Capitulo 37

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La tarde comenzaba a posarse en el bosque que rodeaba la cabaña. En su interior una mujer mezclaba ingredientes en una vasija marrón con un diseño de una luna azul claro. Polvos de varios colores eran echados simultáneamente. Unos destellos y humo salían al mezclarse entre ellos. Un olor a hojas secas se esparció por toda la habitación. Con una gran velocidad y concentración la mujer mezclo cerca de una docena de ingredientes. Observando todo lo que ella hacia se encontraba un serio y atento Ulises. No había deseado perderse el proceso de tan delicada tarea.

—¿Esta segura qué funcionara?—preguntó cruzando sus brazos el capitán.

—Estos conocimientos han sido pasados a mí a través de decenas de generaciones—respondió ella—. Pero su efectividad solo lo restringirá la fuerza del vínculo que se pueda obtener entre él y su sangre.

—Entonces todo depende de que tan cercanos sean.

—Así es aunque todo dependerá de que tan cercanos sean.

—No me agrada, el podría esconder algo—sugirió Ulises con seriedad.

—Entiendo su preocupación capitán, pero no creo que deba tener ese temor en su mente.

—¿Cómo sabe que temor es el que me invade los pensamientos?

La mujer se detuvo y observo a este guerrero como si pudiera ver el más recóndito lugar en su alma. Ulises sintió en ese momento una extraña sensación al mirar a la mujer directamente a sus ojos.

—Si el deseaba traicionarlos, ya lo habría hecho—aseguró ella—. Estoy segura que ha habido mas de una situación en la cual el pudo hacerlo. Pero no lo hizo.

—Pareciera que conoce algo de todos los aquí presentes—comento el cruzando los brazos—. Pero no sabemos nada en particular sobre usted Topacio.

—Soy una conocedora de la magia es todo y estoy de su lado.

—¿Y me inquieta no saber sus razones para ello?

Una leve sonrisa se creo en el rostro de la mujer que no aparto su mirada del capitán. Ulises solo bajo su mirada unos segundos y volvió a observarla.

—Uno de mis dones, si es que puedo catalogarlos como tal, es que tengo sueños de cosas por pasar—dijo ella—. Sueños que en ocasiones me dan una posibilidad.

—¿Y ha tenido sueños sobre nosotros?—preguntó Ulises.

—Solo le diré que he soñado con los efectos de un posible fracaso. Y no era un sueño, era una horrible pesadilla.

Con una sonrisa Topacio hecho el último de los ingredientes que al mezclarse cambio el color del brebaje de un tono verde a uno azul. Libero un suspiro y salio a la sala de la cabaña en donde todos los residentes la esperaban. Coloco el envase en una mesa de vieja y gruesa madera en el centro y dirigió su atención a Dazadiel quien esperaba sentado.

—¿Esta listo?—preguntó ella—. Si lo esta, intentémoslo.

El caído se acerco con paso lento a la mujer. Detrás de el, una curiosa Kalya se mantenía a solo pies de distancia. Dazadiel se inclino y observo lo que se encontraba en la vasija. El olor era uno tenue en ese momento pero aun era detectable.

—¿Qué debo hacer mujer?—preguntó él.

—Como te dije antes, este es un conjuro de sangre. Tendrás que dar de tu sangre para que funcione. No puedo garantizar que lo que veas te será útil. Eso quedara a manos de cuan concentrado en lo que deseas ver estés.

—¿Vera visiones entonces?—preguntó Jennifer.

—Así es, pero en este caso será más complicado—admitió Topacio—. El conjuro debe activarse a la misma vez que su enemigo vea la ubicación de la próxima reliquia, no antes, no después, sino en ese mismo instante. Y lograrlo en ese justo momento es lo que ha sido complicado lograr.

Las Reliquias Del Antiguo: El Resurgir De Los CaídosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora