Capitulo 3

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A decenas de millas de distancia de la mas cercana aldea, un hombre corría entre un grueso bosque lo más rápido que podía. Observaba en todas direcciones con tal histeria, que podría romperse el cuello. Su corazón trataba de controlarse mientras que el sudor cubría todo su rostro. Abruptamente escucho un sonido que lo hizo lanzarse detrás de un árbol en busca de refugio. Un ruido de ramas rompiéndose fue escuchado por él a solo metros de su ubicación. Asustado, saco una daga de su cinturón y cubriéndose con el arbusto intento divisar de donde provenía el alboroto o que lo producía. Su mirada cambio hacia arriba cuando una silueta pasó sobre el a gran velocidad.

—Hice lo que deseaba el señor, tal y como era de esperarse de mí—dijo el hombre—. Nunca le dije nada a nadie, cumplí mi palabra.

—Eso no me interesa—se escucho una voz áspera decir—. Al gran señor no le agrada dejar cabos sueltos.

—Cumplí mi parte al infiltrarla en la Orden y él prometió darme una recompensa.

—Yo no soy el que lo prometió humano, pero tengo mis órdenes.

Alterado el hombre se alejo unos pies del árbol dando vueltas en círculo tratando de encontrar una salida. Logro divisar un pequeño camino a su derecha he intento huir hacia él. Desesperado corrió mirando en ocasiones hacia atrás, pero de repente se detuvo. Tembloroso retrocedió varios pasos al observar como unos arbustos delante de el se movían. Entre ellos, una criatura caminaba en su dirección apretando sus filosas y largas garras.

—No lo tomes personal humano solo cumplo ordenes—dijo la criatura.

Cuando la luz ilumino a esta bestia, su piel gris y agrietada se distinguió con facilidad. Con su cabeza ovalada y enormes alas de murciélago recogidas, esta gárgola se dirigió hacia el hombre que trataba de huir. Un diseño rojo en su rostro no podía esconder la enorme cicatriz que tenia en su ojo derecho. El hombre intento correr de regreso. Pero su intento de escape fue detenido al ser rodeado en segundos, por varias gárgolas de menor tamaño que salieron de entre la maleza detrás de el. Una de ellas, movió su larga cola como un látigo golpeando en las piernas al hombre haciéndolo caer.

—Su raza no puede estar durante el día—mencionó el hombre sorprendido.

—Tenemos nuestros métodos humano—aseguró la gárgola con la cicatriz parándose erguida.

—Por favor, no le diré a nadie, soy leal a su señor—juró el hombre tirando su daga.

—Eso no es suficiente para el gran señor. Debes ser silenciado como han sido los demás, así lo ha ordenado el gran señor.

Esta gárgola les hizo un gesto con su cabeza a sus compañeras y estas se abalanzaron sobre el hombre. Sin poder hacer nada el individuo solo pudo gritar en agonía. Su cuerpo fue destrozado por las potentes garras de estas criaturas que se empujaban entres si para poder atacarlo. La gárgola líder se elevo dejando a sus hermanas terminar su tarea. Se dirigió hasta una pequeña pendiente a miles de pies de distancia. En ese lugar un hombre la esperaba trepado en una enorme gárgola cuadrúpeda con alas. La gárgola aterrizo cerca de él y se arrodillo enfrente de este calvo hombre.

—Mi señor Leónidas, la misión ha sido cumplida—afirmó ella.

—Buen trabajo Jinzo, nuestro señor estará complacido—aprobó Leónidas—. Partamos antes de que nos descubran. Hay otros a los que hay que eliminar y rastros que desaparecer.

—¿Eliminaremos a todos mi señor?

—Aun quedan varios eslabones que podrían descubrir la relación de nuestro señor con el ataque a la catedral. No me digas ahora que te preocupas por ellos.

—Claro que no mi señor, estas caserías nos encantan. Solo me preocupa complacerlo a usted mi amo.

—Lo se mi fiel Jinzo, se que puedo contar con tu lealtad hasta el final, partamos entonces, aun les queda sangre por derramar.

—Como lo ordene mi amo—respondió Jinzo con una macabra sonrisa.

Leónicas golpeó con fuerza el costado de su bestia y esta expandió sus alas tomando vuelo como si se tratara de un engendro del infierno. Lanzando un grito, Jinzo se elevo seguido muy de cerca por las demás gárgolas que habían regresado. Algunas de ellas, aun con sangre en sus filosas garras. Con considerable rapidez se dirigieron hacia el oeste utilizando el bosque como cobertura. De esta forma no serian detectados durante el día y así podrían continuar con su misión de eliminar todo rastro que pudría ponerlos al descubierto.

Las Reliquias Del Antiguo: El Resurgir De Los CaídosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora