Capitulo 32

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—Ha llegado un poco tarde Centurión—dijo ella—. Detesto las demoras.

La noche y un grisáceo bosque al noreste de la ciudad de Hilzad, metrópolis al este de la cordillera de Sannius eran testigos de una reunión imprevista entre un Centurión y una encapuchada de cola roja. Recostada sobre una roca oscura esta extraña dejaba ver su largo cabello blanco entre la capucha. Adrion camino hacia ella con seriedad dibujada en su rostro ya que no se sentía cómodo ante su presencia.

—No me interesa lo que deteste o no, ¿Qué deseas?, No es costumbre encontrarla entre mis viajes—afirmó Adrion con seriedad.

—Calma general, ambos servimos al mismo señor o no es así—respondió ella dejando ver una sonrisa.

—Algo que nunca entenderé es como el confía en tu clase.

—Oh, se me había olvidado, ustedes fueron creados a su semejanza, o eso se creen—respondió ella incorporándose.

—Fuimos bendecidos por él es todo. Algo que no puedo decir por otras criaturas.

—No sea un imbécil Centurión, ustedes solo son los perros guardianes.

—Cuide sus palabras demonio y dígame a que ha venido de una vez.

La mujer se removió la capucha dejando ver sus hermosos ojos dorados. Hizo un movimiento de cabeza haciendo girar su larga melena blanca. Su sensual andar obligaba aunque no lo deseara a Adrion observarla con detenimiento. Al acercarse al centurión este pudo percibir el aroma a rosas que emanaba de la piel de la mujer. Adrion intentaba no mirarla pero no podía apartar sus ojos de esta hermosa criatura. Ella lo notaba y sonreía. Contoneaba aun más su cuerpo y su cola jugaba de la misma forma.

—Podrá decir lo que desee centurión—dijo ella con una sonrisa—. Pero su respiración levemente agitada me demuestra que lo inquieto., ¿Por qué será?

—Diga lo que debe o calle.

—Qué aburrido centurión—respondió ella con una mueca—. Nuestro señor ordena su regreso de inmediato.

—¡Imposible!, la reliquia aun no ha sido recobrada y para colmo varios de mis hermanos han sido asesinados.

De repente la mujer se quitó la túnica dejando ver su hermoso cuerpo rojizo y su ajustado traje blanco. Un prominente escote dejaba acentuar su figura. Una pieza de armadura oscura en su hombro derecho y un cinturón ancho de cuero con una espada en el costado izquierdo demostraba su no tan pacífica naturaleza. Conocida con el nombre de Aisha-Aidin era una de los más fieles sirvientes del señor que tanto ella como Adrion obedecían.

—¿Acaso esta diciéndome que rehúsa acatar una orden directa de nuestro señor?—preguntó ella seriamente.

—No es eso, es solo que es imperativo que sean resueltos estos asuntos—respondió el molesto.

—Entiende que una negación no será aceptada por él. Además ya el conoce de la desobediencia de esos centuriones.

—Acción que reconozco fue indebida, pero no cualquier guerrero podría eliminarlos, no a esos experimentados soldados. Sospecho que el robo de la reliquia y este suceso tienen alguna relación.

—Podría ser, o quizás, como siempre sus guerreros subestimaron a su rivales demasiado.

—También podría ser, que algunos miembros de tu raza podría ser los responsables.

—Quizás, no todos les toleran ese aire de superioridad que ustedes poseen. Pero acaso se atrevería a retar las órdenes de nuestro señor. Sus directrices son claras, ordena su inmediata presencia en el reino.

El semblante de Adrion no pudo esconder su enojo y malestar. No entendía porque le ordenaron regresar habiendo él llegado hace poco y sin haber terminado su investigación. La hermosa Aisha-Aidin lo observó con seriedad y cautela, moviendo su cola de lado a lado como un látigo.

—El peligro de la reliquia aun esta presente, sería un riesgo no enfocar nuestros esfuerzos en recuperarla—advirtió molesto Adrion.

—Lo sé general, pero nuestro señor debe tener un plan, debemos confiar en él.

—La palabra confianza proveniente de tu clase nunca me ha inspirado tranquilidad.

—Y la palabra obediencia parece haber desaparecido del vocabulario de los Centuriones. Así que le sugiero obedecer a nuestro señor —respondió ella.

Con el ceño fruncido Adrion apretó con fuerza el pomo de su espada al sentirse encadenado por esa orden. Sabía que tenía razón pero su lealtad hacia su señor sobrepasaba cualquier pensamiento suyo.

—Si nuestro señor así lo desea, así será hecho, aunque debo decirle que pienso que es un error—acepto Adrion.

—Aunque no lo crea, yo tampoco entiendo esta decisión—admitió ella—. Pero debemos confiar en nuestro señor. No somos nadie para dudar de sus planes.

Aisha-Aidin se acercó al centurión colocando sus manos en el pecho de este guerrero. Una pícara sonrisa se dibujó en su bello rostro al lograr detectar a pesar de la armadura del general, como su respiración se agitaba nuevamente.

—Debo admitir que de todos los de tu raza, tú eres único entre ellos—aceptó ella—. Aun no se porque, quizás sea tu lealtad hacia el o quizás sean esos ojos tuyos.

—¿Me coquetea ahora?

La cola de Ashia-Aidin tocó con gentileza el rostro del centurión y luego le dio un leve golpe en el rostro. La mujer sonrío y retrocedió unos pasos.

—Mis coqueteos son más intensos centurión—respondió ella—Nunca podría olvidar uno de ellos.

La mujer le sonrío y le obsequio una guiñada mientras se desvanecía entre las sombras de los árboles. El centurión se quedó un poco sorprendido y liberó una tenue sonrisa. Pero en segundos su semblante cambio a uno de inquietud y molestia.

—Él sabe lo que hace y nunca permitirá que la oscuridad regrese a gobernar este mundo—suspiró en voz baja—. En eso no puedo estar equivocado.

Con visible molestia Adrion se desvaneció en un rayo de luz ascendente de tono azul que atravesó con gran fuerza las nubes grises. 

Las Reliquias Del Antiguo: El Resurgir De Los CaídosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora