Capitulo 41

21 4 0
                                    

Los enormes y dorados pasillos junto a la sensación de serenidad que liberaba, le otorgaban una gran majestuosidad a este impresionante templo. Su lugar no se encontraba en el continente de Terra-Ángelus. Mucho menos en la misma dimensión. Se trataba del templo de adoración de los Centuriones conocido solamente como El templo de la Luz. En donde decenas de guerreros de ese poderoso y orgulloso linaje, realizaban sus habituales tareas. En ese momento en la recamara principal, un general se reportaba ante su gran señor.

—Estoy a sus órdenes mi señor—dijo Adrion en total reverencia.

Se encontraba de rodillas, en el interior de una enorme recamara que daba la impresión de haber sido creada de sólida luz. Pilares circulares de gran altura se iluminaban sutilmente cada tres segundos. En el centro de la recamara, un ser con túnicas y capucha dorada, rodeado por un aura que dificultaba un poco su reconocimiento lo esperaba sentado en un trono de cristal azul claro. El general de los Centuriones se encontraba delante de su líder máximo y creador.

—Lamento interrumpir su labor general, pero era de gran importancia reunirme con usted.

—Siempre será un honor verlo mi señor. Vivo para servirlo—respondió con palabras llenas de admiración.

Unos destellos dorados salieron de los ojos de este ente de energía al posarlos en el devoto Centurión. Todo en la recamara expedía la sensación de pureza y luz. Adrion en particular sentía una sensación de paz cada vez que se encontraba en la maravillosa edificación.

—Lo he llamado a la ciudad dorada porque le tengo una importante misión—dijo el ser de luz.

—Gran Elysion-Rad, lo que ordene será realizado—aseguró Adrion.

—No esperaba menos de usted general. Reúna a sus mejores Centuriones y viaje a la cordillera de Sannius deseo reforzar la seguridad en él monte Kalesgor.

—Pero mi señor, acaso teme que intenten algo en esa región. Hay una brigada asignada a esa locacion. De lo mejor que nuestras filas pueden ofrecer.

—¿Conoce quien es el responsable del hurto de la reliquia?—preguntó de repente el ser al incorporarse.

Una túnica dorada cubría todo su cuerpo. Las cuales tenían unos detallados diseños azules claros que la dividían. Esa pregunta dejo a Adrion silencioso, incapaz de responderla con rapidez. El Centurión miró a su señor, quien le devolvía la mirada seria a la vez que se erguía imponente delante del trono.

—No mi señor, aun no tengo una pista clara—admitió Adrion.

—El responsable ha sido Exodus.

—Mi señor, no es posible, él fue enviado al limbo siglos atrás—respondió casi a gritos.

Aunque Adrion sabia que escapar de ese lugar era casi imposible, el semblante de su señor le hacia entender que era cierto. En especial ya que fue su señor, quien condeno a Exodus a esa extraña dimensión. Él gran señor se removió su capucha permitiendo ver algunas de sus facciones, como su cabello blanco largo y su barba corta del mismo color.

—De alguna forma se ha vuelto más poderoso y capas de esconder su presencia de mí—mencionó él—. Además, estoy seguro que recibió ayuda externa para lograr escapar. Solo así pudo haber escapado.

—Si él posee la reliquia, no deberíamos enfocar nuestros esfuerzos en atraparlo—sugirió él.

—Enviare a otros con esa encomienda, como dije lo necesito para que refuerce la seguridad en Kalesgor. Nadie puede entrar en ella.

—Perdone mi imprudencia mi señor, pero si enviamos a todas nuestras mejores unidades detrás de él, lo detendremos antes de que logre reunirlas.

—Ya he decidido como actuar en ese asunto.

—Pero mi señor es muy riesgoso solo esperar a que llegue a la montaña.

El ser golpeo el suelo y una onda de energía dorada se esparció por toda la enorme recamara. Los guardias de las afueras entraron como solo los centuriones podían hacerlo, tele transportándose y desenvainando sus espadas. El señor del templo hizo un gesto y de la misma forma en la cual entraron regresaron a sus puestos. Adrion bajo su mirada y hizo una muy inclinada reverencia.

—Perdone mi exabrupto mi señor—respondió Adrion abochornado.

—Espero que no vuelva a ocurrir general. Y la próxima vez recuerde su juramento.

—No ocurrirá de nuevo mi señor, se lo prometo.

—¿Puedo contar con usted general?

Por unos segundos un silencio cubrió la hermosa y destellante recamara. El general de los Centuriones hubiera deseado ser él quien se encargara directamente de la casería de del ladrón, pero no sabia y no se atrevía de nuevo a negarse a una petición de su señor, quien aun esperaba su respuesta.

—Antes de partir a cumplir sus deseos mi señor, debe saber que varios de nuestros hermanos fueron asesinados por un desconocido oponente—comento Adrion respetuosamente—. Desearía que se realizara una investigación sobre eso mi señor.

—Le aseguro que dicha pesquisa se realizara. Ahora reúna a sus guerreros y salga de inmediato con mi bendición sobre usted y sus hombres. Recuerde, no permita que ningún ser entre en la montaña.

—Nadie lo hará mi señor, eso se lo juro por mi honor.

Realizando una gran reverencia, Adrion se retiro de la recamara a cumplir su nueva orden. En las afueras una elegante mujer de armadura dorada con un diseño de un lobo verde en su peto lo esperaba. Su cabello largo parecía oro y sus ojos azules se iluminaban con frecuencia y un aroma dulce como la miel la rodeaba.

—Mi general, he venido en cuanto supe de su arribo—dijo ella haciendo una reverencia.

—Gracias por ello capitán, reúna de inmediato a nuestros hombres, debemos partir de inmediato—ordenó él sin detener su marcha.

—¿A donde iremos?

—Al monte Kalesgor.

—¿El monte Kalesgor?

—Nuestro señor nos ha dado la tarea de reforzar su seguridad a toda costa.

La mujer se detuvo de repente y bajando sus manos apretó con fuerza sus puños. Adrion se detuvo y se acerco a ella levantándole el rostro. los ojos azules liberaron un leve destello al posarse sobre el general.

—Se que deseabas encontrar al asesino de la unidad de tu hermano y clamar justicia—dijo Adrion—. Yo también, pero nuestro señor ya ha enviado a investigar. El no fallara en su palabra como nosotros no podemos fallar a nuestro juramento.

—De acuerdo mi general—respondió ella—desea algo más antes de partir.

Adrion reanudo su marcha siendo seguido por la capitana. Poco a poco varios Centuriones se fueron uniendo a ellos hasta que un grupo de seis caminaba con el.

—Capitana—dijo él.

—Si mi señor a sus ordenes.

—Que los gemelos continúen con la investigación de la muerte de su hermano y me informen cualquier hallazgo.

—¿Eso no será un directo reto a las ordenes de nuestro señor?—mencionó ella.

—Debo reunir a mis mejores guerreros para esa tarea. Ellos serán más útiles quedándose y obteniendo información. Que estén atentos a cualquier indicio de la reliquia robada.

La capitana, con una sonrisa salia a cumplir esa tarea mientras que los demás se dirigían hacia la salida del hermoso y majestuoso templo. Adrion poseía un semblante serio el cual sus guerreros sabían se debía a la determinado espíritu de este a cubrir cualquier riesgo posible.

Las Reliquias Del Antiguo: El Resurgir De Los CaídosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora