, una lagrima se me escapa al recordar aquellos momentos donde solía jugar con mi padre y mi madre, corría para que no me alcanzara.

Enamorada de mi primoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora