Capitulo 31

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Los rayos del recién despertado sol acariciaban una pequeña pero hermosa playa escondida. Una joven de cabellos dorados había cedido su vestimenta tradicional por unas túnicas más frescas de un tono azul claro. Lo único que aun llevaba era su collar el cual jamás se quitaría. Como una madre a su hijo las olas acariciaban las arenas doradas casi sin deseos de alejarse. Ella podía sentir la caricia de la brisa en su rostro y el sabor salado que traía consigo. Inclinó su rostro olfateando las hermosas flores que había colectado durante su caminata hacia la costa. Decidió regresar por el camino de piedras a su izquierda, el cual la llevaría al lugar en donde había residido los pasados días. Se dirigió hacia una pequeña pendiente por la cual debería ascender en su camino de regreso. Al hacerlo vio a su derecha una tumba recién creada en la cual se detuvo. Con absoluto respeto se arrodillo enfrente de ella. Colocó las flores sobre la tierra recién movida con un semblante entristecido.

—Sé que no creías en él, pero espero que tengas el descanso y paz que tanto mereces. Que el gran Elysion-Rad se apiade de ti y te de paz—suspiró Jennifer.

La joven miró por última vez la tumba y se alejó de ella adentrándose en los arbustos cercanos los cuales le permitirían llegar a una cabaña. Esta estaba cubierta de vegetación verdosa dándole la impresión a la residencia de haber sido construida entre la robusta maleza. Jennifer pasó al lado de un pequeño pozo en el cual Langrid sacaba agua con un poco de dificultad. Jennifer le sonrío y se dirigió hacia la entrada de la casa la cual era vigilada por el minotauro de pelaje marrón.

—Buenos días Gyos—dijo ella.

—Que sea bueno para usted también mujer—respondió el en tono apacible.

Gyos movió su lanza permitiéndole la entrada a la cabaña. Al entrar en la espaciosa residencia Jennifer pudo observar nuevamente los artefactos que la adornaban. Por todas partes se veían estatuillas, collares de caracoles, objetos con extrañas inscripciones y emblemas hechos de piedras preciosas. Jennifer se detuvo por unos segundos interesada en esos objetos que por alguna razón le llamaban la atención. Solo dejo de verlos cuando una mujer de cabello marrón, con orejas puntiagudas y de piel canela pasó cerca de ella. Su vestimenta era de seda, de un color gris claro con piezas más oscura. Un collar de piedras preciosas y plata, con un emblema de un ave con sus alas estiradas cubría su delicado cuello.

—De regreso tan rápido Jennifer—comentó la mujer sin detenerse.

La mujer se dirigió hacia una de las recamaras con una vasija con una sustancia de un color verdoso y fuerte olor. Jennifer se encontraba delante de la erudita hechicera del oeste conocida solo como Topacio. Una conocedora de la antigua hechicería del continente la cual era pasada a través de un solo linaje. La mujer entró en una habitación con una cama ancha y varios muebles de madera en ella. En ese lugar una agotada Kalya dormía en una incómoda silla.

—¿Cómo se encuentra ella?—preguntó Jennifer.

—No se ha movido de ese lugar desde que llegaron, es una pena verla tan cansada y triste—comentó Topacio—. Además no ha comido casi nada.

Jennifer se acercó a Kalya tocándole el hombro haciendo que ella reaccionara un poco alterada. Su agitación se disipó cuando noto que era Jennifer quien la había despertado.

—Debes comer algo, llevas días así—sugirió Jennifer.

—No tengo deseos de comer nada y no necesito que me aconsejes religiosa—respondió ella molesta.

—Niña, hiciste lo posible para ayudarlo y ya no puedes hacer nada más—
reconoció Topacio mientras que se acercaba a ella—. Ve a alimentarte, la hermana y yo nos encargaremos en lo que regresas.

Las Reliquias Del Antiguo: El Resurgir De Los CaídosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora