Capitulo 35

33 4 0
                                    

El sol emanaba una grata sensación de calor y luz en las primeras horas de la mañana. En la cabaña, cada persona realizaba alguna tarea. Ya fuera Tylios, quien junto a su hermano acostumbraba a ejercitarse y correr un poco. Hasta Langrid que con herramientas suyas y en un pequeño taller fabricaba más municiones para su arma y restauraba a su mejor condición cualquier cosa que necesitara. Dextius ayudaba a Jennifer a colectar algunos vegetales para el almuerzo de la pequeña huerta cercana. Las únicas que se encontraban en el interior de la residencia lo eran Topacio, quien preparaba más de su poción curativa y Kalya que como en días anteriores hacía guardia al lado de un dormido Dazadiel. La joven media sangre solo se levantaba de su silla cuando sentía que el caído se movía.

—Buenos días Kalya—dijo Topacio al entrar con una bandeja con varios artículos—. Te traje algo para que comas y no aceptaré un no como respuesta.

—Se lo agradezco, pero no tengo mucho apetito—respondió ella un poco soñolienta.

—Como dije, no puedes negarte—respondió Topacio dándole un plato con varios alimentos.

Kalya hizo unos leves gestos de fastidio, pero empezó a alimentarse. Topacio abrió las cortinas de la habitación permitiendo la entrada de los rayos del sol. Dazadiel al sentir la luz sobre él, abrió sus ojos azules un poco y se enderezó con dificultad en la cama.

—¿Cómo te sientes hoy?—preguntó Topacio.

—Mejor hechicera, aunque no me siento todavía como antes, la herida aun me duele.

—Y que esperabas, te atravesó una enorme espada—recordó Topacio examinando las vendas de la herida—. A pesar de mis pociones y tu gran habilidad de regenerarte, te tomará tiempo.

Con cuidado, la mujer removió las vendas que tenían marcas de sangre y tomando otras de la mesa de noche comenzó a limpiar la herida. Tomó un envase con una sustancia cremosa de color verde y un olor desagradable. Delicadamente cubrió la herida haciendo que Dazadiel se quejara levemente de dolor y bajará su rostro con visible cansancio.

—Apesta a trasero de Grundam—refunfuño Dazadiel.

—No es por su olor que la utilizo—respondió ella—. No encontrarás medicinas mejores en ninguna parte.

—Como sea mujer, se lo agradezco.

—Veo que tus modales han mejorado hoy. Te traeré algo de comer, necesitas recuperar tus fuerzas—comentó Topacio dirigiéndose hacia la puerta.

—No tengo hambre—aseguró él.

—Eso dijo ella y se comió toda la comida que le traje—aseguro riendo Topacio mirando a Kalya.

En ese instante la mirada de Kalya era la de una niña sorprendida y levantando un poco sus hombros dejó el plato vació en el suelo. Se estiro un poco en la silla y lanzo un bostezo largo y profundo.

—Deberías ir a descansar en un lugar cómodo—mencionó Dazadiel sentándose en la cama—. Llevas días en esa vieja silla de madera. Y si no me equivoco, no me debes ningún tipo de lealtad para hacerlo.

—No lo hago por lealtad tonto—respondió ella—. Lo hago porque deseo hacerlo.

—¿Y por qué has deseado hacerlo?

Kalya no respondió, solo se acomodo en la silla con manos y piernas juntas. Los ojos azules del caído se enfocaron en ella. Poco a poco la mirada de la media sangre se posó en él. Dazadiel se acercó al filo de la cama e intentó levantarse. Algo que no logró y casi cae al suelo siendo ayudado por Kalya. Ambos rostros quedaron a centímetros de distancia. En ese instante Kalya no pudo dejar de mirarlo. Acción que Dazadiel imito, dándose cuenta que la media sangre era más bella de lo que el pensaba. La mano derecha de este se colocó en el rostro de la mujer y con dulzura la acaricio. Solo un repentino dolor y la entrada a la habitación de Topacio con un plato de alimentos hicieron que se separaran un poco.

—¿Qué haces insensato? Debes reposar—le regañó Topacio colocando el plato en la mesa de noche y ayudando a Kalya a recostarlo en la cama.

—Estoy harto de descansar, no tengo tiempo que perder, debo encontrarlos.

—El capitán Ulises ha salido en buscar de información—cometo Topacio dándole los alimentos—. Hasta ahora no hay ninguna señal de ellos.

—Donde rayos esta Tylios, necesito hablar con el—pidió Dazadiel tocándose la herida.

—Gran idiota, has vuelto a sangrar—recrimino Topacio—. Tendré que examinarla de nuevo. Quédate quieto quieres, no te recuperaras a tiempo si sigues así.

—Busque al minotauro—exigió él rabioso.

—Ha salido con el otro a ejercitarse, cuando llegue hablaras con él. Ahora quédate quieto en lo que te atiendo la herida—le ordenó Topacio con voz potente.

Con la ayuda de Kalya, Topacio quitó las vendas y busco de donde surgía la sangre en la herida. Dos puntos de sutura se le habían roto al hacer el esfuerzo de levantarse con rapidez. Cubrió la herida y recostó de nuevo a Dazadiel en la cama dándole un leve golpe en la cabeza.

—Buscaré los hilos de sutura—dijo ella molesta—. Te tendré que dar más puntadas para evitar que se abra la herida nuevamente. Kalya no dejes que se mueva.

—Me haces perder el tiempo mujer—aseguró él.

—Suficiente, gran idiota. De que servirá que los encuentres. Si no tienes las fuerzas para detenerlos—dijo ella saliendo y cerrando la puerta con fuerza.

El caído se recostó y su mirada se posó en el techo de la habitación. Sus labios se movían realizando unos infantiles gestos. De los cuales Kalya no pudo evitar reírse. Al verla reír, Dazadiel liberó una pequeña descarga de energía de sus ojos provocando que dejara de hacerlo.

—No recuerdo haberme sentido así antes—admitió él.

—¿Cómo te sientes?

—Débil, inútil, incapaz de actuar, vulnerable.

—¿Mortal, quizás?

Por varios segundos el caído no reacciono o contesto a ese comentario. Para un ser como el, acostumbrado a no encontrar igual en el combate. Era la primera vez que pudo haber perdido su vida. Posibilidad que nunca le había dedicado pensamientos. Kalya se acerco a el y le tomo la mano mirándolo con sus ojos amarillos como el sol. Dazadiel le dedicó su atención en ese momento dándose cuenta que ella respiraba de forma un tanto agitada.

—Esto me lo merezco—afirmó él—. No debí bajar la guardia ante Granzul, mucho menos preocuparme por ella.

—No te entiendo, si los desprecias tanto, ¿Por qué los ayudas entonces?

—Porque deseo lo mismo que te convenció a ti a unirte. Estoy cansado de ser un perro con collar al servicio obligatorio de esa maldita Orden. Estoy harto de esta maldita maldición.

—Y acaso confías que ellos cumplirán su palabra cuando hayas terminado esto.

—Al menos que quieran que les recuerde porque deben temerme, lo harán.

—¿Todo esto es a cambio de tu libertad?

—Siglos atrás lograron colocarme este collar y desde entonces estoy forzado a responder al convenio.

—¿Y quién lo creó?

Dazadiel hizo un fuerte gesto de rabia, pero cuando fue a responder a esa pregunta fue interrumpido por el regreso de Topacio a la recamara. Kalya se apartó mientras la hechicera se preparaba a coser la herida de Dazadiel. Este hacía un gesto de molestia mientras ella clavaba la curvada aguja en su piel. Su mirada se turnaba entre lo que hacía Topacio y la joven media sangre. Kalya no podía descifrar si la expresión que reflejaba él, era por el dolor o por recordar al responsable de su llamada maldición. 

Las Reliquias Del Antiguo: El Resurgir De Los CaídosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora