Capítulo 2

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Tendría que ir a la escuela, lo peor de cualquier adolescente. Ese era mi castigo por escapar anoche, el tío Alfred no lo tomó bien aunque le había advertido sobre eso, era una costumbre mía. Odio estar encerrada. Creo que tiene algo en común con lo de mis padres, me encerraron en el closet por tres días sin comer, viendo por un pequeño agujero como mis padres sufrían.

—Hey —abro los ojos, veo a Bruce sonriéndome—. Perdona si te desperté, tienes... mermelada en mejilla.

Fruncí el ceño, en efecto, tenía mermelada. Bruce reía mientras yo secaba mi mejilla con una servilleta. Anoche llegué como a las tres de la mañana, valió la pena salir, fue divertido y frío. Alfred vino a la cocina, le puse la servilleta en la boca a Bruce para que se callara, él me fulminó con la mirada mientras era yo la que ría ahora.

—Niños, recuerden que mañana hay escuela.

—Aburrido —murmuré.

Tomé un sandwich y me dirigí a la oficina de Bruce, era acogedora ya que tenía una chimenea. Mi corazón dio un brinco al ver a una chica entrar por la ventana, era la misma chica que vi ayer.

—Hey, ¿Qué haces aquí? —dije para después darle una mordida a mi sandwich. Ella frunció el ceño al verme.

—De visita, ¿y tú? —se cruza de brazos.

—Vivo aquí.

Bruce viene a la oficina, nos mira a ambas como si fuésemos lo único en el mundo. Él comienza tartamudear mientras ve a la chica con ojos verdes, trato de reírme pero sería muy cruel.

—Soy Isolde Pennyworth, sobrina de su mayordomo —me presento.

—Selina Kyle —ambas estrechamos nuestras manos—. No te ofendas pero, tu mayordomo es muy aburrido.

—Ni que lo digas —puse los ojos en blanco—. Por escaparme anoche tendré escuela, odio la escuela.

—Yo odio el reformatorio —dice como si la escuela fuera poco.

—Oh, por Dios yo igual. Bueno, solo iba ahí cuando mi tía se ponía muy enferma, decía que necesitaba educación especial. ¿Te molestaban?

—Siempre atacaba a los ojos, es mi especialidad —sonríe.

—Yo a la muñeca o rodilla, son más fáciles de quebrar —sonreí.

—Ella me cae mejor que tú —le dijo a Bruce el cual todavía seguía tartamudeando. Pobre.

***

Selina y yo nos llevamos bien, podría decirse que somos como amigas o algo así. Lamentablemente se fue muy rápido como para poder seguir hablando y me burlé de Bruce por media hora. Ahora estaba escuchando a Bruce, decía algo sobre sus padres que fueron asesinados y que él trata de descubrir el culpable.

—¿Y harás todo eso tú solo? —pregunté.

—En parte —sonrió—, un detective del GCPD me está ayudando, un poco.

—Vaya —murmuré—. Bueno, me voy.

—¿Adónde irás? —me toma del brazo—. Alfred te castigó.

—Y yo desobedezco —sonreí—. No te hagas el inocente, tú también lo haz hecho.

—En parte, muy pocas veces —sonríe. Negué con la cabeza.

—Cúbreme, que el tío Alfred no se de cuenta —le señalé. Él asintió viendo sus archivos sentado en su escritorio.

Salí por la ventana, esta vez tomaría uno de los carros de Bruce. Tengo dieciséis años y licencia de conducir ¿por qué no?. Estacioné el auto en una de las calles, veía a personas correr hacia el lado contrario. Fruncí el ceño. Me volví para luego ver un camión incendiado viniendo hacia a mí, la única salida era la escalera de incendios de un edificio.

Sé que no soy buena saltando, pero al parecer mi suerte cambió ya que trepé hacia el auto y salté hacia la escalera antes de que el camión me aplastara. Suspiré cuando estuve a salvo. Entre el humo y cenizas vi a cuatro sujetos con armas, un auto de policía se acercaba en escena, dos sujetos bajaron pero ya era tarde; uno de los cuatro les había disparado con un rifle.

Otro sujeto comenzó a reír como loco, era el más bajo y gordo de todos; comenzó a disparar a cualquier ciudadano inocente. Me puse de cuclillas y apreté los puños. Gente como ellos no debe existir. Ellos avanzan hasta donde estoy varada, lo peor es que se detienen. Sí me descubren estoy muerta.

—¿Acabamos con todos? —pregunta un sujeto.

—Paciencia, Arnold —esa voz—. De uno a uno mataremos.

El pelirrojo de ayer. Entrecerré los ojos y me di cuenta que era la misma banda, demonios, estoy muerta. Si me descubren estoy muerta, pero me quedo sin oxigeno. Posiblemente lo que haré será un suicidio, pero es mi única opción.

Salté de la escalera de incendios para caer encima de uno de ellos, creo que era el más grande. Los tres me miraron. El pelirrojo me tomó del antebrazo y me levantó, éste se me acercó hasta no tener espacio personal.

—Pero miren a quien tenemos aquí, la hermosa dama de la noche —dijo para luego reír. Los demás le siguieron.

Mi mirada se fue hacia su cinturón el cual tenía granadas de humo, sin pensarlo tomé una y la tiré al suelo, el pelirrojo me soltó con fuerza haciéndome caer. Me arrastré entre el humo tóxico, cuando salí me di cuenta que habían unas luces rojas y azules. Un hombre se me acercó, me preguntó algo lo cual no escuché. Solo sentí como mi vista se nublaba hasta quedar en oscuridad.

***

Desperté en un laboratorio, un hombre con gafas de unos veintitantos me sonrió, daba miedo.

—Oh, despertaste. Pensé que por poco tenía que llevar tu cadaver a la morgue —temblé por dentro—. Oh, tranquila, estoy bromeando. Dime tu nombre, querida.

—Isolde, Isolde Pennyworth —dije sentándome.

—Bueno, Violyn. Soy gris, espacioso; puedo dormir, puedo intoxicar y a veces matar —sonrió—. ¿Qué soy?

—Humo —respondí, él chasqueó los dedos.

—Exacto, fuiste intoxicada debido a la reacción de la granada junto con el fuego. Mala combinación, por cierto. Oh, casi lo olvido, Edward Nygma  —dice dándome su mano, yo la acepto.

En ese momento llega el mismo hombre con el cual choqué en el incendio. Edward se retiró y el hombre se sienta a mi lado. Tenía cabello castaño, casi rubio y unos bonitos ojos azules.

—¿Te hicieron algo esos tipos? —negué con la cabeza—. ¿Tienes padres? —negué con la cabeza.

—Tengo un tutor, es mi tío. —él asintió—. No lo llames, se molestaría mucho y no quiero molestarlo más —él suspiró mientras negaba con la cabeza—. ¿Quienes eran esos tipos?

—Esos tipos se hacen llamar los MANIAX, fueron liberados de Arkham, una cárcel para los criminales con problemas mentales.

—Ya veo —murmuré—. Soy Isolde.

—Jim Gordon. Escucha, Isolde, fue muy arriesgado lo que hiciste pero tu jugada le dio tiempo a las personas para salir de ahí. El GCPD te lo agradece.

—Quisiera ser policía algún día, mi padre lo fue una vez —me encogí de hombros—. A esta ciudad le hace falta seguridad —él sonríe.

—Creo que debes irte, es tarde y no quiero llamar a tu tío.

Cuando salí del departamento de policía solo pensé en una cosa... ¿Dónde dejé el auto?

INSANE ⎮⎮ Jerome Valeska ⎮⎮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora