Cap 37: Las pestañas postizas

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Era una nueva semana de clases. Ya han pasado varios días del incidente con Mariana y mi declaración a Johan.

Todos estos días hemos estado en casa de Johan. Tratando de distraerlos un poco de todo esto. Emily organizó un almuerzo sorpresa el día sábado para Mariana. Fue todo un éxito porque ella volvió a ser la misma. O eso creemos todos.

Las cosas entre Johan y yo no han cambiado mucho, él ha estado muy ocupado con temas de la futura empresa y lo de su hermana. Es lógico que tenga la cabeza en otro lado, y no lo juzgo para nada.

Hoy era lunes y los entrenamientos de fútbol soccer han sido más complicados para mis amigos. El partido era el viernes así que el entrenador ha estado presionándolos. Johan apenas tiene energía y tiempo para eso, cosa que a todos lo tiene muy preocupados, ya que es uno de los mejores jugadores y ha estado muy distraído.

Le dije que hablara con el entrenador sobre eso para que no jugara y concentrarse en otras cosas, pero se negaba.

Emily, Madison, Sarah y yo estábamos sentadas en las gradas del campus viendo como los chicos juegan.

—Erick es como un niño pequeño,— comentó Madison,— Corre detrás del balón como si fuera un dulce.

Solté una risa,— Es así. Hay que aprender amarlo.

—¿Cómo van las cosas con Leo, Em?— le preguntó Sarah a Emily.

Ella suspiró,— No nos hemos visto mucho. Solo hablamos por Whatsapp...

Emily siguió hablando pero mi vista se posó en Johan.

Estaba concentrado y cansado haciendo los ejercicios correspondientes. Me encantaba verlo así. Estaba haciendo algo tan simple pero se veía tan sexy.

—Con tus babas podría devolverle el agua a un país con sequía,— comentó Sarah golpeándome el hombro. La miré mal.

—Déjame en paz.

—¿Ya le dijiste que te gustaba?— me preguntó Emily sacando un cuaderno de su bolso.

—Sí,— contesté entre suspiros.

Era raro. Nunca me había declarado a nadie porque el miedo al rechazo siempre estuvo presente. Pero con él fue diferente.

Johan seguía muy concentrado jugando y no notaba que lo he estado observando desde hace un buen rato.

Sonreí inconscientemente.

Nunca imaginé que mi corazón se acelerar tanto al mirarlo. Trataba de convencerme a mi misma que era solo un amigo y que nunca pasaría nada. Pero desde que hicimos la obra del maestro, supe que algo pasaba o estaba a punto de pasar.

—Que chistoso es pensar que nuestro corazón a veces le gana a nuestro cerebro,— comenté y mis amigas me miraron confundidas,— Mi cerebro decía que Johan era solo un idiota amigo más, pero mi corazón me decía que me dejara llevar con sus encantos.

Hubo un silencio,— ¿Tienes cerebro?— me preguntó Madison. Sarah soltó una risa.

—Que pesada eres,— le dije y saqué la lengua.

La campana indicándonos el receso del almuerzo llamó nuestra atención. Emily y Sarah no tardaron ni un segundo en ir a donde sus chicos. En cambio Madison y yo nos quedamos sentadas.

—¿Irás a la fiesta de Erika el viernes?— me preguntó rompiendo el silencio.

Apreté los labios,— Sí, iré.

Ella asintió,— Espero que a esa perra no se le ocurra hacernos algo.

Me encogí de hombros,— ¿Qué podría hacernos? Es Erika. No hace los trabajos de artes manuales porque le da miedo romperse una uña.

Él es Mi IdiotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora