Capitulo 25

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A poca distancia de las ruinas, en un abandonado altar con maltrechas estatuas, Exodus organizaba sus planes. Las gárgolas y los Arkians prestaban vigilancia en el perímetro asegurándose que nada se acercara sin ellos saberlo. A solo pies de su señor Claudia jugaba con su látigo sin perderlo de vista. Inclinado en sus tobillos sobre una de las esculturas, Exodus observaba con mucho cuidado la gema que había obtenido. Diseños en su interior se iluminaban al mismo tiempo que los del brazalete. Lo que le hacía entender que se acercaba el momento que tanto había esperado. Su atención cambio hacia las alturas al una enorme gárgola de cuatro patas descender con Leónidas. Con rapidez el sirviente se acercó a su señor bajando su mirada en total reverencia.

—Habla rápido—dijo Exodus sin mirarlo.

—Por el momento no hay rastros de algún otro grupo que nos siga mi señor—afirmó Leonidas.

—Muy bien, asegurate que continué así. ¿Algo más que deba saber?

—Sí mi señor, ellos se acercan por el este—comentó Leónidas apuntando en esa dirección.

Exodus dirigió su mirada hacia una colina forrada de árboles de follaje oscuro. Entre ellos cuatro criaturas de una altura un poco superior a la de un hombre salieron rompiendo algunas ramas. Sus pieles eran de tonos marrones claros protegidas por armaduras hechas de materiales naturales casi sin metal en ellas. Incluso cráneos habían sido utilizados en su confección. Sus colas que terminaban en una especie de aguijón en forma de daga se movían como si fueran látigos listos para atacar. Los extraños se dirigieron hacia Exodus liderados por un corpulento ser de piel marrón oscura. Un collar de plumas de colores llamativos y otras decoraciones lo hacían distinguir de los demás. Las bestias se acercaron deteniéndose a solo pies de el, quien guardo la gema en su bolsillo.

—Bienvenido seas Trox rey de los Gidians–Kai —mencionó Exodus observando a estos seres.

—No nos gusta viajar escondiéndonos—mencionó Trox con voz lenta y ronca—. Además la próxima vez no envíes a ese patético y asqueante trol rastrero.

—Lo siento, pero era indispensable que nos reuniéramos sin que nadie lo conociera y sus habilidades para moverse bajo tierra lo hacen un discreto mensajero.

—¿Qué deseas de nosotros? Hace años que no sabemos de ti, así que habla de una vez.

Exodus se lanzo desde la estatua cayendo frente a sus visitantes mientras que se acomodaba sus ropas elegantes. Las gárgolas leales a Leónidas lideradas por Jinzo se acercaron listas para proteger a su amo a la menor señal de peligro. Esto provocó que los tres Gidians–Kai que acompañaban a Trox prepararon sus armas confeccionadas de diversos materiales que incluían huesos y gruesos caparazones. Trox movió sus cinco dedos dejando ver a sus compañeros que todo estaba bajo control. Leonidas les habló en su lenguaje a sus gárgolas haciéndolas retroceder.

—No estamos aquí para luchar entre nosotros—comentó Exodus.

—¿Y por que estamos en este lugar, qué deseas de nosotros? —preguntó Trox.

Exodus lo observó con sus ojos liberando energía: —Lo que deseo es guerra Trox y necesito la lealtad de tu raza para traerla a todos los reinos.

Trox río con fuerza estirando su mandíbula perfilada y llena de filosos dientes al escuchar lo que Exodus le proponía. Los demás Gidians-Kai se miraron entre sí comenzando también a reír. Uno de ellos se acomodo su rodillera hecha del cráneo de una criatura con diminutos cuernos. Esta raza utilizaba decoraciones de ese tipo para demostrar su estatus entre el clan. Ya que mientras más cráneos de sus rivales poseyeran más respetados serían. El rey Trox poseía los de mayor tamaño y la mayor cantidad en su armadura.

—El último que pidió algo así lo hizo a uno de mis ancestros—afirmó Trox—. El fue desvanecido y mi ancestro junto a mi gente fueron arrebatados de sus tierras.

—Tienes razón en eso, pero dime, no te gustaría recuperar sus tierras ancestrales de las manos de quienes se la hurtaron.

—Cada día que pasa yo y mi gente ansiamos recuperar nuestro hogar. Pero que garantías tendremos que no será igual o peor que la vez anterior.

—En esa ocasión yo no estaba de su lado y no tenía acceso a los conocimientos que hoy poseo.

—¿Qué tipo de conocimientos?

—Suficientes como para tomar sus tierras de nuevo y derramar la sangre de todos tus enemigos. Eso te lo garantizo, claro, para ello necesitare tu lealtad.

Trox miró a sus hermanos quienes hicieron un gesto de aprobación. La sola idea de cobrar venganza sobre sus enemigos los llenaba de exaltación casi al punto de aceptar ciegamente. Aunque no participó en la guerra que ocasionó el destierro de su raza, Trox había vivido en carne propia el sufrimiento de su pueblo. Raza que tuvo que aprender a sobrevivir en la zona más desértica y cruel del continente conocida como el desierto de Kinnios.

—Tendré que consultarlo con los ancianos pero podremos llegar a un acuerdo—aseguró Trox.

—Si es así necesitaras esto—respondió Exodus observando a Claudia quien se acercaba.

Con un objeto en sus manos la mujer de cabellos negros se acercó a Trox con su habitual contoneo. El rey la observo casi dejándose hechizar por su mirada penetrante. Claudia se colocó enfrente de él obsequiándole una maliciosa sonrisa.

—Luego de que obtengas el aval de tus ancianos, debes viaja sin ser detectado hasta las montañas de Halous —mencionó Claudia.

—Será complicado pero lo haremos—aseguró Trox.

—En el centro de ellas buscaras un viejo y abandonado templo. En su interior encontrarás un altar en donde harás una ofrenda de sangre de tu enemigo y colocaras esta estatua recitando lo escrito en ella—menciono ella dándole una escultura de roca gris que representaba un ser alado.

—¿Qué ocurrirá cuando lo haga? —preguntó Trox.

—El comienzo del fin de tus enemigos—afirmó Exodus mirando al ser—. Luego te avisare con uno de mis sirvientes donde reunirnos y preparar tu tan anhelada venganza.

Con dudas en su rostro Trox miró a la mujer y a su señor. Por unos momentos examino la estatua y aceptando con un gesto se alejó junto a sus seguidores en la misma dirección por la cual llegaron. Cada paso que daban era vigilado desde lo alto de las estatuas por las gárgolas de Leónidas. Este se acercó a su señor quien observó como estos guerreros se desvanecían en la maleza.

—El parece dudar de sus palabras mi señor—comentó Leonidas—. ¿Puede ser controlado?

—Su deseo de venganza sera la forma perfecta para controlarlos—respondió Exodus—. No nos preocupemos por eso en este momento, ve a asegurarte que todo esté listo.

Leonidas realizó una reverencia a su señor y haciendo un movimiento con su mano fue levantado por su enorme gárgola que se elevó seguida por las demás. Claudia se acerco a su amado señor y sin dudarlo lo abrazo.

—¿Si ya tienes la gema por que no nos retiramos?—preguntó ella mirándolo a los ojos—.Ya te expusiste una vez. ¿Por qué arriesgarte de nuevo?

Exodus la beso en los labios: —Debo hacerlo una vez más amada, terminare con la amenaza de la Orden a mis planes lo más pronto posible y para eso necesito esperar.

—Solo quiero que estés seguro mi señor, me moriría si lo pierdo.

Exodus acarició el rostro a Claudia provocando un gesto sumiso en la mujer. Sus ojos brillaron con fuerza mientras le pasaba con suavidad su mano por el cabello sin decir palabra alguna. 

Las Reliquias Del Antiguo: El Resurgir De Los CaídosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora